CuernavacaGay

Acercando a la comunidad gay de Cuernavaca.

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Una Historia Diferente.
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    CAPÍTULO 46.- DE VACACIONES....


    - Bueno... no sé –dudé yo.

    - Va tío, no te cortes... ya me ves a mí, necesito cascármela... –dijo Carlos sin dejar de masturbarse rítmicamente.

    No podía, ni quería, echarme atrás, tenía a mi hermano completamente desnudo frente a mí, masturbándose con una cara de placer que no se me olvidará nunca... así que me quité la camiseta y me bajé los pantalones de un tirón.

    - Joder, veo que la tienes dura... y mojada ¿te gusta la peli? –Dijo mi hermano al ver como se marcaba mi polla bajo mis boxers que ya estaban húmedos de la excitación.

    - Pues tu dirás... –balbuceé yo.

    Cuando liberé mi polla de la presión de los boxers, Carlos me lanzó una fugaz mirada.

    - Vaya rabo, no te quejarás...

    - Ni tú tampoco... –respondí con una sonrisa nerviosa. Carlos se levantó de golpe y se acercó a mí. Le miré con ojos de sorpresa.

    - Ven... vamos a compararlas... –dijo mientras se acercaba un poco más a mí.

    Le miré detenidamente, piernas firmes y definidas sin un solo pelo, abdomen magistralmente marcado, pectoral amplio y musculado, brazos fibrados, hombros y espalda anchos, totalmente depilado excepto unas morbosas axilas y un recortado vello púbico, y entre las piernas, un pollón totalmente tieso.

    Me acerqué a Carlos y nuestras pollas quedaron a la misma altura. Mi hermano sujetó con su mano su polla y la acercó a la mía. El roce de sus dedos en mi verga y el contacto de su polla en mi entrepierna fueron dos sensaciones casi orgásmicas.

    - Bueno, pues más o menos iguales... –añadió Carlos sin dejar de sujetar las dos pollas en paralelo con su mano.

    - La tuya es un poco más larga... –susurré yo.

    - Y la tuya algo más ancha... pero son perfectas ¿no te parece?

    - Bueno... sí, supongo.

    Mi hermano volvió a sentarse, pero está vez lo hizo en el mismo sofá en el que yo estaba sentado. Volví clavar mi vista en la paja que se estaba haciendo, y entonces, sin saber muy bien porqué, sentí que no podía continuar con todo aquello.

    - Lo siento, no tengo muchas ganas de seguir con la paja. Me voy a mi cuarto...

    Carlos me miró sorprendido pero no tuvo tiempo de responderme, recogí mi ropa y me fui a mi habitación.

    Cuando crucé la puerta de mi cuarto, empecé a arrepentirme de haber dejado pasar aquella oportunidad de intentar algo con Carlos. ¡Joder! Pero Carlos era mi hermano, y al fin y al cabo, quizás sólo estaba caliente y tenía curiosidad por ver mi polla y compararla con la suya. Carlos no podía estar intentando algo conmigo. A pesar de arrepentirme de haber salido del comedor, sabía que estar lejos de mi hermano era la única forma de no meter la pata, si me lanzaba y Carlos me rechazaba el daño podía ser irremediable.

    Me puse unos pantalones cortos y encendí el ordenador, quería echar un vistazo a los vuelos Barcelona-París para tener algún tipo de información al margen de las gestiones de Ruth.

    Estaba anotando los horarios en mi agenda cuando sonó el teléfono móvil, era ella.

    - Hola Ruth.

    - Hola Juan, perdona que te llame tan tarde, pero quería confirmarte lo del vuelo.

    - No te preocupes, yo también estaba echando un vistazo por Internet.

    - Bien, pues ya está solucionado. La asistente de mi padre me acaba de llamar, finalmente no ha podido conseguir un billete en el mismo vuelo en el que viajaremos Jordi, Jesús y yo, pero al menos sí en el mismo día. Tu vuelo saldrá del El Prat a las 18:30. ¿Te parece bien?

    - Pues me parece bien, pero ¿cómo llegaré desde el aeropuerto a casa de tus abuelos?

    - Tranquilo, te esperaremos en Orly, así vamos todos juntos hasta el centro.

    - Perfecto Ruth, nos veremos mañana en París... jejeje... que bien suena eso.

    - Sí, suena realmente bien, pero no olvides llegar con tiempo al aeropuerto, tienes que recoger el billete, facturar y embarcar... y con lo puntual que sueles ser... miedo me das –dijo con una sonrisa burlona Ruth.

    - Tranquila, llegaré a tiempo. Hasta mañana pues...

    - Juan...

    - ¿Qué?

    - Pues que te estás despidiendo y ni si quiera sabes con que compañía volamos...

    - Jejeje... perdón, dime...

    - Iberia y la reserva del billete está a tu nombre.

    - Gracias, hasta mañana Ruth.

    - Hasta mañana.

    Cuando colgué, Carlos llamó a la puerta de mi habitación.

    - Adelante.

    - Perdona, sólo quería saber si estás bien... como antes te has ido tan de repente del salón...

    - Sí, estoy bien... –respondí.

    - Vaya, ¿estás buscando un vuelo? -dijo Carlos al ver la página de Iberia en mi ordenador.

    - Sí, me voy a París unos días con Ruth, Jesús y Jordi.

    - Vaya... ¿y no pensabas decírmelo? –Dijo Carlos visiblemente dolido.

    - Lo siento, debería haberte avisado, pero es que hasta hoy no lo he sabido seguro.

    - ¿Cuándo vuelves?

    - Pues hacia mediados de agosto supongo. Estaremos en casa de los abuelos de Ruth. Unas vacaciones realmente económicas... –dije con una sonrisa.

    - Económicas o no, al menos tienes vacaciones, porque yo me quedo en Barcelona, que remedio, con el poco tiempo que llevo currando en la empresa, como les pida vacaciones me linchan...

    - Bueno... cuando esté en el Louvre pensaré en ti...

    - Eso, cuando contemples atónito “La libertad guiando al pueblo” piensa en tu pobre hermano que sigue prisionero de los déspotas empresarios de este país...

    - ¿La libertad guiando al pueblo?

    - Sí, el cuadro de Delacroix, obra clave del Romanticismo francés...

    - Carlos, los únicos Lacroix que conozco son Maurice Lacroix de la marca de mi reloj y Christian Lacroix el diseñador... jejeje –bromeé yo.

    - El pintor se llamaba Eugène Delacroix, Delacroix no Lacroix...

    - Niño cuando te pones a en plan Enciclopedia Encarta no hay quien te aguante... jejeje.

    - ¡Ay! Si te oyese tu profesora de Historia del Arte del instituto... jejeje.

    - Bueno, me voy a dormir, que mañana intentaré madrugar para hacerme la maleta.

    - ¿¿Hacerte la maleta tú?? ¡Tú que esta hace poco pensabas que vendían las maletas hechas!

    - Jejejeje... que gilipollas eres Carlos, anda y vete a dormir que mañana no encontrarás ni el Windows...

    - Que descanses niño pijo...

    - Que descanses hombre Encarta... –bromeé yo.

    Cuando Carlos salió de mi habitación, apagué el ordenador y me estiré en la cama mientras apagaba la luz de la mesilla de noche.

    No llevaba ni media hora intentando conciliar el sueño, dándole vueltas al tema del viaje, cuando oí que la puerta de mi habitación se abría de nuevo.

    - ¿Estás dormido? –Susurró Carlos.

    - No, aún no...

    - ¿Te importa que me quede un rato aquí contigo?

    - ¿Qué te pasa? –Pregunté yo sorprendido.

    - Joder... ya sé que suena absurdo, pero me ha dado un bajón, estoy algo triste.

    - ¿Y eso? –Dije yo mientras me incorporaba y me sentaba en la cama. Carlos tanteó en la oscuridad hasta llegar a la cama, y se sentó a mi lado.

    - No sé... me jode mucho pasarme estas vacaciones solo. Se ha ido Sergio, te vas tú, se van mis amigos...

    - Bueno, pero Ana se queda ¿no?

    - Ya, ya... pero es que eso es lo que me pone aún más triste... con todo lo que hemos discutido tú y yo por el asunto de Ana, no sé si es bueno que continuemos con lo nuestro...

    - Carlos, ya lo aclaramos, de verdad... haz lo que te parezca, por mi parte no tengo nada que objetar. Para mí es más importante saber que tú estás bien...

    - Gracias...

    - No hay de qué hermanito –contesté yo.

    - ¿Te importa que me estire un rato en tu cama?

    ¿En mi cama? Su frase me dejó sin palabras. O Carlos realmente estaba en un momento de bajo estado de ánimo o bien había venido a completar algo pendiente. Recé porque fuera sólo un bajón, no quería complicar aún más las cosas entre mi hermano y yo.

    - Bien, quédate... la cama es suficientemente ancha para los dos.

    Carlos se estiró en el otro lado de la cama, yo me giré en dirección opuesta e intenté conciliar el sueño.

    Cuando mi hermano se giró en dirección a mí y sus brazos me rodearon, algo me dijo que no era sólo un bajón. No supe que decir. Sus manos se deslizaron por mis hombros recorriendo mis brazos. Después, sus dedos recorrieron mi abdomen y mi pecho. Carlos volvió a abrazarme. En ese momento, la dureza de su polla se dejaba sentir sobre mis nalgas a través de la ropa.

    Cuando pensaba que la situación no podía empeorar... empeoró, Carlos deslizó sus manos por mi abdomen hasta posarlas sobre mi abultado paquete. Sus dedos apretaron mi polla por encima de la tela del pantalón corto...

    - La tienes dura... -susurró Carlos.

    No supe que decir. Sus caricias se hicieron más intensas. Carlos se incorporó ligeramente y continuó masajeándome el paquete por encima de la tela. Su mano libre tiró suavemente de mí haciendo que quedase totalmente estirado en la cama, boca arriba. La habitación estaba en penumbra, iluminada únicamente por la luz que se colaba del exterior a través de la persiana abierta. Abrí los ojos y sólo alcancé a ver la sombra de mi hermano sentado en la cama, junto a mí. Sus manos seguían acariciando mi entrepierna.

    - ¿Terminamos la paja?

    - No sé... ¿estás caliente?

    - ¿Tú que crees? –dijo Carlos mientras se llevaba una mano a su entrepierna.

    - De acuerdo...

    Nos desnudamos en silencio y nos estiramos el uno junto al otro. En la penumbra pude ver como Carlos empezaba a pajearse su polla. Seguí su ejemplo.

    - Así estaremos mejor... –susurró Carlos mientras encendía la luz de la mesilla de noche.

    Aquella señal me dejó claro que Carlos no se había metido en mi cama por casualidad, así que decidí olvidarme de todo, me olvidé de todo lo que nos unía, me olvidé de las motivaciones que nos habían llevado a acabar juntos en mi cama, desnudos, masturbándonos, me olvidé de las consecuencias que iba a tener aquello.

    - ¿Quieres que te la pajee un rato? –Murmuró mientras dejaba de masturbarse.

    - Toda tuya... –respondí totalmente desinhibido.

    Carlos estiró su mano hasta rozar mi polla y sus dedos recorrieron suavemente el tronco. Cuando su manó se cerró sobre mi polla y empezó un diabólico movimiento, sentí que nada en el mundo tenía sentido más allá de aquel momento, de aquella habitación, de aquella paja.

    - Nunca había tocado una polla que no fuese la mía...

    - ¿Y qué tal? –Murmuré casi sin voz.

    - Es... agradable...

    Tras unos minutos recibiendo el placer que la mano de Carlos me estaba dando, empecé a sentir que iba a correrme, y si me corría se iba a acabar la fiesta...

    - Lo haces muy bien... pero ahora me toca a mí... ¿te apetece?

    - Mi polla te lo está pidiendo a gritos... –dijo Carlos dejando de masturbarme y estirándose boca arriba en la cama.

    Jamás pensé que aquel momento llegaría realmente, ni en la mejor de mis pajas hubiese imaginado que mi hermano se metería en mi cama y me pediría que le masturbase.

    Mis dedos en su polla... ¡mis dedos en su polla! Lo escribo ahora y aún me cuesta creer que sucedió. Rodeé su rabo tieso con mi mano y empecé a hacerle una paja. Notar aquella polla dura palpitando bajo mi mano me hizo perder los pocos papeles que pueda tener en esta vida.

    - Mmmmmm... –suspiró Carlos.

    Le estaba gustando, era el momento de jugármelo todo. Aceleré la paja haciéndola realmente salvaje y mi mano libre se posó sobre sus huevos. Carlos tenía unos huevos impresionantes, casi sin vello, de buen tamaño...

    - Joder... lo haces muy bien...

    Aquella frase marcó el punto de no retorno. Sin dejar de masturbarle me incliné sobre Carlos. Su polla estaba a escasos centímetros de mis labios. Volví a acercarme. Mis labios rodearon su glande mojado. Continué acariciándole los huevos mientras su polla se introducía lentamente en mi boca...

    - Ahhhhh...

    - ¿Sigo? –Interrogué yo temiendo su respuesta.

    - Sigue por favor...

    Arrastrado por la excitación, empecé a comerme su polla mientras me masturbaba. Mis labios presionaban con fuerza el tronco de su verga, bajando y subiendo mientras él se retorcía de placer. Me detuve en su glande y empecé a pasarle la lengua, a rodearlo...

    - Mmmmmm... sigue...

    Y seguí... y continué comiéndome su polla. La atrapé con mis labios, la liberé, le lamí los huevos, el tronco, el glande... volví a meterla toda en mi boca, succioné con desesperación. Mientras seguía con la mamada, empecé a correrme sobre las sábanas.

    - Me voy a correr... –balbuceó Carlos mientras empezaba a sacudirle un brutal orgasmo.

    Se corrió y es obvio que no me aparté, llevaba demasiado tiempo esperando aquel momento para apartarme entonces. Fue la segunda vez que un tío se corrió en mi boca, la segunda vez que sentí como me inundaba el semen caliente de otro tío... y me gustó aún más que la primera.

    Tras la corrida, me estiré junto a Carlos, y empecé a temblar... todo empezó a temblar. Todo se derrumbó dentro de mí aquella noche, mi autoestima, mi conciencia, mi sentido común, mi culpabilidad, mi sexualidad, mi relación con Carlos, mi juicio y mi vida fueron derrumbándose, cayendo la una sobre la otra como pisos de un edificio que está siendo demolido. Pensé lo peor, pensé que Carlos se levantaría, mi diría de todo, nos pelearíamos me acusaría de ser gay, bueno ¿mentiría si me acusase de ser gay? Pero nada de eso pasó. Carlos permaneció a mi lado, en silencio, y me tendió la mano.

    - Tranquilo, no pasa nada...

    ¿No pasa nada? ¡Claro que había pasado algo! Ojalá pudiese decir “aquí no ha pasado nada”, pero no podía. Carlos me sorprendió con sus palabras, pero un nudo en la garganta me impidió preguntarle que pasaría después de aquella noche.

    Sentía la respiración acompasada de mi hermano, se había quedado dormido, pero yo era incapaz de conciliar el sueño. Quería aclarar las cosas con Carlos, quería hablar con él. Entonces tuve una idea. Me levanté en silencio y fui hacia el escritorio. Con la claridad que se colaba por la ventana, escribí una nota:

    “Carlos, necesito hablar contigo, antes de irte a trabajar despiértame”

    Volví a la cama y estirando el brazo por encima de Carlos, dejé la nota sobre su mesilla de noche. Sin querer rocé su brazo, me di la vuelta rápidamente y me quedé quieto. Carlos se movió ligeramente hacia mí y estiró el brazo por encima de mi cintura, abrazándome.




    ***


    Me desperté algo confundido. Recordaba que debía hacer algo importante, pero no recordaba qué. Cuando abrí los ojos, empecé a hacer memoria... ¡Carlos! Me incorporé de golpe y miré a mi alrededor. Mi hermano no estaba, la luz se colaba descaradamente por la ventana, debía ser mediodía. Salté de la cama y cogí mi teléfono móvil: 13:45. Carlos no me había despertado, no me había despertado para hablar. ¡Joder! No podía irme a París sin hablar con él... el teléfono móvil interrumpió mis pensamientos.

    - Hola Juan.

    - Hola Ruth...

    - Nosotros ya estamos en el aeropuerto, salimos en menos de media hora. ¿Tú ya estás listo?

    - Verás Ruth... me han surgido unos problemas de última hora.

    - Juan no me asustes, dime que cogerás le vuelo de esta tarde.

    No podía dejarlos tirados, no podía... pero entonces ¿cómo iba a hablar con Carlos? ¡Joder! ¿Qué coño podía hacer? Ruth habló por mí...

    - Juan ¿tus problemas pueden esperar unos días?

    - Supongo que sí... –dije yo resignado.

    - Pues entonces nos vemos sobre las 9 en el aeropuerto de Orly.

    Cuando Ruth colgó, decidí olvidarme de mi conversación pendiente con Carlos y empezar a preparar las cosas para irme a París. Hice la maleta, o lo intenté, en un tiempo récord y me preparé unos canelones precocinados.

    Después de comer, terminé de preparar mis cosas y me duché. Eran casi las cinco de la tarde cuando bajé al portal a esperar al taxi que había llamado.

    Llegué con tiempo de sobra a la Terminal B del aeropuerto de El Prat. Recogí el billete en el mostrador de Iberia y me dirigí al mostrador de facturación. En el hilo musical de la terminal sonaba “When you're gone” de Bryan Adams.

    Con el equipaje listo, recogí la tarjeta de embarque y tras pasar los controles de seguridad, accedí al área de pasajeros. Cuando anunciaron mi vuelo, me dirigí a la puerta de embarque y entregué la tarjeta a la azafata. Caminando por la pasarela camino del avión, sentí de nuevo una punzada en el pecho, me iba de vacaciones, pero sabía que me iba dejando algo pendiente.



    Continuará...

     
  •  


    CAPÍTULO 47.- DE VUELTA DE TODO:



    Cuando el avión de Iberia aterrizó en el aeropuerto ayer por la tarde y volví a poner los pies en Barcelona, tuve la familiar sensación de estar reencontrándome de nuevo con mis problemas.

    Finalmente los 15 días iniciales se convirtieron en casi un mes. El ático de los abuelos de Ruth en St-Germain-des-Prés fue durante esos días en el lugar perfecto para perderse. Tenía ganas de volver a Barcelona, sí... pero me costará olvidarme de los buenos momentos que he pasado en París.

    A decir verdad durante esos días de vacaciones no logré olvidarme de todas mis preocupaciones, algunas de ellas me siguieron hasta allí, entre ellas mi interminable historia con Natalia. Pocos días después de llegar a París, cuando estábamos visitando Disneyland en Marne-la-Vallee, Natalia me llamó al móvil y entonó una especie de mea culpa sobre lo sucedido en nuestra última cena. Esa fue la primera de muchas llamadas que nos hemos hecho durante estos días.

    Salí del avión y abandoné la zona de pasajeros con la intención de coger un taxi. Cuando cruzaba la terminal arrastrando la pesada maleta, me llevé una sorpresa.

    - ¿Qué haces aquí?

    - Pues Rosa me dijo que llegabas en el vuelo de las 18:15 y he venido a recogerte.

    - No era necesario, podía coger un taxi –respondí algo confuso.

    - Nada de taxis... ¿para qué están los hermanos sino? –Respondió Carlos con una sonrisa.

    Mientras caminábamos por la terminal no me atrevía a mirarle. Las cosas entre mi hermano y yo no se habían aclarado después de la última noche que pasamos juntos y en aquel momento, casi un mes después, seguía sin conocer cuál había sido su reacción. Durante mis vacaciones en París, Carlos me llamó para preguntarme cómo había ido el vuelo y qué tal iba todo, pero nada más... no hubo ninguna mención a nuestro encuentro. De nuevo en Barcelona, de nuevo junto a Carlos, iba siendo hora de aclarar las cosas. Pero casi un mes después de lo sucedido ni si quiera me atrevía a mirarle a los ojos.

    - ¿Qué tal ha ido todo por París?

    - Bien, muy bien... el ático de los abuelos de Ruth era fantástico, muy céntrico, y unos amigos suyos nos han estado haciendo de guía por la ciudad.

    - Vaya... así que debes haberte recorrido París de cabo a rabo...

    ¡Joder! Que expresión más desafortunada dadas las circunstancias. Agaché aún más la cabeza, hundiéndola entre los hombros...

    - Rosa me dijo que te habías ido sin despedirte... ya te vale...

    - Cierto, fue todo muy precipitado... pero bueno, al menos la llamé nada más aterrizar en Orly.

    Llegamos al coche de mi hermano que estaba aparcado en el parking de la terminal. Entre los dos cargamos la maleta y Carlos cerró el portón. Cuando iba girarme para entrar en el coche mi hermano me detuvo.

    -Juan...

    - ¿Qué? –Respondí sin levantar la vista del suelo. Me aterraba encontrarme con su mirada.

    Carlos estiró su mano y rozándome el mentón hizo que levantase la cabeza y le mirase fijamente a los ojos.

    - Me alegro de que estés de vuelta...

    Jamás hubiese imaginado que una frase tan usual como aquella estaría tan cargada de significado. Carlos se alegraba de verme, no parecía enfadado, ni avergonzado... más bien al contrario, mi hermano aparentaba una absoluta normalidad. Pero a pesar de ese gesto, necesitaba aclarar las cosas con él.

    Subimos al coche y salimos del aeropuerto en dirección al centro de Barcelona. Ninguno de los dos se atrevía a decir nada. Mi hermano pareció captar la tensión en el ambiente y puso en marcha la radio. El viejo hit de MC Hammer “U can’t touch this” empezó a sonar.

    - ¿Por qué no me despertaste? –Solté de golpe, como si hubiese escupido cada una de las palabras de aquella frase.

    - ¿Para qué? –Respondió Carlos mientras bajaba el volumen de la radio desde los mandos en el volante.

    - Porque necesitaba aclarar lo que pasó, mejor dicho... necesito aclarar lo que pasó.

    - Por mi parte no hay nada que aclarar.

    - ¿Nada? –Dije sin dar crédito a lo que oía-. Yo creo que hay mucho que aclarar...

    - ¿Sí? Pues tú dirás...

    - ¿En qué estado queda nuestra relación después de lo que sucedió?

    - Somos hermanos, no hay nada que pueda cambiar eso...

    - Ya, pero... no sé... ¿estás enfadado?

    - ¿Enfadado? ¿Por qué iba a estarlo?

    - ¡Joder Carlos! No me jodas, no puedes hacer como si no hubiese pasado nada... necesito saber que es lo que piensas de lo que pasó.

    - Juan, si lo que quieres saber es si estoy arrepentido, te diré que desde que te fuiste le he estado dando vueltas al tema. Aunque al principio me costó asimilar lo sucedido, ahora, viéndolo en perspectiva, y aunque te suene asquerosamente mal, no me arrepiento de nada. Si dijese que aquel encuentro fue algo casual mentiría. Y a decir verdad aún no sé que nos llevó a hacer algo así, pero quizás no quiero saberlo... creo que va siendo hora de pasar página...

    - Pasar página... –repetí tratando de asimilar todo aquello.

    - Eso es. Somos hermanos Juan, eso no lo puede cambiar nada. Tú eres la persona que más me importa en este mundo y eso no lo puede estropear ni una ni mil noches como aquella.

    - Bien, somos hermanos, y eso es algo que no cambia una noche como aquella, totalmente de acuerdo. Pero lo que sí ha cambiado es lo que piensas de mí... –dije atacando el núcleo de mis preocupaciones.

    - Creo que sé por donde vas Juan, pero yo no pienso nada. Yo sólo sé lo que tú quieras contarme. De lo que sucedió aquella noche los dos podemos sacar conclusiones sobre el otro, pero por mi parte no lo haré... si algún día hay algo que quieras explicarme sabes que puedes contar conmigo.

    - Lo sé, me lo has vuelto a demostrar.

    No hizo falta añadir nada más, me sentí reconfortado con las palabras de mi hermano. Por fin conocía su reacción y lo cierto es que ni en mi previsión más optimista hubiese imaginado algo así. Carlos no estaba enfadado, ni si quiera le había dado un ataque de arrepentimiento post coitus, y aunque no había querido aclarar que es lo que le había llevado a meterse en mi cama y tocarme la polla, lo cierto es que aquella conversación había logrado serenarme después de 30 días de incertidumbre.

    - ¿Qué tal con Ana? –Después de conocer la reacción de mi hermano acerca de nuestro encuentro, lo que más me interesaba saber era qué tal iban las cosas entre Ana y él.

    - Pues mal... muy mal...

    - ¿Y eso? -Pregunté sorprendido.

    - Cuando te fuiste de vacaciones Ana vino a pasar unos días a casa, y creo que fue precisamente eso lo que acabó estropeándolo todo.

    - ¿Habéis roto?

    - Bueno, técnicamente no llegamos a salir...

    - Joder, lo siento –mentí yo, una sensación de cierta satisfacción me invadía-. ¿No funcionó lo vuestro?

    - No, no funcionó. Quizás me equivoque pero creo que Ana aún siente algo por ti, y verse conmigo no la ayudará a olvidarse de vuestra relación.

    - ¿Entonces qué vais a hacer?

    - Nos hemos dado tiempo, creo que necesitamos pensar. Por mi parte creo que tras vuestra ruptura, al estar tan cerca de ella, la había idealizado. Después de convivir durante estas vacaciones, he descubierto partes de Ana que no me gustan... la verdad es que juraría que se acercó a mí para...

    - ¿Putearme? –Añadí yo.

    - Quizás... pero bueno, dejemos este tema. Mejor cuéntame algo tú. ¿Sabes algo de Natalia?

    - Pues mientras he estado de vacaciones hemos estado en contacto. Parece ser que los dos tenemos ganas de intentarlo de nuevo, y espero que esta vez las cosas salgan bien. Le prometí que nos veríamos cuando llegase a Barcelona, mañana la llamaré.

    - Bueno, me alegro de que al menos a uno de los dos las cosas le vayan bien...

    - No desesperes, seguro que pronto encuentras a la mujer de tu vida... –dije yo con una sonrisa.

    - La mujer de mi vida era Sara...

    - Sara es historia, Carlos. No pierdas más tiempo dándole vueltas a algo que ya no tiene solución. Hay mucha gente interesante ahí fuera...

    - Necesito salir más...

    - Eso es, y qué mejor forma para empezar a salir que venir a la cena que ha organizado Ruth esta noche ¿te apetece?

    - Bien, me lo pensaré.

    Cuando llegamos a casa me puse a deshacer la maleta. No sabía con seguridad como había logrado meter toda aquella ropa, lo que sí tenía claro es que iba a tardar un siglo en verla de nuevo limpia y planchada en mi armario. Cuando hube apilado en el centro de mi habitación toda la ropa sucia, la recogí y la llevé al cuarto de la lavadora.

    Miré fijamente aquel aparato de forma cuadriculada, con aquella abertura circular frontal, como si fuese la entrada a un infinito túnel. Contemplé perplejo aquellos botones y aquellas letras ininteligibles. Intenté descifrar unos extraños mensajes en clave escritos junto a los botones: prelavado, blanquear, aclarados, aditivos... ¿Pero que era eso, una lavadora o el ordenador central de la NASA? La miré desafiante una vez más antes de darme la vuelta y salir de allí. Cogí el teléfono y llamé a Concha, la asistenta de mi madre. Cuando colgué, volví a sonreír. Mañana se pasaría a hacerme la colada.

    Cuando terminé de vestirme para ir a la cena con Carlos, Sergio llegó de su viajecito a Madrid. Iba vestido con uno de sus habituales y repetidos polos Lacoste, y unos pantalones de algodón beige.

    - ¿Qué tal por Madrid? –Preguntó Carlos al volver de la cocina con tres vasos de agua.

    - Muy bien, la ciudad está fantástica, como siempre. Además, tenía ganas de ver a mis abuelos.

    - ¿Y el calor qué tal? -Pregunté yo.

    - Pues tanto o más que aquí, pero al menos no hay esta puta humedad que hace que nunca dejes de sudar.

    - ¿Y había alguien por Madrid? Yo pensaba que en verano todos sus habitantes huían de la ciudad –contraataqué.

    - Madrid está preciosa en cualquier época del año. Hay muchas cosas interesantes por ver: el Palacio Real, el Prado, la Puerta de Alcalá, la Plaza Mayor, el Retiro, el parque de la Warner...

    - Vale, vale... aceptamos Madrid como ciudad interesante en el mes de agosto –dije con ironía.- ¿Y que hiciste por allí? ¿Algún congreso de verano del Partido Popular?

    - Haya paz por favor –interrumpió Carlos al ver que Sergio estaba apunto de dispararse-. ¿Y tu familia que tal está?

    - Pues bien, estos días he estado en casa de mis tíos, porque en casa de mis abuelos no hay suficiente espacio. Con mis primos tenemos muy buen rollo, así que les he convencido para que se vengan unos días a Barcelona antes de que empiecen las clases.

    - Es una idea fantástica –respondió Carlos.

    - ¿Se quedarán aquí? -Interrogué yo de inmediato. Si se parecían un poco a Sergio por lo intransigente e intolerante, su visita podía convertir nuestra casa en un nuevo Tercer Reich.

    - Sí, ésta también es mi casa ¿Algún problema?

    - Ninguno –respondió tajantemente mi hermano.

    - Bien Sergio, sentimos no poder quedarnos a escuchar las insuperables ventajas de visitar la capital del Reino de España, también llamada Villa de Madrid, en esta época del año, pero nos vamos a cenar con mis amigos –dije mientras me levantaba del sofá.

    - Que disfrutéis de la segura y tranquila noche barcelonesa pues.

    - ¿Quieres venir con nosotros? –Preguntó Carlos.

    Aquellas palabras me produjeron el mismo efecto que un puñetazo en el estómago. Clavé mi vista en Carlos y él agachó la cabeza. Si las miradas matasen...

    - No, gracias. Prefiero poner todo esto en orden y descansar un poco –respondió Sergio.

    Nada más salir de casa, sujeté a mi hermano del brazo y le detuve en el rellano.

    - ¿Has visto “El Silencio de los Corderos”?

    - Sí, ¿por qué?

    - Si Sergio llega a aceptar tu invitación, Hannibal Lecter te hubiese parecido una niña malcriada comparado conmigo.

    - Sabía que no iba a aceptar –respondió Carlos con una sonrisa.

    Cuando llegamos al Thaï Lounge, el restaurante tailandés donde habíamos quedado, Ruth, Jesús y Jordi ya habían llegado. Saludos de rigor y nos sentamos a la mesa.

    - Estoy muerto de hambre, ¿podemos pedir ya? –Interrogó Jesús.

    - Falta Ángel –dije yo.

    - Y Toni –añadió Jesús.

    - ¿Toni también viene?

    - Sí, Toni y su... “amigo” también están invitados –respondió Ruth.

    Después de tantos días alejado de mis preocupaciones, me había olvidado casi por completo de las vacaciones de Toni en Ibiza. Y por si no fuera lo suficientemente duro saber que Toni tenía un nuevo amiguito, ahora también iba a tener que conocerle.

    El siguiente en llegar fue Ángel. Ruth, Jordi y Jesús ya lo conocían porque coincidimos en Disneyland, así que hice las presentaciones entre Ángel y Carlos. Mi compañero de trabajo miró detenidamente a mi hermano y esbozó una pícara sonrisa.

    Pocos minutos después Toni cruzaba la puerta del restaurante. No pude evitar sonreír al verle. Por desgracia, mi felicidad duró muy poco. Detrás de Toni entró un tío de unos 1,80m, intensamente bronceado, de cuerpo fibrado y pelo teñido del mismo amarillo que usa el Ayuntamiento para pintar la señalización por obras. Unas botas, unos pantalones blancos, una camiseta ajustada de Just Cavalli, unas inmensas gafas de sol para folclóricas fugitivas y un sombrero a lo cowboy completaban la estampa de esta especie de go-go ibicenco fuera de servicio.

    - Buenas noches a todos –saludó Toni con una amplia sonrisa.

    Tras saludar a los recién llegados, nos sentamos y pedimos la cena. Tenía a Toni justo delante de mí, a su derecha estaba sentado aquel híbrido entre un Vigilante de la Playa y uno de los Ángeles de Charlie. La mirada de Toni se cruzó con la mía.

    - Si me disculpáis, enseguida vuelvo –dije mientras me levantaba de la mesa.

    Caminé en dirección a los servicios del restaurante. Entré en el baño y me apoyé en el mármol que sostenía las pilas de los lavamanos. Cogí el teléfono móvil y escribí un mensaje de texto.

    Cuando la puerta se abrió de nuevo, Toni apareció tras ella.

    - No sé porque pero tus miradas furtivas en la mesa y tu inesperada huída hacia el baño me han hecho pensar que necesitabas hablar a solas conmigo... bueno, aunque lo que me ha terminado de convencer ha sido esto –dijo Toni con una sonrisa mientras me enseñaba el mensaje que le acababa de enviar:

    “Necesito hablar contigo. Te espero en el baño”.

    - Veo que tus vacaciones en Ibiza no te han hecho perder la capacidad deductiva –dije con ironía.

    - Y bien, ¿de qué se trata?



    Continuará...

     
  •  

    CAPÍTULO 48.- C O L G A D O S :




    Un poco llamativo tu amigo, ¿no?

    - Bueno, le gusta vestirse así ¿tiene algo de malo?

    - No, no, que va... sólo que no sabía que salieses con el Pájaro Loco.

    - Si lo dices por la pluma, pues sí, tiene pluma... pero nada exagerado. En cuanto al estilo de vestir, cada uno se viste como le sale de los...

    - ¿No me vas a contar nada más de él? –Interrumpí yo.

    - ¿Debería?

    - Somos amigos ¿no?

    - Bien... –dijo Toni lanzado un pausado suspiro-. Se llama Pablo, pero se hace llamar Paul... es muy sencillo –añadió Toni con ironía-. Le conocí hace un par de meses en Arena, y como se iba a currar a Ibiza, me fui con él para conocer la isla. Trabaja de go-go en una discoteca.

    - ¡No me digas! Y yo que creía que era Biólogo e iba Ibiza a estudiar la gran diversidad de la Avifauna en las Pitiusas.

    - Te veo especialmente humorista hoy, quizás tenga algo que ver que hayas vuelto con Natalia...

    - ¿Qué sabes tú de eso? –Interrogué sorprendido.

    - Ruth me contó lo de vuestras interminables llamadas telefónicas. Ahora resulta que a nuestro juguetón Juan ya no le atraen los tíos ¿qué pasa, que en París se te ha pasado el resfriado?

    - Prefiero no hablar de Natalia, aún no hay nada claro. Y el “resfriado” no se me ha curado en París, aunque estas vacaciones sí han servido para serenar mi vida sexual. Pero por lo que a ti respecta, parece que no has perdido el tiempo para buscarte un novio...

    - Paul es tío muy interesante y estamos bien juntos, nada más.

    - Ya veo, ¿y no me has echado de menos? –Pregunté mientras me acercaba a él.

    - Quizás un poco...

    - ¿Sólo un poco? Tendrás que concretar más –respondí mientras mis manos se cerraban tras su cuello y mis labios se acercaban a los suyos. Nos besamos, y aquel beso me hizo recordar lo mucho que deseaba volver a besarle.

    - Juan... –susurró Toni mientras se apartaba de mí.

    - ¿Qué pasa?

    - Estamos en los lavabos de un restaurante, córtate un poco...

    - Bien, bien... ya me calmo. Tenía ganas de verte ¿sabes? –Dije con una sonrisa.

    - Yo también –respondió él.

    - Y ya que ahora no es un buen momento, ¿crees que podremos vernos pronto?

    - Jejeje... estoy flipando contigo. Claro que podemos vernos, pero no para follar, Juan. Por petardo que te parezca, el chico que está ahí fuera me interesa y se merece el mismo respeto que él me tiene. No puedes entrar y salir de mi vida cuando te salga de los huevos –dijo Toni con cierta rabia.

    - Pensaba que sentías algo por mí –dije confuso.

    - ¿Sentía? Joder claro que siento algo por ti. Desde el primer día en que te vi cuando coincidimos en la misma clase en el instituto, desde aquel día hasta ahora he estado colgado por ti. A pesar de que te la chupase en el coche y me dejases tirado en mi casa, a pesar de que tras acostarnos por primera vez casi me rompieses la cara, a pesar de que te acostaras con Javier sabiendo que sentía algo por él, a pesar de que me hayas usado sólo cuando estabas caliente. A pesar de todo sigo estúpidamente colgado de ti. Fíjate, me oigo y parezco el protagonista de un estúpido culebrón latinoamericano, me siento incluso ridículo diciéndote todo esto, pero necesito decirlo. No puedes pedirme que me limite a estar ahí cuando tu polla se pone dura...

    - Lo siento, no sabía nada de todo esto –balbuceé.

    - ¿No lo sabías Juan? Quizás no, pero te lo podías haber imaginado.

    - Y si sientes todo eso por mí, ¿qué pinta Pablo en tu vida?

    - Pues algo parecido a lo que pinta Natalia en la tuya, rellenar un hueco. Bastaría con que me dijeses que sientes algo parecido a lo que yo siento por ti para que Paul se volviese nadando a Ibiza. Pero mientras, déjame descubrir que hay vida más allá de “Juan”.

    - Bien, inténtalo, seguro que lo consigues –susurré mientras salía del baño.

    No pude ver su reacción, pero estaba seguro de que aquella no era la respuesta que Toni hubiese querido escuchar, pero por mi parte no podía hacer nada más. A pesar de sentir un innegable aprecio por Toni, le consideraba un amigo más. El amor no era un sentimiento compartido en aquel caso. Amar a otro hombre... quizás la ocasión en la que más cerca estuve de ese sentimiento fue con David, y sólo había que ver como terminó todo.

    - ¿Y qué tal te fue por París, Jordi? –Preguntó Carlos cuando llegué a la mesa.

    - Bueno, bien... no hay mucho que contar...

    - ¿¡Qué no hay mucho que contar!? –Exclamó Jesús-. Pero hombre, cuéntale que conociste a una preciosa mulatita de Isla Mauricio que te tiene el corazón robado... jejeje. ¿Cómo se llamaba, Tour?

    - Se llama Noor... idiota. Y no me apetece hablar del tema.

    - Bueno... Jordi enamorado, eso sí que me sorprende –dijo Carlos con una sonrisa.

    - Seguro que no es ninguna novedad, lo que pasa es que no le gusta hablar de su vida privada –dijo Ruth en su defensa.

    - Se conocieron cuando estábamos visitando el Centro Pompidou, y es normal que Jordi se fijase en Knorr, era la única cosa bonita dentro y fuera de aquel edificio ¡Dios mío que feo! Las naves industriales del Polígono de la Zona Franca son más atractivas que el Pompidou –bromeó Jesús.

    - Cariño, diría que no acabaste de entender el significado del edificio, claro que si tenemos en cuenta que el adosado de tus padres es la máxima expresión de la arquitectura del siglo XX que conoces... –se mofó Ruth.

    - Habló la arquitecta... jejeje. Vale, no tengo ni idea de arte, pero para belleza la del ligue de Jordi, ¡que buena estaba Jour!

    - Joder que pesadito estás Jesús. ¡Se llama Noor! Y olvídate de ella.

    - Bueno, mejor cambiemos de tema –dijo Ángel para reducir tensiones-. ¿Os gustó Disneyland?

    - Joder, eso sí, ves... Disneyland sí que me gustó. Nada que ver con los parques temáticos de este país. Tan cuidado, tan limpio, tan buen servicio... joder, alucinante. Por no hablar del Walt Disney Studios... –dijo Jesús entusiasmado.

    - Lo mismo digo, me encantó. Nunca me había subido a una montaña rusa cubierta –añadí yo.

    - ¿Y qué me decís de la Rock‘N’Roller Coaster? No me digáis que no fue brutal... –dijo Jordi emocionado.

    - Sí, brutal, todo el Resort es increíble. Pero en lo que no estoy de acuerdo es en lo que has dicho de los parques temáticos de este país –le dijo Ángel a Jesús-. He estado en todos excepto en Isla Mágica y todos tienen su punto fuerte. Por cierto, si queréis ir a Port Aventura, tengo entradas.

    - Me apunto... bueno, nos apuntamos ¿verdad Ruth? –Dijo Jesús sin vacilar.

    - Bueno, por mí bien –dijo Ruth.

    - Lo mismo digo –añadió Carlos.

    - Podría estar bien –respondí.

    - Perfecto, pues ya concretaremos el día... –respondió Ángel con una sonrisa-. Os voy a demostrar lo que da de sí un parque temático como Port Aventura.

    Cuando terminamos de cenar, nos despedimos y nos fuimos camino de casa. Al día siguiente me reincorporaba al bufete y no era cuestión de alargar más la velada. Estaba cansado del viaje, pero me alegraba de que Ruth hubiese organizado aquella cena. Ángel había caído simpático a mis amigos, incluso Carlos se sintió a gusto entre nosotros. Me alegré de volver a tener un grupo de amigos después de tanto tiempo de distanciamiento. El único “pero” fue el novio de Toni, que si exceptuamos sus conversaciones con Toni, no tuvo demasiadas palabras para los demás.

    - Menos mal que finalmente Sergio no decidió venir a la cena... –susurré cuando volvíamos a casa.

    - ¿Por qué lo dices? –Preguntó Carlos.

    - Porque si llega a ver al novio de Toni le da algo...

    - Ya, el tal Paul no es lo que se dice discreto en la forma de vestir, pero bueno, no parece mal tío. Quizás si se hubiese dignado a decir algo durante la cena me hubiese caído algo más simpático...

    - No sé como Toni puede salir con alguien tan vacío.

    - No puedes juzgarle por su forma de vestir o su trabajo. De hecho ni si quiera le conocemos, igual es un tío estupendo. Toni es un hombre con criterio... no hay que olvidar que tiene un Mini –dijo Carlos con una sonrisa.

    - Con los hombres parece que no tiene tan buen criterio.

    - Pareces preocupado por él...

    - Claro, es mi amigo ¿no? –Dije yo sintiéndome descubierto. Tanto interés por los rollos de Toni no era fácilmente justificable.

    - Claro... –respondió Carlos.

    Llegamos a casa y fui a desvestirme a mi habitación. La conversación con mi hermano en el coche no terminaba de salir de mis pensamientos. Horas antes Carlos me había prometido no juzgarme por haberle chupado la polla, pero a la mínima oportunidad había aprovechado para recriminarme mi interés por Toni. Me senté en el borde de la cama y me bajé los pantalones. Recordé como nos habíamos besado Toni y yo en los lavabos del restaurante. Me empalmé.

    Me estaba acariciando la polla por encima de la ropa interior cuando me detuve a pensar una vez más en la actitud de Carlos. Quizás hacia unos meses me hubiese importado que Carlos dudase de mi heterosexualidad, pero ahora... después de haberle comido la polla ¿tenía mucho sentido que siguiese preocupándome por ello? Quiero decir, si Carlos pensaba que a su hermano era una especie de todo-terreno sexual ¿qué importaba ya?

    Me quité los boxers. Mi polla estaba totalmente dura. Me acaricié con suavidad el tronco hasta llegar a los huevos. Toni o Natalia, hombre o mujer... sonreí. Por primera vez veía algo positivo en mi situación... mis posibilidades de ligar en una noche de marcha se habían duplicado. Si la vida fuera un Ferrari Enzo, se podía decir que iba a pisar el acelerador.




    Continuará...

     
  •  

    CAPÍTULO 49: UNA CHICA COMO TÚ.


    El que dijo que trabajar es vida o que honra a las personas seguro que no trabajó en su vida. Septiembre, mes de vuelta a la actividad... vuelta al colegio, al trabajo, a la actividad política, a la programación habitual de las cadenas de TV... en Septiembre todo vuelve y sólo hay algo que se va: tus vacaciones, extrañas compañeras que no verás hasta dentro de un año. Casualmente, el aumento de la actividad en mi vida es inversamente proporcional a mis ganas de trabajar.

    Posiblemente no haya un sonido más odioso en el mundo, después de un Directo de Enrique Iglesias, que el sonido de un despertador. Ese repetitivo y doloroso ruidito junto a tu cabeza que te recuerda cuan desgraciado eres por no haber nacido hijo del Sultán de Brunei.

    Después de una reconfortante ducha me he arrastrado hasta la cocina, Sergio estaba devorando un plato de cereales con fibra. No me ha parecido demasiado entregado a una conversación matinal sobre el tiempo u otros temas de igual trascendencia, así que he optado por pasar lentamente junto a la Fiera casi dormida, y me he servido un bol de Choco Krispies... algún día creceré, aunque no sé cuando.

    - Mis primos llegarán pasado mañana –ha rugido Sergio sin previo aviso.

    Del susto casi pierdo el control de la cuchara y me lanzo por encima de mi traje de Roberto Verino la leche y los cereales.

    - Pues muy bien... –he dicho sin más.

    - Te lo digo porque parece que no te gusta demasiado la idea.

    - ¿Cambiaría algo si te dijese que no me gusta la idea?

    - No –ha respondido Sergio con rotundidad-. Mi primo y yo dormiremos en mi habitación y mi prima en la cama del despacho.

    - Claro... –he respondido. Era obvio que en casa de Sergio los chicos duermen con los chicos y las chicas con las chicas. Así les va.

    - No causarán ningún problema, así que te agradecería que fueses simpático con ellos.

    - Lo seré, no conozco de nada a tus primos, así que les concederé el beneficio de la duda. Pero que quede muy claro que no lo hago por ti –he dicho tajantemente.

    - Veo que aún me guardas rencor por poner orden en la fiesta de inauguración del piso.

    - El único desorden en el que deberías poner orden es en el que tienes dentro de tu cabeza.

    - Para desordenes, en este caso morales, los de tus amiguitos...

    - Sergio, no empecemos a discutir de nuevo –le he dicho yo cansado de batallar siempre por el mismo tema-. Hagamos una tregua hasta que se marchen tus primos...

    La Fiera me ha mirado con ojos incrédulos y sin decir nada más, ha dejado el plato en el lavavajillas y ha salido de la cocina. Yo he hecho lo propio con mi plato y he salido camino del despacho. Mi hermano no estaba en casa, así que he deducido que ya debía haber salido.

    Puntual como un reloj de sol en un día nublado he llegado a “Lafarge i Associats”. Cuando entraba en el edificio pensando en Sergio y en la vista de su familia, deseándole que algún día la vida se encargue de demostrarle que hay que aprender a respetar a los demás, me cruzado con un hombre que me ha resultado familiar.

    - ¡Juan! ¿Qué tal las vacaciones? Pasa, pasa... entremos en mi despacho... quiero hablar contigo –me ha soltado un bronceado señor de unos 50 años que aparentaba ser mi padre 3 semanas de sol africano después y 21 días de cócteles bajo las palmeras de un complejo recreativo después.

    - Te veo muy... muy...

    - ¿Bronceado? –Ha dicho Ricardo con una sonrisa.

    - Oscuro diría yo... ¿has descubierto tus orígenes africanos en tu visita a las Seychelles?

    - Muy gracioso hijo... pues mis orígenes quizás no, pero los orígenes del mundo creo que sí. Aquello es como estar en el paraíso, menos mal que Sara escogió el destino...

    - Me alegro. Supongo que ella habrá disfrutado como una niña pequeña... –algo que se entiende si valoramos su madurez mental.

    - Sí, sí... está fascinada. Se quedó prendada de las tortugas gigantes, de la playa de Anse Source d’Argen en la isla granítica del La Digue, de los cientos de pájaros que vimos en Bird Island, de la gastronomía... ¡de todo!

    - Vaya, algo espectacular por lo que veo...

    - Algo sin comparación. Dios, si hasta probé el Fruit Bat al Curry...

    - ¿Bat? ¿¿Murciélago?? –He preguntado sorprendido.

    - Sí hijo, sí... por Sara soy capaz de comer incluso ratas con alas... jejeje.

    - Eso es amor... jejeje.

    - ¿Y tus vacaciones cómo han ido?

    - Muy bien, me he pasado el mes entero en el ático de los abuelos de una amiga en el centro de París...

    - ¿Ah sí? ¿En qué parte, Les Tulieres, el Marais...?

    - En Saint Germain-des-Prés, muy céntrico. Aunque qué te voy a contar yo de París... si el abuelo nació allí.

    - Cierto, aunque lo que conozco de París lo conozco por los viajes que hice con tu madre. De pequeño apenas tengo recuerdos, tu abuelo vino a España cuando yo aún era un crío. ¡Ay que tiempos más duros! Ojalá nos hubiésemos quedado en Franc...

    - Bueno... –he interrumpido yo- me encantaría escuchar una vez más como el abuelo conoció a la abuela, se enamoró ciegamente y lo dejó todo por ella, pero creo que debería ponerme a trabajar ya ¿no? –He dicho yo con ganas de no escuchar una vez más las batallitas de la familia Lafarge.

    - Cierto, se me había ido el santo al cielo. Pero antes una cosa más...

    - Dime...

    - Cuando acabes la pasantía, Valeria pasará a ser tu secretaria, o sea que cualquier cosa que necesites, ya sabes donde la tienes. También me gustaría recordarte que sería bueno que hicieses turno de oficio...

    - Había pensado en ello, gracias.

    - Pues eso es todo... ahora te dejo ir que deben estar esperándote en el Departamento de Penal...

    - Nos vemos luego Ricardo –he dicho mientras caminaba hacia la puerta del despacho.

    - Juan...

    - ¿Qué?

    - ¿Alguna francesa interesante en París?

    - Prefiero el producto nacional... –he dicho con sorna antes de salir huyendo de aquel despacho.

    Por lo visto estas vacaciones en el paraíso no han hecho que mi padre se olvide de mi vida privada y me deje vivirla en paz. Quizás me obsesione, quizás él no lo haga con mala intención, pero me revienta que me pregunten si tengo novia. Quizás porque aún no sé si la tengo. Natalia... todo eso me ha hecho pensar en ella. Así que al llegar a mi mesa, la he llamado.

    A la hora de comer, me he reunido en el mismo restaurante de siempre en L’Illa Diagonal con Ángel.

    - Estuve muy a gusto en la cena, tus amigos me han caído muy bien, parecen buena gente –ha dicho Ángel.

    - Y lo son, pondría la mano en el fuego por ellos. Me alegro de que te hayan causado buena impresión...

    - Y tú, ¿te lo pasaste bien? Me pareció que estabas algo incómodo.

    - Estuve bien, sí... quizás algo sorprendido por el novio de Toni...

    - Se nota que no has salido por el ambiente. Hombre, no te negaré que iba un poco extremado, pero a mí me gustó como viste. Me apuesto a que era ropa de marca...

    - Bueno, la camiseta era de Just Cavalli, los pantalones de Ovlas, las gafas de Gucci, el sobrero y las botas no parecían muy buenos, y el reloj era un Tag Heuer de imitación –he respondido.

    - Joder... eso es dominio –ha respondido Ángel sorprendido.

    - Sólo hay que fijarse un poco...

    - Y de esa exhaustiva descripción deduzco que el peculiar Paul no es lo suficientemente pijo para tu gusto, ¿no?

    - Ser pijo no es sólo tener dinero, el tal Pablo ni vestido de Dior tendría clase, glamour o elegancia. Es simplemente un hortera. No sé que ve Toni en él.

    - Jejeje... quizás tiene algo que ver que tenga cara de niño travieso, unos bíceps de hierro, un pectoral tan magistralmente dibujado, unas piernas de infarto, un culo perfecto...

    - Ejem... –he carraspeado yo con la prudente intención de acotar los comentarios de Ángel-. Creo que te he entendido.

    - Jajajaja... perdona, es que cada uno se fija en lo que puede. Pero lo que sí es curioso es que entiendas tanto de moda. Ya ves, yo soy gay y cuando voy de compras parece que me están torturando. Si por mi fuese me compraría un solo pantalón y un solo jersey en todos los colores posibles. ¡Ay! Esos tópicos...

    - Bueno, no tiene nada de especial que me interese por la moda. Pero tienes bastante razón en que aún pesan muchos tópicos en cada orientación sexual. A mí personalmente me encanta ir de compras, es más, incluso me relaja...

    - Claro, con ese cuerpo te queda todo bien, así cualquiera se compra ropa.

    - Bueno, mis horas en el gimnasio me ha costado... –he respondido sintiéndome halagado.

    - Seguro... ¿y todo lo tienes tan musculado?

    - Pues no, hay músculos que ejercito con menor frecuencia –he dicho con una sonrisa irónica.

    - Tengo unas tablas de ejercicio muy buenas para eso ¿quieres que te ayude? –Ha bromeado Ángel.

    - Creo que si necesito ayuda, se la pediré a mi novia... –he respondido sin dejar de sonreír.

    - Vaya, vaya... así que has vuelto con Natalia –ha preguntado Ángel algo decepcionado.

    - Pues hemos quedado esta tarde. Durante el tiempo que he estado en París hemos hablado mucho. Personalmente necesito darme una nueva oportunidad...

    - ¿Para intentarlo con Natalia?

    - Para intentarlo simplemente...

    - No entiendo... –ha dicho Ángel arqueando las cejas.

    - Es una historia muy larga, quizás algún día te la cuente...

    Después de comer hemos vuelto al despacho. Listos para una tarde más de burocracia, papeleo para pasantes y búsqueda de jurisprudencia. Afortunadamente en el Departamento de Penal de la firma no nos han faltado apoyos. Pero si algo me ha resultado realmente útil para empezar con buen pie la pasantía, es la compañía de Ángel. Entre él y yo se instaló el buen rollo desde el día en que nos conocimos, por ello me alegra saber que se siente cómodo junto a mis amigos, que encaja en el grupo. En ocasiones, cuando conoces a alguien, conectas con él, sientes un feeling especial y algo te dice que puede surgir una verdadera amistad, con Ángel me ha sucedido algo parecido.

    Al terminar el trabajo, he salido del despacho en dirección a casa de Natalia. Conduciendo por la Diagonal me ha vuelto a la cabeza la conversación con Ángel. Mi compañero de trabajo no me ha entendido cuando le he dicho que necesitaba darme una nueva oportunidad. No se trata de darle una nueva oportunidad a mi relación con Natalia, se trata de darme una nueva oportunidad para salir con una chica. Que me gusten también los tíos no tiene porque querer decir obligatoriamente que debo pasar de las tías. El problema sigue siendo cómo hacerlo compatible.

    Durante mis vacaciones en París, he logrado dejar de pensar continuamente en el sexo, claro que después de mantener una relación sexual con tu hermano más propia de un relato porno que de la vida real, se podría decir que mi vida sexual era lo último que me importaba, y quizás eso me ayudó a centrarme en Natalia, en volver a tomarme una relación con una chica tan interesante como ella con verdadero interés. Pero ahora que he vuelto a poner los pies en mi ecosistema natural, donde la fauna sigue siendo la misma y el peligro vuelve a acecharme, las dudas vuelven a encenderse lentamente en mi cabeza. Un beso de Toni en los labios la noche de la cena ha sido suficiente para recordar cuanto he disfrutado teniendo sexo con otro hombre ¿y ahora qué? Ahora Natalia, luego ya veremos... al menos me tranquiliza saber que Toni no cederá a mis tentativas ahora que tiene a Kent Go-Go de Mattel por novio.

    He llegado a casa de Natalia y me he detenido en doble fila frente a su edificio. Una llamada perdida a su teléfono móvil y a esperar. Mientras, he puesto en marcha el equipo de música. Dos minutos después, Natalia ha cruzado la puerta del portal, y la canción “A girl like you” de Edwyn Collins ha puesto la banda sonora a su reaparición. Con mis ojos clavados en ella he tenido la sensación que el tiempo se ralentizaba, sus acompasados movimientos al caminar parecían filmados a cámara lenta. Con la piel muy bronceada, su largo y fino cabello castaño oscuro deslizándose por sus hombros y su espalda, con sus expresivos ojos marrones mirándome, con una sonrisa perfecta. Vestida con una mínima falda tejana y una camiseta ceñida que dejaba a la vista su liso abdomen y su piercing en el ombligo, no recordaba una imagen tan poderosamente atractiva de Natalia desde la fiesta en el ático de Rafa donde nos conocimos.

    Cuando ha entrado en el coche, su ya de por sí corta falda ha escalado un par de centímetros más dejando a la vista la continuación de unas piernas largas y firmes.

    - Empiezo a entender porque este verano hemos padecido una ola de calor... –he dicho con una sonrisa.

    Natalia se ha acercado a mí. Sus labios han rozado los míos en un suave contacto y su mano me ha acariciado el cuello.

    - Tenía muchas ganas de verte... muchas.

    - Yo también –he dicho embobado-.

    - ¿Sabes? Estos días he estado pensando en nosotros, tenemos mucho de lo que hablar...

    - Cierto, y creo que conozco el sitio perfecto para hablar de nosotros...





    Continuará...
     
  •  

    CAPÍTULO 50: NATALIA RELOADED.

    Al llegar al Park Güell el sol estaba empezando a ponerse. Hay lugares y construcciones en Barcelona que destacan por su interés cultural, por su historia o por su monumentalidad, pero el encanto y la magia que desprende el Park Güell lo convierte en un lugar irrepetible. Tras cruzar la majestuosa puerta principal de forja, hemos subido por las escaleras donde reposa el dragón de trencadís ideado por Gaudí, y hemos caminado hasta llegar a la imponente explanada rodeada por el serpenteante banco de baldosas.

    Después de más de un mes sin ver a Natalia, este encuentro tenía un significado especial para los dos, y por ello, ningún lugar mejor que esa especie de retal de un cuento, de esa especie de mundo paralelo en sutil contacto con el real.

    - Adoro este sitio –he dicho abrazando a Natalia-. Tenía ganas de volver aquí...

    - Bueno, es un parque curioso... –ha dicho ella sin más.

    - ¿No sientes cómo te envuelve la fantasía, el genio de Gaudí? Fíjate –he dicho señalado con mi mano abierta hacia la imagen de Barcelona que se extendía a nuestros pies-. La vista es perfecta, es como si Gaudí hubiese imaginado que este lugar se convertiría en un perfecto mirador para contemplar el esplendor de Barcelona.

    - Te veo muy... poético ¿no? –Ha dicho Natalia con una sonrisa traviesa.

    - Bueno, sólo quería buscar un lugar que intentase, aún sin conseguirlo, competir con tu belleza... –he dicho yo con una sonrisa.

    Natalia no ha respondido, sólo ha acercado sus labios a los míos y nos hemos besado. No hay nada como un elaborado cumplido para tumbar la voluntad de una mujer, ese es el verdadero “efecto Axe”.

    - ¿Sabes? Creo que esta vez intentaré hacer las cosas mejor... –Natalia me ha mirado con incredulidad- me refiero a que intentaré ser más paciente. Soy consciente, por nuestras conversaciones, que hay pasos que te apetece dar con más seguridad. Debí haber respetado tu postura desde el principio... –he dicho sin vacilar.

    - Bien, quizás yo también he sido algo desconfiada, quizás ya va siendo hora de relajarme un poco cuando estoy contigo...

    Siguiente golpe de efecto, le das la razón a una mujer, reconoces haberte equivocado y las posibilidades de que ella recapitule y se replantee sus ideas son realmente elevadas. Transmitir confianza, de eso se trata.

    - Bien, estoy seguro que podemos intentarlo y esta vez seguro que con más éxito. He pensado mucho en ti durante estas vacaciones, te he echado mucho de menos –he dicho con suavidad, acariciándole suavemente el brazo.

    Otro beso. Transmitir confianza y hacerla sentirse querida. Parece que finalmente voy conociendo mejor a Natalia. Y esta vez no pienso equivocarme de nuevo... el sexo no lo es todo, aunque a veces sea lo único que nos interesa. Conocer a Natalia y compartir tiempo y experiencias con ella se ha convertido en un reto. El sexo debe pasar a un segundo plano.

    - Bien, estoy segura que nos merecemos otra oportunidad –ha respondido Natalia mientras posaba su mano sobre mi pierna, muy cerca de mi entrepierna. El contacto de sus dedos tan cerca de mi polla me ha nublado la vista... son ya muchos días de necesidad y de amor propio en soledad, cualquier mano ajena es siempre bienvenida.

    - ¿Y qué tal están tus amigos? –He dicho para recuperar en cierta manera mi autocontrol y no abalanzarme sobre Natalia y follármela ante la incrédula mirada de unos nipones dotados de la última tecnología en fotografía y video digital.

    - Pues no muy bien, el grupo se ha distanciado bastante. Lo cierto es que yo sólo quedo con Alba y Humberto...

    - ¿Y eso? –He preguntado intuyendo la respuesta.

    - Desde el viaje a Deltebre Marc y Damián se han ido distanciando del grupo, y los que quedamos cada vez nos vemos menos. Supongo que la semana que viene cuando empiecen otra vez las clases volveremos a vernos más a menudo, pero será difícil recuperar el buen rollo. Ojalá pudiese hacer algo para acercar de nuevo al grupo...

    - ¿No has hablado con Marc o Damián del motivo del distanciamiento?

    - Pues a Damián no le he visto, con Marc quedé hace un par de días. Me llamó y me dijo que necesitaba verme para hablar, pero el día que quedamos no estuvo precisamente muy hablador, parecía preocupado. Sobre sus problemas con Damián, me dijo simplemente que le había fallado y que pasaba de él...

    - ¿Nada más? –Pregunté yo sin poder contenerme.

    - Nada más ¿por qué lo preguntas? ¿Sabes tú algo?

    - Nada, nada... yo no sé nada –dije con toda la naturalidad que puede tener una Ministra de Exteriores mintiendo sobre la Guerra de Irak.

    Seguíamos abrazados, en silencio, cuando han empezado a caer unas finísimas gotas de lluvia de un cielo ligeramente cubierto por las brumas. Tras un verano de calor desesperante, parece que nos espera un otoño de cielos cubiertos y lluvias frecuentes. Ya lo dicen, todo lo que sube tiene que bajar, y el agua no es una excepción en este caso.

    Hemos vuelto al coche cuando la lluvia ha empezado a descargar con fuerza sobre la ciudad. Natalia ha cerrado la puerta con fuerza, huyendo de la densa cortina de agua, y me ha mirado en silencio.

    - Ufff... estoy helada...

    - ¿Eso es una invitación a que te dé calor? -He preguntado con una sonrisa burlona.

    - No, es una invitación a que enciendas la calefacción.

    - ¡A la orden mi capitán! Encendemos las calderas... –he dicho mientras ponía en marcha el motor y regulaba la temperatura en el climatizador.

    Después silencio. Natalia se ha acurrucado en el asiento, buscando esa sensación de calor y confort que uno necesita sentir cuando la lluvia le ha calado hasta los huesos. He posado mi mano sobre la suya y he empezado a acariciársela.

    - Creo que necesitaré tu ayuda para recuperar la temperatura... –me ha susurrado ella rozando con sus labios el lóbulo de mi oreja.

    Un abrazo... un abrazo distinto a los últimos abrazos que he dado. Aunque resulte absurdo, abrazar a una chica no me produce el mismo efecto que abrazar a un hombre. Estrechar entre tus brazos un cuerpo como el de Natalia, con una piel suave y tersa, rodearla por completo con tus brazos, mientras sientes esa pequeña sensación de poder o superioridad, mientras sientes que serías capaz de protegerla, de salvarla con ese abrazo. Encajar su cuerpo y el mío armónicamente. Mientras que con otro hombre el abrazo quizás constituya una unión entre iguales donde tú no sólo proteges, si no que también transpiras debilidad. Distintas sensaciones, imposible olvidarlas cuando las has vivido con tanta intensidad.

    Sus labios besándome el cuello mientras sus manos me acariciaban el pecho han puesto en marcha esas sutiles conexiones que activan la mitad inferior de tu cuerpo. Una erección histórica no se ha hecho esperar y Natalia ha deslizado su vista sobre la zona como aquel que acaba de avistar algo que teme pero que llama poderosamente su atención.

    Ya en mitad de una batalla entre Natalia, el cambio de marchas y yo, mis manos han escalado por sus piernas hasta colarse bajo la frontera artificial de su falda tejana. Un mes de ausencia, tener conciencia de que podía perderme y escuchar mis buenas intenciones ¿hay una receta mejor para llegar hasta una mujer?

    Mis dedos han rozado su ropa interior y mis labios y me lengua han recorrido su cuello y su boca. En un súbito arranque de pasión la mano de Natalia ha apresado mi polla por encima de la ropa. Mi lengua se ha hundido en la profundidad de su boca convirtiendo ese beso en algo electrizante. Rítmicamente sus dedos han empezado a recorrer la extensión de mi polla por encima de los pantalones en una especie de paja casta y pura.

    Y de pronto la estridente versión polifónica de la canción “Bon dia” del grupo catalán Els Pets ha empezado a sonar en mi teléfono móvil. Natalia y yo nos hemos quedado quietos, recuperándonos de aquella intromisión tan inoportuna.

    - Contesta, puede ser importante... –me ha dicho recuperando la conciencia.

    - ¿Sí? –He respondido desde el manos libres. Silencio al otro lado-. ¿Sí? –He insistido.

    - Parece que no hay nadie... –ha murmurado Natalia justo antes de oír como nuestro interlocutor colgaba.

    - Se habrán equivocado... –he dicho sin más.

    Casi sin tregua he vuelto a posar mis manos sobre Natalia y nos hemos vuelto a besar. Mis manos han acariciado por encima de su ropa sus pechos proporcionados sin dejar de besar su cuello. Los dedos de Natalia han empezado a desbrochar los botones de mi camisa empezando a descubrir mi definido, y depilado, pecho.

    Y de nuevo el móvil. He contestado con rapidez, para intentar evitar más interrupciones... y al otro lado únicamente silencio. Esta vez he colgado yo.

    - Joder, quién coño debe ser... –he bramado.

    - ¿No tienes el número en la agenda?

    - Llamada con número oculto... –he suspirado.

    Seis llamadas después he decidido apagar de una vez el teléfono móvil, pero ya ha sido demasiado tarde para volver a encender a Natalia, que entre la ropa mojada y el corte de rollo que ha supuesto el gracioso de las llamadas, me ha acabado pidiendo que la llevase a casa. El sexo no lo es todo, el sexo no lo es todo, el sexo no lo es todo... me he repetido mientras insertaba la primera y salía del aparcamiento dejándome parte de la goma de los neumáticos en el asfalto.

    Después de dejar a Natalia, he vuelto a casa. La lluvia no ha cesado ni un momento y me ha calado hasta los huesos durante la caminata que separa el parking de mi casa. No ha sido hasta llegar al portal del edificio cuando me he dado cuenta de un imperdonable error... me había dejado las llaves en casa. Tras el susto inicial, me he tranquilizado, Sergio o mi hermano ya debían estar en casa. He pulsado el botón de nuestro piso en el portero automático pero no ha habido respuesta. Tras 10 intentos he acabado desistiendo y me he sentado en el suelo del portal apoyado en la puerta, mirando hacia la calle, cabreado conmigo mismo por mi propia estupidez.

    En eso estaba cuando mi vecino ha llegado al portal huyendo de la lluvia.

    - Hola... mmmm...

    - Juan –he dicho yo.

    - Eso, hola Juan... ¿qué haces en sentado en la calle con la que está cayendo?

    - Me he dejado las llaves y mi hermano no ha llegado aún –he dicho con voz de idiota.

    - Pues pasa, pasa... que aquí fuera vas a pillar un catarro –ha dicho Víctor mientras abría la puerta del portal.

    - Gracias.

    Hemos subido juntos en el ascensor y al llegar a nuestro rellano Víctor se ha encaminado hacia la puerta de su casa. Justo cuando la ha abierto se ha girado hacia donde estaba yo.

    - Pero hombre, no te quedes en el rellano, puedes entrar y esperas aquí a tus compañeros de piso, ¿sí? –Ha dicho Víctor con una pícara sonrisa.

    - Bueno... no sé... –he dicho yo dudando.

    - Bueno, como quieras, yo ahora voy a ponerme mi bata de cola, las plumas y la mascarilla de pepino para suavizar la epidermis...

    - ¿Cómo? –he dicho yo perplejo.

    - Era broma... –ha dicho guiñándome el ojo.

    - Jejeje... bien, los esperaré en tu casa pues.

    He entrado detrás de Víctor. Tras cruzar el recibidor, decorado con un minimalista mueble de diseño con espejo y un perchero de madera, hemos entrado en el comedor, decorado con unos muebles que me resultaban muy familiares por su claro origen Ikea.

    - Voy a quitarme esta ropa mojada y a darme una ducha. Si te apetece sírvete tu mismo algo de beber o comer...

    - Muy bien, gracias.

    Víctor ha desparecido por la puerta del comedor y yo he ido hasta la cocina, estaba muerto de sed, así que ni corto ni perezoso me he servido un par de vasos de agua. Después he vuelto al comedor y he echado un vistazo a las estanterías. Novelas, algunos libros de arte, guías de viaje, películas porno gay... vamos, nada que me haya sorprendido.

    - ¿Qué echando un vistazo a mi filmoteca? -La voz de Víctor desde le entrada del comedor me ha sobresaltado.

    - Perdón... –he respondido sintiéndome sorprendido.

    - No te preocupes, no hay nada que no puedas ver...

    Y entonces le he mirado. No había reparado en que Víctor acababa de salir de la ducha y sólo llevaba un albornoz rojo y negro con las iniciales de Carolina Herrera reproducidas hasta la saciedad. Con 40 años, de pelo moreno, Víctor tiene cierto encanto, aunque en su gesto y en su cuerpo se aprecia que ha exprimido intensamente la vida, quizás con demasiada intensidad.

    - ¿Te gusta alguna? –Ha interrogado Víctor señalando las pelis.

    - No, no... no son mi estilo –he dicho yo con fingida decisión.

    - Lástima... –ha murmurado-. Por cierto, puedes quitarte la ropa mojada y la ponemos en la secadora... si quieres, claro. Aunque algo me dice que no lo harás...

    - ¿Por qué no iba a hacerlo? –He preguntado con rebeldía.

    - Porque tienes miedo a que me lance encima de ti, si te pareces a tu compañero de piso seguro que lo estás temiendo...

    - Sergio y yo no tenemos nada en común y mucho menos nuestra visión sobre la homosexualidad.

    - Cierto, Sergio no hubiese accedido a entrar en mi casa...

    - Sergio es un gilipollas... –he dicho mientras empezaba a quitarme la ropa.

    Mentiría si dijese que en aquel momento no estaba pensando en la posibilidad de que Víctor intentase algo conmigo. A pesar de que no me resultaba demasiado atractivo físicamente, la posibilidad de que se abalanzase sobre mi polla necesitada de atenciones y me hiciese una mamada de película se me ha antojado realmente apetecible.

    Me he quitado la camiseta, los pantalones y los calcetines quedándome únicamente con unos boxers ajustados de una marca que empieza por Calvin y acaba por Klein.

    - Te preguntaría si vas al gimnasio, pero es obvio que sí... y te preguntaría si eso que marca tu boxer es una erección, pero creo que también conozco la respuesta...

    - Son las llaves... –he dicho yo con una sonrisa maliciosa.

    - Bueno, podría colar si no fuese porque te las has dejado en tu casa... jejeje.

    - Vale, entonces es la polla, no hay duda...

    - ¿Y los boxers no te los vas a quitar? Seguro que también están mojados.




    Continuará...

     
  •  


    CAPÍTULO 51. HACIENDO EL PRIMO.


    No fue hasta el día después de mi visita a casa de Víctor cuando empecé a hacer balance de lo que había sucedido la noche anterior. Cuando decidí quitarme los boxers delante de mi vecino con toda la cara dura del mundo, Víctor entendió que efectivamente mi visión de la homosexualidad no se parecía en nada a la de Sergio. Digamos que dedujo que yo era ligeramente más abierto... de miras.

    Desde el día que vimos a Víctor en el rellano cuando estábamos con el agente de la inmobiliaria echando un vistazo al piso, no hubo duda de que Víctor entendía. No es que perdiese más aceite que José Manuel Parada, pero era bastante evidente que mataría por una buena polla. Por lo tanto, lo que vino después, mi visita a su casa y mi posterior striptease, eran bastante previsibles. Tan previsibles como la respuesta de Víctor al verme desnudo en el comedor de su casa. Y es que la propia palabra ya lo dice, ¿para qué sirve un comedor? Pues para comer, y eso es lo que hizo Víctor... comerme la polla. Y no se puede decir que lo hiciese mal, más bien al contrario, era todo un experto mamador.

    Sin vacilar, me lanzó sobre el sofá y clavó sus rodillas en el suelo clocándose entre mis piernas. Con una mano sujetó la polla mientras que con la otra me acariciaba los huevos. Sus labios se cerraron con fuerza sobre el glande de mi durísima verga y empezaron una intensa mamada. No sólo chupó y succionó con hambre de días, si no que su lengua recorrió desde el glande de mi polla hasta mi culo.

    Mientras, pude ver como Víctor se había abierto el albornoz y se estaba cascando la polla, bastante larga pero muy delgada y operada. Cuanto más aceleraba el ritmo de su paja, más intensa era la mamada. A pesar de todo, aquella sesión de sexo oral fue memorable.

    Cuando estaba apunto de correrme le avisé y tal como había previsto, Víctor se apartó y terminó la faena masturbándome con energía. Mi corrida, después de semanas sin sexo “de verdad”, fue toda una explosión. Me corrí con tanta fuerza que además de inundar mi pecho de leche, salpiqué hasta el respaldo del sofá.

    Y ya lo dicen, tras la corrida viene la calma. Después de que se corriese, Víctor me miró y supongo que debió percatarse de que mis ganas de seguir jugando se habían esfumado al primer asalto, así que no intentó nada más. Se volvió a anudar el albornoz y me trajo una bata para que me tapase con algo mientras mi ropa se secaba en la secadora.

    Cuando volvió del cuarto de la lavadora, me ofreció algo de beber y nos sentamos de nuevo en el sofá. Entonces surgió el tema... el tema que había estado evitando durante meses... las definiciones respecto a la sexualidad.

    - Así que eres bi... vaya, yo que pensaba que eras un hetero irremediable.

    - ¿Bisexual? No sé... nunca me lo he planteado así...

    - ¿No te gustan las chicas?

    - Sí, sí... de hecho tengo novia... –dije yo avergonzado.

    - Vaya, pues debe tenerte bastante desatendido, porque llevabas un calentón...

    - Me tiene muy desatendido, pero esto no tiene nada que ver con ella. De hecho, no debería comportarme así si estoy saliendo con ella...

    -No te agobies Juan, el sexo es una necesidad fisiológica más y como tal hay que satisfacerla. Nos empeñamos en darle al sexo una carga moral que no tiene por sí mismo.

    - ¿Y qué me dices del respeto que se presupone que debes tenerle a tu pareja? –Contraataque yo.

    - Tonterías... tu polla no entiende de esas cosas. Si tu novia no te atiende y a ti te apetece probar con un tío, no haces mal a nadie... ella no tiene porque saberlo. Si supieses la de tíos casados y con novia que me he follado...

    - No dudo que los haya, de hecho yo estoy entre ellos, pero no sé si es esta la vida que me apetece vivir...

    - Bien, es muy loable que pienses en mejorar tu situación personal, pero mientras hazme caso, no te prives de nada, el sexo está para disfrutarlo...

    No respondí. Víctor era buen tío, y seguro que me dijo toda aquello con buena intención, pero sin lugar a dudas no era muy buen consejero, o al menos no era eso lo que necesitaba oír. Pensar en acabar viviendo una doble vida como los hombres casados con los que Sergio había follado a lo largo de su vida, me revolvió el estómago. Pero ¿qué otra cosa puedo hacer? Bueno, sí... hay otra cosa que puedo hacer ante una situación así, pero esa opción ni si quiera me la planteo ahora mismo.

    Víctor seguía intentando convencerme de las ventajas del sexo por el sexo con otros hombres, supongo que para llevarse él una parte, cuando oímos la puerta de nuestro piso. Carlos había vuelto del trabajo. Me disculpé con mi vecino y después de volverme a poner la ropa seca, volví a casa.

    Saludé a mi hermano y entré en el baño para darme una ducha, ahora mucho más relajado. La cabeza seguía dándome vueltas y me recriminaba a mí mismo ser tan cabrón con Natalia. El mismo día que volvíamos a estar juntos yo lo celebraba dejando que mi vecino me comiese la polla. Víctor había sido una solución de emergencia, en otras circunstancias hubiese salido huyendo de una proposición sexual suya. Claro que... si Natalia no me hubiese dejado, una vez más, con el calentón, seguro que yo no hubiese acabado con la polla en la boca de Víctor. ¿Le estaba echando la culpa a Natalia? No, no... pero se podía decir que la culpa de lo sucedido no era sólo mía. El que algo quiere, algo le cuesta... y Natalia no estaba poniendo demasiado de su parte.

    Salí de la ducha y empecé a secarme. Me miré al espejo, pasé la toalla por mi cara, como intentando borrar algo, una sensación, un recuerdo... Natalia también era responsable de mi actitud... empezaba a sentirme mejor. Sonreí.

    El día después transcurrió con relativa normalidad hasta que cayó la noche. Durante el día me estrené como jurista en mi primer caso como abogado de oficio. Se trataba de llevar la defensa de un implicado en un robo a una tienda de teléfonos móviles de Barcelona. Un caso que nunca se verá en “Ally Mcbeal” pero que constituía una buena forma para empezar a ejercer.

    En el despacho el ambiente fue frenético durante todo el día, ni si quiera tuve tiempo para mi habitual almuerzo con mi compañero de trabajo, así que le pedí a Valeria que me trajese algo de comer al despacho. Fue al terminar la jornada cuando volví a coincidir con Ángel.

    - Hola tío, me preguntaba si me podías acercar a casa, tengo el coche en una revisión oficial y Roberto no ha acabado aún...

    - Claro, yo te llevo –contesté casi sin dejarle terminar -. Si que trabaja Roberto ¿no?

    - Pues creo que tiene una reunión con el abogado de la acusación en un caso de violación que está llevando. Un abogado que por lo que me ha contado la secretaria de Roberto, tiene 25 años es moreno, cuerpo de gimnasio, sonrisa perfecta, simpatía arrolladora y una más que evidente homosexualidad... –soltó Ángel resoplando.

    - ¡Vaya! Si no fuese porque te conozco, diría que estás celosillo... –bromeé yo-. Tranquilo hombre, que seguro que es una reunión estrictamente de trabajo.

    - ¿De trabajo? De trabajos manuales diría yo... el próximo novio que me busque me lo buscaré realmente feo, para que nadie se fije en él... jejeje.

    - Bueno, no pienses en un próximo, aún sales con Roberto...

    - ¿Ah sí? Que cosas... siempre que estoy a tu lado se me olvida que tengo pareja –bromeó Ángel.

    De camino a casa de Roberto y Ángel, en Vil·la Olímpica, mi amigo sacó a relucir el tema de la semana, mi vuelta con Natalia.

    - ¿Y qué tal con tu novia?

    - Bien, definitivamente hemos vuelto... –dije yo fingiendo una sonrisa.

    - ¿Hubo tema?

    - ¿Tema? -Pregunté sin entender demasiado bien la pregunta.

    - Joder Juan, contigo no puedo ser suave... quiero decir que si te la follaste.

    - Mmmmm... –dudé, no sabía que contestar ante aquella pregunta tan... directa.

    - Ya veo, la duda te descubre... tu polla subió más que la inflación en agosto y Natalia hizo lo que hace el Gobierno del PP... mirar hacia otro lado.

    - Jejejeje... que gilipollas eres tío... –reí yo.

    - Puedo imaginar la escena... tu metiéndole mano en estos mismos asientos de cuero, mientras ella gritaba “¡Oh, no! Por Dios Juan, esto es pecado. ¡No, no! No me toques ahí, soy virgen... soy la Virgen”... jajajaja.

    -Jajajaja... –no puede contener una carcajada. Sin ser exactamente como lo describía Ángel, lo cierto es que mi encuentro con Natalia fue bastante parecido.

    - Ves, si es que soy adivino... eso te pasa por no ser de mi club, aquí se vive mucho mejor. Sólo tienes que gritar: “¡Quiero follar!” y follas.

    - ¡Quiero follar! –grité yo entre risas.

    - Jejeje... no lo vuelvas a hacer o no respondo –dijo Ángel con una sonrisa maliciosa.

    - Quién sabe, igual es lo que necesito... –dije posando mi mano sobre la pierna de Ángel.

    - Ufffff... por tu bien Juan, quita esa manita de ahí, o si no...

    - ¿O si no qué? –dije mientras mi mano escalaba por su pierna.

    - ¡Juan! Basta de provocar... jejeje.

    - Soy un provocador nato... jejeje –añadí mientras retiraba mi mano.

    Para ser justo, debo decir que mi intención en aquel momento distaba mucho de buscar un contacto sexual con Ángel, simplemente me decidí a seguir su juego de provocaciones. Ángel, no es feo, es más, tiene suficientes atractivos para que pudiese fijarme en él, pero lo cierto es que no me despierta un interés digamos sexual. Pero además de eso, le valoro demasiado como amigo, o al menos como proyecto de buen amigo, para estropearlo todo por un polvo. Ya he estropeado demasiadas relaciones de amistad por un polvo y empiezo a estar convencido de que hay cosas en la vida que deben estar por encima del sexo... aunque cueste de creer.

    El sonido de mi teléfono móvil interrumpió nuestras risas. De nuevo identidad oculta. Respondí con el manos libres.

    - ¿Sí? –No hubo respuesta, sólo silencio. De fondo sólo un lejano ruido de voces, de gritos, de jaleo...- ¿Diga?

    Quien fuese el o la que estaba al otro lado de la línea volvió a colgar. Y sin dejar pasar apenas unos segundos, el teléfono volvió a sonar. Sin vacilar, lo apagué.

    - ¿Lo apagas?

    - Sí, empiezo a estar harto de estas llamaditas. Ayer me hicieron lo mismo. Es obvio que el que se dedica a llamarme no se ha equivocado de número...

    - Quizás algún gracioso –balbuceó Ángel.

    - O quizás no...

    Dejé a mi amigo en su casa y enfilé la calle Marina camino de la mía. Hasta ese punto había sido un día tranquilo, si exceptuamos las llamadas al móvil, pero ha partir de entonces los sobresaltos empezaron a encadenarse. El primero de ellos lo tuve al llegar a casa. Carlos vino a mi encuentro nada más oírme poner la llave en la cerradura.

    - Te he estado llamando... –dijo mi hermano con un tono de voz extrañamente bajo.

    - Tenía el móvil apagado –respondí sin dar más explicaciones.

    - ¡No me digas! Algo he sospechado cuando me ha respondido la voz sensual de una chica con el misterioso mensaje de “el móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento” –bromeó Carlos.

    - ¿Ensayas tu repertorio para ir a un programa de monólogos de humor de tele? –Dije yo intentando quitarme de encima a mi hermano.

    - No, no... el humor se lo dejo a mi hermano payasete... jejeje –dijo Carlos entre risas- Sólo quería advertirte que la llegada de los primos de Sergio se ha adelantado...

    - ¿Adelantado? ¿Cuánto se ha adelantado?

    - Mucho... tanto que ya están en Barcelona.

    - ¿Tres miembros de la familia González-Salas juntos en la misma ciudad?

    - En la misma casa... Sergio y sus primos están en el salón.





    Continuará...
     
  •  

    CAPÍTULO 52: QUE COÑO SABES TÚ DE MARICONES.


    - Diles que a una tía mía que se dedica al cultivo del mango en Lleida la ha atropellado una excavadora de las que trabajan en las obras del AVE Madrid-Lleida, total con la de accidentes que han tenido esas obras, seguro que cuela... –bromeé yo mientras iba camino de la puerta del piso.

    - ¡Quieto! –Soltó Carlos en un grito ahogado-. En Lleida no cultivan el mango, es una fruta tropical...

    - Mmmmm... ¿han probado en un invernadero?

    Mi hermano me cogió con fuerza del brazo y empezó a arrastrarme camino del comedor. Mis pies hacían presión contra el suelo. No quería entrar en aquel salón.

    - Como no entres ahora mismo en ese salón, el único mango que correrá peligro será el que tienes entre las piernas.

    - ¡Ni se te ocurra! Yo también sé donde guardas el tuyo... jejeje –dije con una insultante intención de provocarle.

    Mi hermano me miró con picardía pero no respondió. Aquella era la primera vez que hacíamos referencia a nuestras herramientas después de la noche del 31-J. Vale, quizás yo me había pasado un poco con la provocación, ¿pero quién había empezado?

    - Hola... –dije nada más cruzar la puerta del comedor.

    - Hola –respondieron al unísono.

    - Éste es Juan, mi otro compañero de piso, Carlos y él son hermanos –les dijo Sergio a sus primos-. Juan, estos son Eloy y Eva, mis primos.

    - Encantado –dije mientras Eva me plantaba un beso en cada mejilla.

    Eva: unos 19 años, rubia de bote, eso sí, con unas mechas hechas en la mejor peluquería de Madrid, estatura media, aspecto de mujer adulta, a lo que contribuían su camisa blanca de Purificación García y su falda tejana. Eloy: unos 16 años, pelo castaño muy claro, delgado y tan alto como yo, con cara angelical, pantalones tejanos muy anchos, zapatillas de skater y... ¡Oh! No puede ser... camiseta de Pull&Bear.

    Saludé a Eloy con un apretón de manos y nos sentamos. En la mesa había algunos aperitivos y un par de botellas de refrescos. Me serví un vaso de naranjada. Aquello parecía una fiesta de cumpleaños.

    - ¿Y qué os ha parecido la ciudad? –Interrogó Carlos en ese tono conciliador y integrador del que suele hacer gala en toda reunión social.

    - Pues hemos visto muy poco, hemos venido directamente del aeropuerto a casa... –respondió Eva.

    - Habrá tiempo para que conozcáis mejor Barcelona, pero hoy mejor descansáis del viaje... –añadió Sergio.

    - ¿Descansar? Pero si hemos venido en puente aéreo... tampoco es para tanto –replicó Eloy. El chico prometía.

    - Podemos salir a cenar y a dar una vuelta si os apetece... –propuse yo.

    - Mejor cenamos todos juntos en casa –interrumpió Sergio-. Ya he invitado a unos amigos míos que quiero que conozcáis.

    - Pues habrá que dejar la salida para otro día... –sentenció Carlos.

    Miré a Eloy y nuestras miradas se cruzaron. Una mueca de disconformidad se reflejó en su gesto. Yo simplemente le sonreí y le guiñé el ojo. Habría más noches para conocer la marcha nocturna de Barcelona, si la Fiera no lo impedía, claro.

    Tras la merienda, Sergio acompañó a Eloy y a Eva a sus improvisadas habitaciones. Una punzada en el estómago me sacudió. Aquella cena no iba a ser muy agradable, al menos para mí.

    Una hora después, me había duchado y cambiado de ropa. Cuando volví al comedor los amigos de Sergio ya habían llegado. Si no me fallaba la memoria, eran las mismas dos parejas que Sergio había invitado la noche de la fiesta de inauguración del piso.

    - Juan, supongo que les recordarás, son Esther, Isaac, Laura y Martín... –dijo Sergio al verme.

    - Les recuerdo –mentí-. Buenas noches a todos, estáis en vuestra casa –dije con una fingida cortesía antes de desaparecer de nuevo.

    No estaba preparado para otra cena con aquella panda de policías de la SS alemana, pero qué podía hacer, largarme en aquel momento hubiese sido de una absoluta falta de educación. Fui hasta la cocina donde había visto a Carlos momentos antes, pero en vez de encontrarme a mi hermano, me encontré con el primo de Sergio.

    - Hola –le dije al entrar.

    - Hola –respondió él mientras dejaba el zumo con leche que se estaba tomando encima del mármol.

    - ¿Qué haces aquí solo? ¿No deberías estar en el comedor con los demás? –Interrogué.

    - Debería, sí... pero los amigos de Sergio me resultan insoportables. Odio a ese tipo de gente pija que se da esos aires de superioridad.

    - Ya veo... pero bueno, son los amigos de tu primo, en cierto modo Sergio es como ellos... –añadí yo.

    - Eso es...

    - ¿Entonces?

    - ¿Entonces qué?

    - Si dices que no soportas a ese tipo de gente y tu primo es de ese tipo de gente...

    - No soporto a mi primo –Eloy terminó la frase-. Si quieres que te diga la verdad, mi hermana es como ellos y ella fue la que se empeñó en aceptar la invitación de Sergio. El problema es que mis padres no la dejaban venir sola a Barcelona. Pensé que si venía con ella al menos podría conocer la ciudad, pero al paso que vamos, Sergio...

    - Lo organizará todo... –sentencié yo.

    - Eso es. A no ser que alguien se ofrezca a descubrirme otros aspectos más interesantes de la ciudad que las tiendas de Burrbery, Carolina Herrera, Pedro del Hierro y compañía...

    - Bueno, es difícil encontrar sitios más interesantes de los que has descrito en esta ciudad, pero si quieres podemos intentarlo... –dije con ironía.

    - Pero tú trabajas y yo sólo voy a estar tres o cuatro días más en la ciudad –dijo Eloy con un gesto de decepción en la cara.

    - Tranquilo, seguro que encontramos tiempo...

    - ¿Tiempo para perder con un crío como yo? No creo. Tú eres un hombre muy ocupado... –me hizo cierta gracia como remarcó las palabras “crío” y “hombre”.

    - Nada de eso tío, de verdad que estaré encantado de enseñarte la ciudad. Encontrar un madrileño con interés por conocer Barcelona es algo que no te sucede todos los días... jejeje.

    - Jejeje... tienes muy mal concepto de los madrileños, habrá que hacer algo para mejorarlo...

    ¿Hacer algo? Mmmmm... se me ocurrieron en aquel momento varias cosas que podría hacer aquel adolescente tan apetecible para hacer que mi opinión sobre los madrileños mejorase radicalmente, entre ellas estaba la de que se arrodillase frente a mí, me abriese el cierre de los pantalones, sacase mi polla fuera y se la empezase a comer. “¡Juan!” Gritó una voz en mi interior: “Contrólate, que sólo es un chaval de 16 años que quiere conocer Barcelona”. Bien, “contrólate”, me repetí. Pero mi polla no pareció escucharlo.

    Cuando llegó la cena que Sergio había encargado a un restaurante japonés, nos sentamos a la mesa. Martín hizo los honores y descorchó una botella de vino que ellos mismos habían traído. Esa fue su única aportación a aquella cena.

    - Pues no sabéis lo que me ha sucedido hoy... –soltó Laura con brusquedad rompiendo un silencio algo incómodo.

    - ¿Lo de tu compañero de trabajo? Otras sí, cuéntaselo... es para alucinar –añadió su novio Martín.

    - Veréis, yo trabajo en el departamento de Recursos Humanos de una compañía superimportante de este país. Pues resulta que una compañera mía se ha enterado por la novia de su hermano, que un chico que trabaja con nosotros está liado con alguien de la empresa... -todos nos miramos estupefactos ¿a qué venía el rollo que nos estaba soltando Laura?

    - Liado con alguien de la empresa... -repetí yo- ¿Y qué problema hay? –Interrogué en nombre de todos.

    - Pues ninguno si no fuese porque está liado con el guardia de seguridad de la empresa... –tenso silencio, sólo unas miradas de complicidad de Sergio, Martín e Isaac-. ¿¡Os lo podéis creer!? Un tío supermajo y supertrabajador, al que todos teníamos un aprecio muy grande resulta que nos ha estado engañando y está liado con el guardia de seguridad... ufff. La noticia ha sido un bombazo en la empresa, no debe haber nadie que no lo sepa ya.

    De eso te habrás encargado tú, mala puta... pensé para mis adentros. Es curioso que cuanto más intentas evitar un tema de conversación en una reunión de este tipo, más suele hablarse de él. Mi imaginé por un momento la situación del compañero de Laura y me estremecí. Un secreto a voces.

    - Es alucinante como aparecen casos de este tipo últimamente –dijo Sergio a modo de reflexión.

    - Vaya, la culpa la tiene la televisión que fomenta este tipo de actitudes en programas frívolos y poco responsables –matizó Martín.

    - Son como una plaga. Antes la gente de este tipo, si lo eran, se callaban y punto. Porque sabían que debían callarse y hacer una vida normal. Pero ahora... ahora ya no hay moral ni nada... ahora parece que todo vale. Nos estamos cargando el mundo civilizado –continuó Sergio.

    Empecé a removerme en mi silla... “normal”, “mundo civilizado”, “gente de este tipo”... no iba a poder aguantar frases como esas por mucho más tiempo. Carlos, que estaba sentado frente a mí, me miró fijamente y pareció decirme: “no abras la boca, no lo empeores”.

    - Sergio, pensaba que habíamos quedado en que nos controlaríamos... –Mi hermano intentó recordarle a Sergio su promesa de controlarse un poco más con el tema de la homosexualidad.

    - Sólo estoy expresando una opinión, no hago mal a nadie. ¿No es justo desear un mundo seguro para mis hijos? Con sólo pensar que en un futuro mis hijos pueden tener contacto con gente desviada como esa... me horrorizo. Hablamos de gente con un severo trastorno mental, con conductas sexuales extremadamente peligrosas...

    - En 1973 la Asociación de Psiquiatría de los Estados Unidos quitó a la homosexualidad de su lista de desórdenes mentales, y en el 92 la OMS la eliminó de su Clasificación Internacional de Enfermedades –dijo Eloy con hilo de voz justo antes que yo abriese la boca para mandar a la mierda a Sergio, me levantase y me fuese de esa puta mesa. ¿La Homosexualidad una enfermedad? Sus palabras sí que me estaban poniendo enfermo.

    - Vaya... no sabía que estabas tan enterado sobre ese tema –dijo su hermana con la mirada clavada en Eloy.

    - Diga lo que diga la ONGS o lo que sea, yo creo que los homosexuales están mal de la cabeza. Hacer le amor con alguien de tu mismo sexo es antinatural... –bramó Laura con su voz estridente e insoportable.

    - Pero a ver, seamos lógicos, estamos hablando de un colectivo que supone un 10% de la sociedad. Un colectivo que no contribuye a la procreación de la especie, que no produce, que no... sirve para nada. Un colectivo que se extiende en nuestra sociedad inculcando valores antimorales. Nos inunda su cultura, su música, su estética, su forma de vida... nos contaminan. Los homosexuales corrompen los valores de nuestra sociedad –Sergio seguía con su incesante ristra de barbaridades acerca de la homosexualidad.

    - Estás diciendo estupideces... –interrumpió Eloy con voz temblorosa-. Cada persona es un mundo, y dentro del colectivo gay hay gente con valores e ideales tanto o más respetables que los tuyos. Lo único que les diferencia de un hetero es su orientación sexual, y eso forma parte de la intimidad de cada uno...

    - Tú calla... –rugió Sergio.

    - No, él no se calla... el que se tiene que callar eres tú, que no haces más que decir gilipolleces tío. Que tienes un discursito que parece salido de un documental sobre el Holocausto Nazi –dije yo sin poder controlarme más.

    - Él se calla porque soy su primo y se lo digo yo. Él no sabe nada de todo esto...

    - Sé mucho más de lo que te imaginas... –interrumpió Eloy. Los ojos de Sergio se inyectaron en sangre, empezaba a perder su fingida calma.

    - ¿Qué coño sabes tú de los maricones?

    - Lo mismo que sabes tú de los heterosexuales.




    Continuará...
     
  •  


    CAPÍTULO 53. UNA EXCEPCIÓN.



    - ¿Qué has dicho? –Interrogó Sergio con el gesto congelado.

    Eloy no respondió, pareció desplomarse en medio del más absoluto arrepentimiento. Sus ojos se humedecieron, agachó su mirada y la clavó en el plato que reposaba frente a él.

    - ¡Eloy! –Exclamó Sergio golpeando la mesa con furia. El silencio era opresor, todos habíamos dejado de comer. La mayoría de nosotros ni si quiera habíamos soltado los cubiertos, permanecíamos absolutamente inmóviles.

    Sin decir nada, Eloy se levantó de la mesa. Cuando apartó su silla para salir, Sergio, que estaba sentado a su lado, se levantó y tiró de él volviéndolo a sentar en la mesa. La expresión de Eloy transpiraba angustia.

    - Tú no vas a ningún sitio. ¡Contéstame! –Gritó Sergio.

    - Déjale... –le dijo mi hermano sin vacilar.

    - ¿Que le deje? No, nada de eso... estamos sentados en la mesa, cenando, y es de muy mala educación levantarse de la mesa cuando los demás no han terminado. Además, Eloy nos tiene que aclarar aún su comentario... ¿verdad primo?

    Eloy no respondió, se hundió todavía más en su silla y su mirada se perdió en el vacío. Sus mejillas ahora estaban encendidas por la vergüenza. Hubiese querido levantarme en ese momento y sacar a aquel chaval de allí. Jamás imaginé que en el mundo que hoy conocemos siguiera habiendo gente tan retrógrada como Sergio y sus amigos. Debía haberme levantado entonces, pero no lo hice. Aquella acusación de homosexualidad no pesaba sobre mí, pero sentí el mismo temor que si el ataque de Sergio hubiese estado dirigido a mí.

    - Bien, no quieres hablar... seguiremos cenando pues... –añadió Sergio mientras cogía el cuchillo con una mano y el tenedor con otra y los clavaba en el bistec que quedaba en su plato.

    La ternera se fue desmenuzando en diminutas hebras bajo la mirada perdida de Sergio. Cortó, troceó, desmenuzó... pero no probó un solo bocado más. El resto seguíamos inmóviles.

    - La homosexualidad debería estar penada... no podemos consentir que arruine nuestra sociedad. Los maricones son una puta plaga, son escoria, son la podredumbre de nuestra sociedad... y ahora toda esa mierda salpica a mi familia. Mi primo es un maricón... ¿eres maricón verdad? ¿Es eso a lo que te referías? ¿Eh? Dime Eloy... ¿eres un puto maricón, verdad?

    Eloy volvió a levantarse, esta vez no vaciló. Su movimiento fue tan rápido que su primo no tuvo tiempo de impedir que se apartase de la mesa. Pero Sergio no cesó en su empeño de seguir humillándole. Se levantó tras él y lo aferró por la camiseta.

    - ¡Contesta! ¿Eres maricón? Porque si eres un marica de mierda no te quiero en mi mesa... me avergüenzo de ti, me das asco...

    Aquello no podía estar pasando realmente. Parecía una escena salida de un documental sobre skinheads. La acción transcurría ante mis ojos como una película y yo era incapaz de articular una sola palabra. Eloy intentó zafarse de Sergio sin conseguirlo. Ya no podía retener sus lágrimas.

    - ¡Contesta! –Gritó Sergio con desesperación, pero Eloy no contestó.

    Sergio volvió a empujarle para acercarle a la mesa, pero Eloy pareció reaccionar. Tiró con fuera de su brazo liberándose de la manaza que le sujetaba. Sergio, que estaba haciendo fuerza para retenerle, cayó de espaldas. Cuando su primo despareció por la puerta del comedor, Sergio se incorporó movido por un odio demencial.

    - ¡¡Basta!! –Grité levantándome de la mesa, mi gritó inmovilizó a Sergio.

    - Tú no te metas... es un asunto familiar.

    - Basta Sergio... –repitió mi hermano-. Esta vez has ido demasiado lejos...

    La puerta del piso se cerró de golpe, Eloy se había marchado. A nuestras espaldas los gimoteos de Eva empezaron a hacerse cada vez más audibles...

    - Eloy es gay... Eloy es gay... –se repetía mientras las lágrimas empezaban a deslizarse por sus mejillas. Lloraba sí, pero no movió un solo dedo para ir en busca de su hermano.

    Los talones de Sergio parecieron quebrarse y fue deslizándose lentamente hasta quedar de rodillas en el suelo del comedor, cerca de la puerta. Hundió la cabeza entre los hombros y se cubrió los ojos con las manos.

    Sin dudar un instante más, fui a por las llaves del coche a mi habitación y salí en busca de Eloy. Solo en Barcelona, después de lo que acababa de vivir... la situación no podía ser más angustiante para él.

    Subí hasta la azotea y volví a bajar los 5 pisos rastreando la escalera, le busqué en el ascensor y en la portería del edificio... pero no estaba allí. Salí a la calle. Después de las lluvias que nos regaló la llegada de septiembre, una relativa calma meteorológica se había instalado sobre la ciudad. Aún así, la noche era incómodamente fresca.

    Caminé dando la vuelta a la manzana pero seguía sin encontrarle. Estaba perdiendo demasiado tiempo. Fui a buscar el coche al parking, era la única forma de recuperar la ventaja que me llevaba caminando.

    Una vez en el coche me dejé llevar por la intuición y conduje en dirección a Passeig de Gràcia, si Eloy había salido caminando, seguramente lo habría hecho en dirección al centro por ser una zona más concurrida.

    Empezaba a inquietarme, después de haber recorrido las calles paralelas a la calle Girona, seguía sin encontrarle. Llegué al Passeig de Gràcia y lo enfilé camino de la Diagonal. Cuando estaba a la altura de la calle Provença le vi. Estaba sentado en uno de los bancos modernistas que decoran el paseo, contemplando la Casa Milà, la Pedrera.

    Aparqué el coche como pude y salí en su búsqueda. Me acerqué por detrás y cuando le alcancé posé mi mano suavemente sobre su hombro. Eloy no se inmutó, parecía estar esperando aquel gesto.

    - Te he estado buscando...

    - No sabía a dónde ir y he caminado sin rumbo fijo hasta llegar a aquí...

    - ¿Puedo? –Interrogué señalando el banco. Eloy asintió y me senté junto a él-. ¿Es bonita verdad?

    - Muy bonita... –dijo Eloy extasiado.

    - ¿Sabes? Cuando las obras acabaron en 1910 muchos de los que la vieron entonces se horrorizaron por su estética, la odiaron por ser tan distinta, porque nada tenía que ver con lo que encajaba en sus cuadriculadas mentes. Pero con el tiempo muchos terminaron entendiéndola, aceptándola, e incluso muchos otros han acabado amándola. Es sólo cuestión de tiempo...

    - Aún hay gente que no la entiende hoy día... –susurró Eloy sin apartar su mirada de la ondulante fachada de piedra.

    - Nadie puede pretender la aceptación absoluta de los demás, seguro que Gaudí no lo pretendió, porque sino no la hubiese construido.

    - La aceptación absoluta quizás no, pero la aceptación de la gente que te quiere sí la necesitas.

    - Eloy, la gente que te quiere te querrá seas como seas, querer a alguien implica aceptarle tal como es, no intentar cambiarle.

    - ¿Y dónde encaja la actitud de Sergio en todo esto?

    - Ante todo debe quedarte claro que el problema no lo tienes tú por ser homosexual, el problema lo tiene Sergio por no aceptar la homosexualidad. Partiendo de esa base, es él quien debe hacer un esfuerzo por entenderte...

    - Ya... pero no lo ha hecho y no creo que lo haga... –las lágrimas volvieron a inundar los ojos de Eloy-. Ésta ha sido la primera vez que me he sincerado con alguien de mi familia y ha sido algo horrible. No creo que pueda volver a mirar a Sergio a la cara, y lo que aún es peor, no sé cómo lo afrontaré con mi hermana y mis padres.

    - No pienses en todo eso ahora... lo que tenga que venir llegará a su debido tiempo. Que la reacción de Sergio haya sido tan absurda y dolorosa no quiere decir que vaya a repetirse, es más, estoy seguro que no se repetirá. Quiero pensar que tu primo ya sólo es una excepción a la gente tolerante que acepta la diversidad sexual y la respeta.

    - ¿Gente como tú? –Interrogó Eloy.

    Me quedé en silencio... ¿gente como yo? Quizás no exactamente. El papel que me había tocado vivir en la homosexualidad era quizás demasiado cercano como para poder definirme a esas alturas como un “heterosexual tolerante”. Mi historia era otra. Una historia que vive la homosexualidad en primera persona pero que está muy lejos de la aceptación y ahora, paradójicamente, me encontraba dando consejos sobre cómo afrontar ese paso a un adolescente que había tenido mucho más valor que yo para afrontar esa realidad. Sin lugar a dudas no estaba siendo muy coherente con mis consejos y mi apoyo, porque ni si quiera podía predicar con el ejemplo. Me sentí fracasado, por primera vez sentí que tal y como estaba llevando las cosas no le hacia un favor a nadie, ni siquiera a mí mismo.

    - Mi actitud respecto a la homosexualidad ha cambiado mucho durante estos últimos meses... –respondí con cierto temor. Hablar con alguien de todo lo que me había pasado era algo para lo que nunca me había sentido preparado.

    - ¿Y eso? –Preguntó Eloy con un gesto de duda.

    - Ven, quiero enseñarte algo -Eloy asintió y me siguió hasta el coche.

    Salimos de Barcelona en dirección a Sitges. Eran cerca de las doce de la noche. Eloy me observaba de vez en cuando y nuestras miradas se encontraban. Parecía más calmado, más sereno.

    - ¿Adónde vamos? –Interrogó él arrastrado por la curiosidad.

    - Quiero enseñarte algo... –respondí.

    - Bien, no pregunto más, esperaré...

    - Buen chico –le dije con una sonrisa y acto seguido acaricié su pierna-. Pero mientras, cuéntame algo más de ti... ¿tienes novio?

    “¡Protesto señoría! La pregunta no es procedente.” Dijo el abogado que siempre llevo dentro. ¿Cómo se me podía ocurrir preguntarle si tenía novio después de lo que había pasado esa noche? ¿En el fondo de mis pensamientos contemplaba la posibilidad de que hubiese un encuentro sexual con Eloy aquella noche? ¿Pensaba aprovecharme de la situación? Juan... sí te reconozco, me dije.

    - No, no tengo novio... –Eloy había pronunciado las palabras mágicas.

    - Estamos llegando... –dije yo mientras accionaba el intermitente y abandonaba la autovía.

    La hierba se había secado durante el verano y era más fácil transitar por aquel camino. Hacia más de seis meses que había estado en aquel descampado y se podía decir que allí había empezado todo.

    - ¿Un descampado junto a una autovía? Pensé que habíamos quedado en que me enseñarías la ciudad... –bromeó Eloy.

    - Necesitaba volver a este sitio, necesitaba volver aquí para hablarte de lo que quiero hablarte. Antes me has preguntado por qué ha cambiado mi opinión sobre la homosexualidad en estos últimos meses, pues bien... este lugar tiene mucho que ver en ese cambio.

    - Tu dirás... –dijo Eloy expectante.

    - Aquí empezó a cambiar todo...




    Continuará...
     
  •  


    CAPÍTULO 54. COMPARTIENDO ALGO MÁS QUE SECRETOS.



    ¿Por qué?... –dijo Eloy sin poder ocultar su curiosidad.

    - Aquí viví un encuentro muy especial y desde entonces muchas cosas en mi vida han cambiado...

    - No quiero malinterpretarte, pero de tus palabras deduzco que el encuentro no fue con una chica... –susurró Eloy.

    - Fue con un amigo mío... –dije con un hilo de voz.

    - Vaya, no puedo decirte que no me sorprenda...

    - Ya ves, a veces ni yo mismo me lo creo. Quizás si aquella noche no hubiese pasado nada entre nosotros, las cosas no serían como son ahora mismo... –me lamenté yo inútilmente.

    - ¿Y cómo son las cosas ahora mismo?

    - Pues nada fáciles. Desde aquella noche mis dudas respecto a mis gustos se han ido amplificando. Durante estos meses he logrado acabar con una relación que parecía perfecta y he empezado otra, con una chica claro, que no sé adónde me llevará...

    - ¿Te siguen atrayendo las mujeres?

    - Sí, sí... –respondí con rotundidad-. Me gustan las mujeres, me excito cuando veo a una mujer atractiva o cuando estoy con mi novia, pero...

    - No te llenan...

    - Puede ser... sí, puede ser eso –contesté dubitativo.

    - ¿Y con ese amigo qué tal?

    - Bueno, más o menos bien... aunque casi estropeo nuestra amistad por no ser capaz de encajar todos estos cambios...

    - No es fácil... me consta que vivir algo así no es fácil, y lo es menos aún si no tienes nadie en el que apoyarte.

    - ¿Sabes? Ésta es la primera vez que hablo de este tema con alguien y supongo que lo he hecho porque después de todo lo que ha pasado esta noche necesitaba sincerarme. Quizás si lo hubiese exteriorizado antes no hubiese cometido algunos de los errores que he cometido...

    - ¿Ese amigo tuyo no te ayudó?

    - Toni se ha portado siempre cojonudamente conmigo, no puedo reprocharle nada, pero generalmente he sido yo el que ha rechazado su ayuda. Quizás porque en un principio le hacía culpable de mis problemas... me he portado muy mal con él.

    - Hay mucho arrepentimiento en esas palabras... se nota que os tenéis mucho aprecio.

    - Él me tiene algo más que aprecio... –balbuceé.

    - ¿Está enamorado de ti?

    - Sí...

    - ¿Y tú de él no?

    - No, no estoy enamorado de él... se ha portado muy bien conmigo y le quiero mucho como amigo, incluso no niego que me atrae... pero de ahí al amor...

    - ¿Pero podrías enamorarte de él?

    - Cualquier tío o cualquier tía de este mundo podría enamorarse de él –dije yo sin vacilar- Toni es un tío genial...

    - Quizás tienes miedo a comprometerte demasiado sentimentalmente... –soltó Eloy con una inocencia tan conmovedora que no pude evitar sonreír.

    - No sería la primera vez que me sucede algo así...

    - Veo que Toni no ha sido la única experiencia en tu vida...

    Entonces volvió a mi cabeza un recuerdo que ya creía olvidado... David. La conversación con Eloy me estaba ayudando realmente, empezaba a sentirme liberado... a respirar con tranquilidad después de una noche realmente angustiante. Pero el recuerdo de David se apoderó de mí y empecé a sentirme repentinamente triste. Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el asiento.

    - ¡Ey!... no te me pongas triste mi niño –dijo Eloy acariciándome el brazo-. El mundo no puede perderse esa sonrisa...

    - No he hecho más que cagarla... –musité entre sollozos.

    - Todos nos equivocamos...

    - Yo no dejo de equivocarme, no debería haber empezado a salir con Natalia si no tenía claro que quería hacer con mi puta vida...

    - No te agobies por eso ahora, que te atraigan los hombres no significa que no puedas ser feliz con una mujer... date tiempo, seguro que cuando sea el momento sabrás que decisión debes tomar...

    - ¿Y si finalmente llego a la conclusión que una mujer no llenará nunca mi vida?

    - Juan, como me has dicho antes, ante decisiones complicadas siempre será mucho mejor arriesgar y afrontarlas, que resignarse... piensa en una situación personal que no te haga feliz y piensa en vivirla durante toda una vida... ¿qué sientes?

    - Ufff... eso debe ser lo más parecido al fracaso a nivel personal.

    - De eso se trata Juan, sabes que vida no quieres vivir, a donde no quieres llegar, pero aún no sabes la vida que quieres vivir, date tiempo.

    Eloy me rodeó con sus brazos. Apoyé mi cara en su hombro y me sentí extrañamente aliviado. Pocas horas antes había salido de casa en su búsqueda para ayudarle, para consolarle... y ahora era yo el que necesitaba ayuda. Me sonreí.

    - ¿Y esa sonrisita? –Preguntó Eloy con picardía.

    - Nada... ya ves, un chico de 16 años me llama “mi niño” y me abraza para consolarme después de aconsejarme y prestarme su apoyo. Un chico de 16 años escucha mis confesiones y es capaz de afrontar con más madurez que yo una situación similar. Me alegro de haberte conocido tío, eres un chico muy maduro...

    - La madurez no va necesariamente ligada a la edad, en mi caso la vida me ha espabilado forzosamente. Aún así los consejos y el apoyo han sido mutuos... yo también me alegro mucho de haberte conocido...

    Estábamos muy cerca el uno del otro, nos mirábamos en silencio. Volvimos a acercarnos para abrazarnos, pero ninguno de los dos hizo ademán de inclinar la cabeza. Nuestros labios se tocaron, nos besamos. Fue un beso muy profundo.

    - Gracias... –le susurré al oído. Mis labios besaron su cuello con ternura.

    - Mmmmm... –suspiró Eloy.

    Sus manos se posaron sobre mi camiseta, trazaron un sinuoso camino hasta mi cintura y se detuvieron en la frontera del pantalón. Mientras, yo le acariciaba la nuca y recorría su cuello con mis labios.

    - ¿Estás seguro de que te apetece? –Le susurré cuando sentí que sus dedos se cerraban sobre mi paquete.

    - Muy seguro... pero no aquí. Este lugar ya carga con demasiados recuerdos para ti como para añadirle uno más...

    - Bien, ¿quieres volver a casa? –Pregunté temiendo la respuesta.

    - Prefiero pasar la noche en un hotel y mañana volver a Madrid.

    - Bien, disfrutemos de nuestra primera noche juntos... –dije mientras ponía en marcha el motor del coche.

    - Y quizás la última... –añadió él con tristeza.

    - Eso nunca se sabe...

    Volvimos a Barcelona y buscamos un hotel. Mi idea era hacerle pasar una noche inolvidable en alguno de los grandes hoteles de la ciudad, pero Eloy no compartía mis planes, así que acabamos en un hotel de 3 estrellas bastante alejado del centro.

    Tras aparcar el coche, entramos en el hotel, debían ser casi las dos de la madrugada. En la recepción había un chico de unos 28 años, moreno, de facciones duras pero interesantes y de espalda ancha.

    - Buenas noches –nos saludó al vernos entrar.

    - Buenas noches. Queríamos una habitación...

    - ¿Doble?

    - Sí, doble... –contesté mirando a Eloy, que asintió con la cabeza.

    Mientras el recepcionista hacia la ficha y tomaba mis datos del carné de identidad, Eloy se acercó más a mí y posó su mano en mi paquete. Mi polla reaccionó al instante.

    - Aquí tiene su DNI Señor... Lafarge –dijo el recepcionista mientras me devolvía el carné- Su habitación está en el cuarto piso, les acompañaré para encender las luces del pasillo. Hasta ahora la planta estaba desocupada.

    El chico se levantó de golpe y Eloy tuvo el tiempo justo para retirar su mano que para entonces ya jugaba con mi polla por la abertura de la bragueta. Muy posiblemente el recepcionista se había percatado del movimiento de Eloy.

    Le seguimos hasta el ascensor. Bajo sus pantalones oscuros se marcaba un redondito culo, muy apetecible. Miré a Eloy de reojo, él también se había fijado en el culito del chico del hotel. Me miró y, sacándome la lengua, me sonrió. Entramos en el ascensor, Eloy estaba frente a mí, y entre los dos, apoyado en la pared del ascensor, estaba el recepcionista.

    - Llevas la bragueta abierta –soltó de pronto Eloy con una mirada maliciosa, eran obvias sus intenciones... tantear al recepcionista.

    - Vaya, no me he dado cuenta... –dicho esto, me levanté la camiseta con una mano, descubriendo mis marcados abdominales, y posé la otra sobre mi paquete. Subí con lentitud el cierre de los pantalones y volví a acomodarme la camiseta. Durante todo el proceso pude sentir como los ojos del chico del hotel estaban clavados en mí.

    Llegamos al cuarto piso y salimos del ascensor tras nuestro guía. Las luces del pasillo ya estaban encendidas, pero en contra de lo que yo pensaba, el recepcionista no se dio la vuelta, si no que nos acompañó hasta la puerta de la habitación, introdujo la tarjeta magnética en la cerradura y entramos.

    - Aquí tienen la llave... –dijo mientras me tendía la tarjeta-. Aquí está el baño con toallas, dentro del mueble del televisor encontrarán el minibar y en este armario tienen mantas por si las necesitan...

    - Gracias... –dije yo mientras le tendía un billete de cinco euros con la intención de que saliese de nuestra habitación y nos dejase continuar la fiesta.

    - ¡Ah! En la cabecera de la cama tienen los controles del hilo musical y desde aquí –dijo señalando la pared de entrada- pueden controlar la climatización...

    Sólo le faltaba decir: “esto es una cama y sirve para dormir, esto es un retrete y sirve para mear ¿quiere que le saque la polla y lo probamos?” La verdad es que el chico no parecía tener prisa por irse, es más... parecía estar esperando algún gesto que diese luz verde a sus intenciones de servir a sus clientes.

    - Gracias... –repetí. Supuse que Eloy no estaría demasiado predispuesto a hacer un trío con un desconocido, así que insistí en mi intención de deshacernos del recepcionista.

    - Para cualquier cosa que necesiten estaré bajo, sólo tienen que llamar a recepción... –añadió mientras iba de camino hacia la puerta.

    - Jejejeje... este tío quiere rollo contigo –soltó Eloy cuando el chico del hotel cerró la puerta tras de sí.

    - ¿Conmigo? Con los dos diría yo... jejeje.

    - No sé, no sé... pero lo que está claro es que casi pierde la vista mirando como te subías la cremallera.

    - Bueno, dejemos al recepcionista en recepción que es donde debe estar. Ahora hay otras cosas que tienes que ayudarme a subir...

    - ¿Algo como esto? –Dijo Eloy mientras me cogía la polla por encima de la ropa.

    - Eres un chico listo... –respondí con una sonrisa.

    El Eloy decidido y valiente que había conocido hasta aquel momento, empezó a demostrarme que tampoco tenía dudas en el terreno de lo sexual. Se sentó en el borde de la cama y posando sus manos en mi culo me atrajo hacia él. Sus dedos empezaron a abrir el cierre de mi pantalón y con una inusitada habilidad sacó mi polla fuera. Sus caricias estaban causando efecto en mi verga, que ya estaba a la mitad de su tamaño... morcillona pero sin estar erecta del todo. Eloy la miró fijamente, sospesó su tamaño con sus manos y siguió acariciándola.

    - Cómetela... –dije yo ante tan turbadora visión.

    - ¿Quieres que te coma la polla? -Dijo con una sonrisa provocadora.

    - Cómetela... –repetí en tono imperativo.

    - Métemela tú en la boca...

    Sin duda al chaval le iba el juego duro, sabía como calentar. No vacilé, agarré su cabeza con las manos y la conduje hasta mi entrepierna. Mi polla dura apuntó directamente a su boca. Una ligera presión y mi capullo se deslizó suavemente hacia el interior de aquella húmeda y cálida boca. Empecé a mover mis caderas con un sincronizado movimiento y mi polla empezó a entrar y salir.

    - Mmmm... –suspiró Eloy sin sacarse mi polla de la boca.

    - ¿Te gusta que te follen la boca? ¿Te gusta verdad? –Susurré mientras apretaba un poco más su cabeza contra mí.

    Eloy soltó un leve gemido y empezó a comerse con verdadera desesperación mi rabo. Mis manos liberaron el cinturón y mis pantalones cayeron al suelo. Las manos de Eloy buscaron desesperadamente acariciar mi culo. Sus dedos recorrían mis nalgas y hacían tímidas incursiones entre ellas. Cuando uno de sus dedos empezó a enterrarse en mi culito, no pude evitar suspirar de gusto.

    - Gírate... –soltó Eloy tras liberar mi polla.

    Me giré algo confundido y él me indicó que me apoyase en el escritorio donde estaba el televisor. Sus manos me acariciaron la espalda descendiendo suavemente hasta llegar a mis nalgas. Me separó las piernas y estiró su brazo entre ellas para cogerme la polla. Con mi verga sujeta desde atrás, empezó a pajearla con energía. A pesar del dolor que me producía tener la polla hacia atrás, el placer de la paja que me estaba haciendo lo compensaba.

    Sin dejar de masturbarme con una mano, Eloy se desvistió. Sentí como se arrodillaba tras de mí y empecé a sentir su cálido aliento aproximarse a mi polla. Su lengua se posó de nuevo en mi miembro erecto y mojado por el precum, provocándome un placer que añoraba, pero no se detuvo allí. Liberando mi polla, hundió su cara entre mis nalgas y su lengua se perdió camino de mi agujero. Me sentía literalmente penetrado por su lengua. Volví a sentir entonces aquella sensación tan abrumadora, entre el placer y la locura. El rimming produce un placer imposible de comprar con ninguna otra práctica sexual...

    - Ufff... basta, basta... –balbuceé yo-. Quiero jugar yo también...

    Me giré y nos fundimos en un intenso beso. Aquel jovencito de 16 años sabía como dar placer, faltaba comprobar si le gustaba tanto recibirlo como darlo. Le conduje de nuevo hasta la cama.

    - Ponte a cuatro patas... quiero ver ese culito... –ordené yo.

    - No, no... eso no. No he hecho nada por ahí aún... -dijo algo nervioso. Pero sabía que no tenía que hacerle caso.

    Tiré suavemente de él hasta tumbarle en la cama de espaldas. Empecé a acariciarle los hombros, la espalda... las piernas, los pies... Eloy se retorcía por mis caricias. La próxima parada fueron sus blancas y prietas nalgas. Sin dejar de acariciarlas, uno de mis dedos empezó a jugar con su agujerito. Eloy estaba caliente y dilatado... perfecto para el siguiente paso...

    - No, no... por favor... por favor... –imploró Eloy cuando sintió la cabeza de mi polla rozando su ano.

    - Está bien... –susurré.

    Pero que me rindiese y no le metiese la polla, no quería decir que fuese a perderme el placer de desvirgar su apetecible culito. Así que uno de mis dedos siguió jugando en su dilatado ano hasta lograr que empezase a penetrar en él.

    Eloy empezó a disfrutar de la penetración y levantó sus caderas dejando a mi entera disposición su culito. Besé sus nalgas. Al cambiar de posición, Eloy empezó a masturbarse mientras mi dedo entraba y salía de su culo. Yo seguí su ejemplo y empecé a cascármela sin apartar la vista de aquel culito adolescente.

    - ¡Ahhhhhhhhh! –Gimió Eloy.

    - Te gusta que jueguen con tu culito... me lo suponía... –susurré con una sonrisa pícara.

    - Algún día me la meterás... –Eloy estaba realmente caliente.

    - Eso es... lo que tú necesitas es una buena polla entrando en tu culo...

    - Una buena polla como la tuya... –balbuceó entre jadeos.

    - O como la del chico de la recepción... ¿no te gustaría que te la metiese?

    - ¡Ohhhh! –Gimió Eloy-. Me gustaría...

    - Seguro que tiene una buena polla, larga y especialmente gruesa, de piel muy morena y bello negro...

    - Síííííí...

    - Imagínatelo... el chico de la recepción follándote, metiéndote la polla por el culo y tú mientras comiéndomela a mí...

    - ¡Ahhhhhhhh! Me corro... –gritó Eloy.

    Aceleré el ritmo de la paja que me estaba haciendo y empecé a correrme sobre el culo y la espalda de Eloy. Con el contacto de mi mano acariciándole su espalda cubierta de semen caliente, él también empezó a correrse sobre las sábanas...

    Sin decir nada se giro, cogió uno de los dedos que estaba acariciando su espalda y se lo llevó a la boca. Me estremecí.

    - Ven... -le dije arrastrándole hacia el baño...

    En la ducha, Eloy volvió a comerme la polla y consiguió que se me pusiese dura de nuevo. Me la chupó hasta hacerme eyacular y la dejó totalmente limpia. Todo un experto.

    Tras la ducha, volvimos a la cama y tras apagar la luz nos arropamos. Le abracé.

    - Esta ha sido la mejor forma de acabar una noche que prometía ser horrible... –susurró antes de plantarme un beso en los labios.

    - Me alegro de haber compartido contigo algo más que secretos, mi niño...

    Nos besamos justo antes de caer dormidos.



    Continuará...
     
  •  


    CAPÍTULO 55. O U T I N G .


    - Joder Juan, ya era hora... –exclamó Carlos al verme entrar por la puerta de casa- Pensé que te había pasado algo.

    - No, no... sólo he pasado la noche con Eloy... –respondí sin más.

    - ¿Has pasado la noche con él? –Carlos fue más lejos con su interpretación de lo que yo había querido ir con aquel comentario. Mi hermano se estaba imaginando algo...

    - No podía dejarle solo... –me justifiqué-. Le encontré sentado en un banco en Passeig de Gràcia, estuvimos hablando y finalmente le acompañé a un hotel.

    - Bien, ¿y dónde está ahora?

    - Le acabo de dejar en el aeropuerto, después de lo que pasó anoche, pensó que lo mejor sería volver a Madrid.

    - ¿No trabajas hoy? -Interrogó Carlos.

    - Sí, pero he llamado al bufete para avisar que llegaría tarde. No podía dejar a Eloy solo... –repetí.

    - No, claro que no... –añadió Carlos.

    - ¿Y tú no trabajas hoy?

    - No, tengo el día libre...

    - ¿Y Sergio?

    - Se ha ido a llevar a Eva a Madrid...

    - ¿A Madrid? –Pregunté perplejo.

    - Claro, supongo que para poner en alerta a los padres de Eloy...

    - Uffff... que cabrón. Te juro que como le vuelva a ver le parto la cara... –solté con rabia.

    - No le volverás a ver, después de que se fuesen sus amigos hablé con él y le recordé nuestro pacto...

    - Si volvía a suceder algo parecido a la pelea de la noche de la fiesta, debería irse... –recordé yo.

    - Eso es, así que Sergio empezará a buscarse un piso en cuanto vuelva a la ciudad.

    - ¿Y cómo encajó que lo echases de casa?

    - Bueno, pues mejor de lo que me esperaba. Creo que en el fondo se siente algo avergonzado por su actitud, pero siempre será mejor irse con la cabeza bien alta que reconocer que se equivocó. Lo de ayer fue demasiado. Ha perdido cualquier contacto con el mundo real, me da pena... vive enfrascado en sus teorías y discursos fascistas y es incapaz de razonar.

    - Quizás vivir un caso de homosexualidad dentro de su familia le haga cambiar de opinión con el tiempo... –dije yo sin perder la esperanza.

    - Quizás, pero no se puede decir que encajara muy bien la noticia. Esperemos que los padres de Eloy no se lo tomen de la misma forma...

    - Esperemos... y ahora más vale que empecemos a olvidarnos de la reencarnación de Franco.

    - Bien, pues habrá que empezar a buscar un nuevo inquilino para la habitación que dejará vacía Sergio, hay que seguir pagando las facturas... –dijo Carlos con su habitual sentido práctico.

    - Cierto, pues esta vez me toca escoger a mí... –respondí con una sonrisa.

    - Bien, inténtalo tú, pero antes de tomar una decisión, consúltamelo ¿de acuerdo?

    - Lo haré hermanito... –dije justo antes de acercarme a Carlos y abrazarle.

    - ¿Y este abrazo? –Preguntó Carlos.

    - Te abrazo porque estoy orgulloso de ti, has cumplido tu palabra. Alentar las actitudes homófobas de alguien como Sergio es lo peor que puede hacer nuestra sociedad respecto a la homosexualidad...

    - No estoy del todo de acuerdo con esa afirmación... la peor actitud frente a la homosexualidad o la bisexualidad es ser homosexual o bisexual y no aceptarse y reconocerlo... -el comentario de Carlos me cayó literalmente como un jarro de agua fría, pero al menos fui capaz de reaccionar.

    - No es incompatible... es más, las dos cosas son necesarias –dije yo con una rotundidad que incluso me sorprendió a mí mismo.

    - Bien, quizás tienes razón... por nuestra parte haremos lo que podamos ¿no?

    - Lo que podamos... –repetí yo sin saber exactamente que me estaba intentando decir mi hermano.

    Tras darme una ducha y cambiarme de ropa salí camino del despacho. Durante el trayecto iba pensando en las últimas palabras de Carlos. Mi hermano parecía estar empeñado en que admitiese que me molaban los tíos, que me había acostado con Eloy, que era bisexual... mi hermano, el mismo que me susurró que no dejase de comerle la polla la noche del 31-J... paradojas de la vida supongo.

    Cuando llegué a “Lafarge i Associats” Ángel estaba preparando la acusación en un caso de estafa que llevaba uno de los abogados de nuestro bufete, cosas de la pasantía... toca hacer el trabajo sucio.

    - Hola Juan, te veo mal aspecto nen... ¿hemos dejado de ir al gimnasio? –Bromeó Ángel al verme.

    - No, no... digamos que he tenido una noche complicada...

    - ¿Sexo con Natalia “la Pura”?

    - No, bronca entre mi compañero de piso, bueno, mi ex compañero de piso, y su primo.

    - ¿Y eso?

    - Pues porqué mi compañero de piso se enteró de que su primo es gay...

    - Joder que marrón... ¿y qué hizo? –Interrogó Ángel.

    - Pues liarle una bronca monumental... fue algo realmente desagradable para todos los que estábamos en la cena.

    - Ufff... pobre chaval, que tenga la valentía de confesar su homosexualidad y que se encuentre con la oposición de un facha como tu compañero de piso. Claro que si alguien de tu entorno, familia o amigos rechaza tu condición sexual, debes replantearte seriamente con que tipo de gente convives...

    - Deduzco que tú tuviste mejor suerte...

    - No exactamente... lo que yo tengo es una gran familia y unos amigos cojonudos.

    - ¿Te costó dar el paso?

    - Pues hombre, fue difícil, no lo niego, pero lo hice porque lo necesitaba. Me pasé casi toda la adolescencia amargado en mi casa, siendo incapaz de mantener mis amigos porque no podía ser totalmente sincero con ellos, pensando que era una auténtica basura por sentir atracción por otros hombres... hasta que un día me metí en un chat gay para probar. Allí conocí a un tío que me dio buen rollo y nos conocimos.

    - Debió ser un gran momento... –dije yo.

    - No te creas, más bien fue un momento duro... digamos que necesitaba probarlo con un tío para saber si realmente era lo que me gustaba. Y aunque la primera vez me dejó con dudas, la segunda vez que quedé con él y se la comí, me dije: “Ángel, esto es lo tuyo”.

    - Jejejeje... radical por lo que veo.

    - Bueno, digamos que fui realista.

    - ¿Y entonces se lo constate a tu familia?

    - No, no lo hice. Como quedaba esporádicamente con este chico, pues me parecía que podría llevar una especie de doble vida, el sexo por un lado y lo demás por otro. Pero aquella situación me resultó insoportable, me sentía dividido, incluso me sentía mal por llevar una vida a espaldas de mis amigos y mi familia. Entonces llegó Roberto y con él todo fue distinto. A diferencia del primer tío que conocí, que estaba casado, Roberto era gay declarado, lo tenía asumido y buscaba algo más que una mamada en un coche aparcado en la cuneta de una carretera secundaria. Roberto me lo dio todo... me aportó decisión, seguridad, estabilidad e incluso madurez. Cuando las cosas con él marchaban bien me decidí a contárselo a mi familia y a mis amigos...

    - ¿Y qué tal fue?

    - En general todos se portaron muy bien conmigo. La primera persona con la que me sinceré fue mi madre, y aunque le ha costado mucho hacerse totalmente a la idea, siempre me ha dado su apoyo... al fin y al cabo ella sabía que era mi vida. No puedes ni imaginarte lo descargado que me sentí cuando me sinceré con ella.

    - Ufff... debes sentir un alivio inmenso...

    - Luego se lo conté a mi hermana y a su novio. Los dos también se portaron cojonudamente, él incluso me pidió disculpas por si aluna vez había hecho comentarios o chistes homófobos... –dijo Ángel con una sonrisa.

    - ¿Y tu padre?

    - Bueno, con mi padre fue algo más difícil. De entrada él lo sospechaba porque mis salidas de fin de semana con Roberto eran muy habituales, no le conocían pero yo siempre que quedaba con él decía “que salía con un amigo”. Si a eso le añades que mi hermana también se lo dejó caer, cuando fui a contárselo mi padre ya lo sabía. Por una parte me habían allanado el camino, pero por otra, arrancar el tema de la homosexualidad sabiendo que tu padre ya sabe que eres homosexual, no fue nada fácil...

    - ¿Y cómo se lo tomó?

    - Al principio se llevó una decepción, supongo que esperaba una vida más “hetero” para su único hijo varón. Cuando hablamos del tema por primera vez me hizo preguntas y comentarios realmente complicados, pero es lógico... tu entorno sabe mucho menos que tú de la homosexualidad, lo mejor es estar informado antes de dar el paso, estar preparado para contestar preguntas y ayudar a los demás a ponerse en tu situación...

    - Dices que te hizo preguntas complicadas...

    - Eso es... me preguntó cosas como quién hacia de hombre y quién de mujer, o cómo podía sentir placer en una relación sexual con otro hombre. Incluso se pasó semanas buscando mil y un orígenes para mi homosexualidad. No fue fácil para él. Si no estás en este mundo, tiendes a analizar la homosexualidad desde el prisma de la heterosexualidad, intentas equipararlo o hacer comparaciones, pero la homosexualidad no puede medirse con los mismos parámetros que la heterosexualidad. No hay hombre y mujer, hay dos hombres, con roles sexuales definidos o no, pero dos hombres al fin y al cabo.

    - Cierto... –Ángel me había dejado sin palabras ante tanta lucidez y claridad para hablar de la homosexualidad.

    - Ya ves, no fue fácil, pero con el tiempo todos lo han asimilado en mayor o en menor medida. Incluso mi familia conoce a Roberto y están encantados con él.

    - ¿Y con tus amigos qué tal?

    - Bueno, con mis amigos fui muy selectivo, al principio sólo se lo dije a la gente en la que sabia que podía confiar realmente y no hubo ni una sola decepción, estoy muy orgulloso de ellos. Pero si hubiese habido algún amigo que me rechazase por mi condición sexual, te aseguro que no me hubiese importado perderle... alguien que no te acepta es alguien que no te quiere.

    - Bueno, veo que el balance de tu outing es muy positivo...

    - Mucho, Juan. Ahora, cada vez me importa menos que alguien sepa que soy gay, aunque sean simples conocidos. Si me preguntan o si sale el tema, suelo pasar de dar largas o mentir, así que acostumbro a ser sincero, y no sabes la tranquilidad que da eso. Que no tengas que esconderte, que no temas cuando alguien te pregunta si tienes novia, que puedas evitar los comentarios que hacen tus conocidos hetero sobre tías, es más, luego acabas haciendo tú comentarios sobre tíos... jejeje... es muy divertido... es una auténtica liberación.

    - Joder, me alegro mucho por ti... y espero que el primo de mi compañero de piso tenga más suerte en el futuro...

    - Seguro que sí hombre. Apostaría la vida a que tu compañero de piso pertenece a ese reducto de gentuza fascista y homófoba que tanto nos han perjudicado a los homosexuales, pero que acabará por desaparecer o reducirse a su mínima expresión. Se puede ser gay reconocido y ser feliz, te lo aseguro...

    - Eres un tío muy majo Ángel, y tienes las ideas muy claras...

    - Sólo algunas... –bromeó Ángel.

    - Bien, te dejo trabajar, voy a recoger unos papeles y me voy volando al juzgado, Ricardo quiere que presente una petición de aplazamiento para un caso de violación que estamos, o está, llevando...

    - Vaya, así que no comeremos juntos... –dijo Ángel resignado.

    - Pues no creo, lo cierto es que si vuelvo al bufete será por la tarde.

    - Bien, pues por si no te veo, recuerda que quedamos en ir a Port Aventura...

    - ¡Joder es verdad! Casi se me había olvidado. Pues tú dirás cuando quieres ir.

    - ¿Qué tal este domingo?

    - Bueno, había pensado en ir a comer a casa de mi madre, porque no debe acordarse ni de que tiene un hijo, pero supongo que puedo aplazarlo... –respondí.

    - Bien, como quieras...

    - Sí, este domingo será perfecto... se lo diré a los demás y te digo algo.

    - Prefecto pues, ¿te importa que invite a alguien más?

    - No, claro que no... son tus entradas hombre... –respondí guiñándole un ojo.

    - Muy bien, espero tu llamada para confirmármelo... que vaya bien la tarde, niño.

    - Igualmente nen... –le dije mientras salía disparado hacia mi mesa para recoger los dossiers.

    *

    Cuando crucé el torno de salida del gimnasio sentí que había llegado a la meta. Después de una ajetreada mañana en el Juzgado de Lo Penal nº 14 de Barcelona, comí en un bar-restaurante de Ciutat Vella. Por la tarde visité a un cliente “muy importante”, según mi padre, en la Torre Mapfre y cuando el sol empezaba a ponerse llegué al Club Deportivo.

    Después de varios días saltándome la rutina de ejercicios y después de un día de trabajo intenso, no fue nada fácil coger la bici por los cuernos y pedalear hasta desfallecer. Luego una horita en las máquinas de tortura y listos. Nadie dijo que cuidarse fuera tarea sencilla. Afortunadamente unos 20 relajantes minutos en el jacuzzi me ayudaron a recuperar la sensibilidad en los miembros, en todos los miembros... porque las vistas de chicos en bañadores de competición Speedo no podían ser más alentadoras.

    Cuando entré en el coche, mi teléfono móvil empezó a sonar. De nuevo numero oculto. Esta vez no contesté, simplemente rechacé la llamada. Arranqué el motor, pero antes de que pudiese salir del aparcamiento, el teléfono móvil volvió a sonar, esta vez había recibido un mensaje con imagen. Pulse el botón navegador y abrí el mensaje:

    D

    Una especie de triángulo blanco sobre un fondo negro ocupó la pantalla del teléfono... ¿a qué venía aquello?



    Continuará...



     
  •  

    CAPÍTULO 56: PORT AVENTURA.



    El primer single del último disco de Alejandro Sanz sonaba a todo volumen en el reproductor del Alfa de Carlos cuando cruzamos el acceso del parking de Universal Mediterránea. Un acceso jalonado por sendas cabinas de peaje donde dejarte los primeros de muchos euros en aquel emporio del despilfarro ocioso. No habíamos llegado todos a la vez, o sea que no nos quedaría más remedio que esperarnos en el parking a que el resto de la expedición llegase al parque.

    Las 10:30 de un domingo soleado. Con el Alfa rojo perfectamente estacionado en un caótico parking Preferente, nos sentamos en unos bancos a la sombra para esperar al resto. Unos veinte minutos después entraban casi encadenados el Mini de Toni, el BMW Z4 de Ruth y el Mégane de Ángel.

    - Porque organizarnos para venir en un par de coches no era posible ¿no? –Dijo mi hermano al verles llegar.

    - Hombre, hubiese sido más práctico y barato, pero como hasta hoy no sabíamos seguro quién iba a venir, pues no ha habido forma de planificarlo... –dije yo resignado.

    - Es que ha sido muy precipitado... –sin lugar a dudas, los imprevistos ponían muy nervioso a Carlitos-. Por cierto, ¿qué sabemos de Natalia?

    - Pues me dijo que llegaría en tren sobre las 11:30. El viernes se fue a pasar el fin de semana con sus tíos a Cambrils...

    - ¿En tren?

    - Sí, sólo son un par de estaciones, además, yo no sabía llegar hasta Cambrils para ir a recogerla...

    - Bueno, pues hubiésemos preguntado... ya te vale Juan, hay que ver como cuidas a tu novia... –me recriminó Carlos.

    - Bueno, quizás debería haberme ofrecido a irla a buscar a Cambrils, pero no caí... –me justifiqué-. He tenido una semana complicada...

    - ¿El trabajo?

    - Sí, pero no sólo el trabajo. También me afectó bastante la bronca entre Eloy y Sergio, y si a eso añadimos las misteriosas llamadas con número oculto que he estado recibiendo...

    - No sabía nada de eso... ¿te han estado llamando? -Interrogó Carlos.

    - Sí, llevan varios días con las putas llamadas... ayer incluso recibí un mensaje con la imagen de una especie de triángulo...

    - ¿Un triángulo? A ver, déjame ver... –dijo Carlos mientras cogía mi teléfono móvil del bolsillo izquierdo de mi pantalón. ¿No me lo podía pedir? Sus dedos sobre mi pierna... nostálgico recuerdo.

    - Tío tú eres de los que no hicieron Griego en el instituto ¿no? –Dijo Carlos con ironía ante mi mirada perpleja-. Esto no es un triángulo, es una letra griega...

    - ¿Una letra griega? ¿Qué letra? –Pregunté sin salir de mi asombro...

    - La letra delta... –soltó Carlos justo antes de que Toni y su novio inflable llegasen al banco donde estábamos sentados.

    La letra delta... me repetí mientras encajaba sin demasiadas ganas la mano de Paul y la de Toni. Carlos fue bastante más efusivo y les saludó con un “moderno” beso en cada mejilla. Detrás de ellos llegaron Ruth y Jesús. Ruth estaba espectacular vestida con unos pantalones vaqueros ceñidos y una reducida y ajustada camiseta blanca de Dolce & Gabbana.

    - ¿Quién es la chica que viene con Ángel? -Me susurró mi hermano al oído.

    - ¡Ah! Es Valeria, una compañera del despacho... pero no sabía que fuese a venir... –respondí.

    - Buenos días a todos... –saludó Ángel-. Antes de nada, os presento a Valeria, trabaja con Juan y conmigo en el bufete. Valeria, estos son Carlos, Ruth, Jesús, Toni y Pablo...

    - Paul –corrigió él con brusquedad. Ángel no se molestó en rectificar.

    - ¿Y Natalia? –me preguntó Ángel mientras los demás se saludaban.

    - Estará al llegar. Venía en tren desde casa de sus tíos...

    - Si quieres vamos a esperarla a la estación.

    - Sí, es una buena idea.

    Nos despedimos del resto del grupo y quedamos en encontrarnos de nuevo en la fuente que hay justo en la entrada de Port Aventura. Antes de alejarnos del grupo tuve la ligera sensación de que Valeria no se iba a sentir desplazada... Carlos parecía estar prestándole todas sus atenciones.

    Caminamos por la Rambla del Parc hasta la salida, y tras pasar por delante de uno de los hoteles del resort, el Hotel El Paso, llegamos al apeadero de trenes. Eran casi las 11:40 cuando el tren regional Delta hizo su aparición en la destartalada estación.

    Hasta entonces no había tenido demasiado tiempo para pensar en ello, pero al verle bajar del tren con Natalia, una luz en mi interior se encendió. La letra griega Delta era un breve recordatorio de mi estancia en el Delta del Ebro. El autor de ese mensaje y de las llamadas ocultas ahora estaba frente a mí.

    - Hola a todos –saludó Natalia-.

    - Hola –respondimos Ángel y yo al unísono.

    - Supongo que no os importará que haya invitado a Marc, resulta que nos hemos encontrado por casualidad en Cambrils... sus padres tienen un apartamento en Vilafortuny.

    - No, no hay problema –respondió Ángel con rotundidad sin apartar sus grandes ojos marrones de aquel jovencito de 17 años-. Hola Marc, yo soy Ángel... –dijo tendiéndole la mano.

    - Hola Ángel –respondió Marc con una sonrisa.

    - Hola Marc... –le dije mientras le daba la mano-. Me alegro de verte... –me alegro de verte para poder arrancarte la cabeza con más facilidad, pensé.

    - Los reencuentros emotivos mejor los dejamos para más tarde... ahora deberíamos volver con los demás... –anunció Ángel.

    - Vamos –respondí.

    Ángel pasó su brazo por encima de los hombros de Marc y lo arrastró camino de la entrada del parque. Natalia y yo caminamos rezagados, unos pasos por detrás de ellos dos.

    - Tenía ganas de verte... –me susurró mientras me besaba tiernamente en los labios.

    - Y yo también... –dije casi automáticamente. Si Natalia me hubiese dicho: “que ganas tenía de aplastarte la cabeza con una excavadora” hubiese dicho simplemente: “yo también”.

    - ¿De verdad no te importa que haya invitado a Marc?

    - No, no me importa, tus amigos son mis amigos. ¿Qué tal está Marc? ¿Damián y él vuelven a hablarse?

    - No, Damián ha dejado e grupo y ahora se junta con dos macarras que van a nuestra clase. Marc apenas pasa tiempo con nosotros, está muy extraño últimamente...

    - ¿Extraño? –Interrogué.

    - Sí... distante diría yo. Por eso al encontrarle hoy en Cambrils, me ha parecido buena idea que viniese con nosotros a Port Aventura. Podrías intentar hablar con él, tú eres un chico, igual tiene más confianza contigo...

    - Lo haré... –dije yo con total convencimiento. Como bien había dicho Natalia, seguro que Marc iba a tener más confianza conmigo... mucha más confianza.

    Nos reunimos con los demás en la entrada del parque. La verdad es que hacia tres o cuatro años que no pisaba Port Aventura, pero en general me llevé la impresión de que todo estaba bastante descuidado.

    Tras cruzar los torniquetes de entrada, hicimos la primera parada en un self-service del área de la Mediterrània para desayunar. Mientras estábamos en la cola, no podía dejar de mirar a Marc y preguntarme si realmente era él el autor de las llamadas y de serlo, por qué lo había hecho. Me dije que debía buscar un momento para hablar a solas con él, aunque no iba a ser fácil.

    Terminamos de comprar los bocadillos y nos sentamos en una de las mesas de los barcos que forman parte de la tematización del lago.

    - Tu hermano está muy entretenido con esa chica ¿no? –Dijo Natalia nada más tomar asiento junto a mí.- ¿Es su novia?

    - No, Valeria trabaja con nosotros en el bufete... supongo que Carlos y ella se habrán caído bien.

    - Pues hacen buena pareja... ella es muy guapa, me recuerda a Salma Hayeck pero en alta...

    - No sé, no soy demasiado bueno para sacar parecidos... –dije yo sin demasiado énfasis.

    - ¿Te ocurre algo Juan? Pareces preocupado...

    - Estoy bien Natalia, sólo algo cansado por una semana bastante dura.

    - Bueno ahora relájate... –susurró mientras posaba su mano en mi muslo y me besaba casi por sorpresa. El contacto de nuestras lenguas hizo que mi polla se levantara al instante.

    - Vaya... que bonito es el amor... –dijo Toni con ironía al sentarse con Paul en nuestra mesa-. Tienes una novia muy guapa, Juan –añadió lanzando una tierna sonrisa a Natalia.

    - Gracias... –respondió ella con las mejillas sonrojadas.

    - Lástima que yo no pueda decir lo mismo –añadí con ironía. Sentí como la mirada de Paul me atravesaba-. Ya sabes, los tíos no son lo mío...

    - Claro... –dijo Toni con cara de “pues no decías lo mismo el día que comiste la polla en la buhardilla”. Pero con Natalia delante, mi vena heterosexual salió a relucir. Fuese bisexual o no, delante de mi novia no podía quedar en duda mi heterosexualidad.

    - ¿Y qué Paul, te gustan los parques temáticos? –Dije yo intentando reducir la tensión.

    - No, prefiero venir a Port Aventura... –respondió Paul con voz de camionero afónico con ramalazo gay. Con esa voz era lógico que no fuese muy dado a las conversaciones.

    - Mmmmm... Port Aventura es un parque temático, Paul -le corrigió Toni con una sonrisa maliciosa.

    - ¡Ah! Dispensadme... es que lo mío es la noche –lógico, con esos ojos de búho asustado la noche debía ser su hábitat natural.

    Terminamos de comer y seguimos nuestra expedición por el parque. Tras abandonar la Mediterrània, nos adentramos en Polynesia, al menos allí la vegetación seguía igual de frondosa que otros años. Parada obligada en el Tutuki Splash para refrescarnos un poco y amortiguar los estragos que nos estaba causando el sol otoñal.

    Y después el Kon-tiki Wave, uno de esos barcos de feria que se balancean de un lado a otro hasta conseguir que las personas con estómagos sensibles acaben en situaciones realmente indignas. Dado mi historial de mareos en atracciones con movimientos pendulares y/o circulares, decidí esperar a mis amigos con los pies en el suelo. Todos iban camino de la atracción, hasta que Toni le dijo algo al oído a Paul y se dio la vuelta, regresando a donde estaba yo.

    - ¿No vas a subirte a la atracción?

    -Mejor que no. No hace mucho que hemos desayunado y tengo el estómago demasiado revuelto para este tipo de emociones... no he pasado buena noche –respondió Toni mientras se apoyaba en la barandilla junto a mí.

    - Vaya, que pena... ¿y no te ha cuidado bien tu novio?

    - Te recuerdo que aún vivo en casa de mis padres, Paul no duerme nunca en mi casa.

    - ¿Tus padres le conocen?

    - Sí, se lo presenté en una comida familiar y casi... les da algo. Lo cierto es que el estilo de Paul no encaja en las mentes arcaicas de mis padres.

    - Claro, deberías haberte buscado un novio más formal... –le dije yo con una sonrisa burlona.

    - Lo intenté... pero el chico formal, trabajador y responsable que me gusta no me hizo demasiado caso... –bromeó Toni.

    - Hay tíos muy tontos... jejeje.

    - Mucho... –dijo Toni sacándome la lengua-. Pero bueno, él se lo pierde... –añadió mientras se daba la vuelta y se sentaba en la barandilla. Sus piernas quedaron tan cerca de mis brazos, que estaban apoyados en la barandilla, que el roce fue inevitable- ...no podrá disfrutar más de estos brazos, de este pecho, de estas piernas... –Toni iba enumerando cada parte de su cuerpo mientras se acariciaba con la obvia intención de provocarme.

    - Ni de esta polla... –añadí mientras le apretaba fugazmente el paquete que se le adivinaba perfectamente bajo la tela de los tejanos.

    - Jejeje... aquella señora se acaba de llevar un susto –dijo Toni entre risas señalando a una mujer de unos 50 años que nos miraba de reojo mientras seguía caminando junto a su marido.

    - Me mira así porque me tiene envidia... seguro que nunca ha visto una tan grande como la tuya –añadí con una sonrisa.

    - Ni como la tuya... –susurró Toni rozando discretamente mi paquete-. Y pensar que yo me la he comido entera...

    - Si quieres puedes volver a comértela ahora mismo...

    - Deja a tu novia y te la como... hay unos lavabos muy poco concurridos en Polinesia...

    - No puedo... –dije yo con cierta rabia.

    No hubo tiempo para más jueguecitos. Casi sin darme cuenta, el resto del grupo salió de a atracción y se reunió con Toni y conmigo. Natalia me abrazó... parecía estar marcando su territorio.

    - ¡Ey! ¡Vamos al Dragon Khan, por favooooooor! –Imploró Jesús.

    ¿Una emoción más fuerte que tocarle la polla a Toni delante de todo el mundo? Superarlo iba a ser muy difícil...




    Continuará...
     
  •  


    CAPÍTULO 57: UNA EXPERIENCIA FUERA DE LO COMÚN.


    “Cuenta la leyenda que el espíritu del malvado príncipe Hu de Beijing se reencarnó en el cuerpo de un temible dragón. Ahora, 500 años después, cada vez que un hombre se atreve a montar en su lomo se desata toda la furia que habita en su interior. La dimensión de semejante criatura mitológica deja asombrados a todos los que lo ven, su estremecedor rugido se oye desde cualquier parte...”

    Y no es para menos, con 48 metros de altura máxima, una velocidad que alcanza los 110 km/h y 8 loopings, el Dragon Khan, la montaña rusa estrella de Port Aventura, logra que el efímero minuto que tarda su tren articulado en recorrer la totalidad de los 1.266 metros de su recorrido se convierta en una experiencia fuera de lo común.

    No era la primera ocasión que el Dragon Khan y yo nos veíamos las caras, pero a pesar de ello, la estampa de su estructura metálica bicolor, uno de los símbolos del parque, me pareció sencillamente imponente.

    Rendidos ante la magnitud del reto, Paul, Natalia y Toni decidieron esperar en tierra. El estómago de Toni no había mejorado, así que lo mejor era no darle más vueltas. Natalia temblaba con solo oír las palabras montaña rusa. Y Paul, su motivo para no afrontar el reto no fue anunciado, aunque... ¿realmente le importaba a alguien lo que hiciese Paul?

    Tras cinco breves minutos de espera en una cola pobremente tematizada, accedimos a la plataforma de la atracción. La suerte y el asistente de la atracción quisieron que Ruth, Jesús, Carlos y Valeria montaran en el vagón de cola y Jordi, Ángel, Marc y yo montásemos en la cabeza del tren. No pude evitar sentirme nervioso, aunque no sabía si me asustaban más los 8 loopings del Dragon Khan o la presencia de Marc en el asiento de al lado.

    Cuando la vagoneta sale de la estación y desciende por una suave bajada pasando por encima de los pardillos que acaban de desocupar el asiento donde ahora estás tú, algo en tu interior te dice que has perdido la razón. Pero realmente no es hasta que el tren articulado es remolcado a una altura de 48 metros cuando empiezas a tomar conciencia de tu situación. En ese punto, las vistas de Salou son realmente impresionantes. Y fue en ese mismo punto cuando noté como una mano se posaba tímidamente sobre mi pierna y ascendía lentamente camino de mi paquete. Cuando sus dedos atraparon mi polla no pude contenerme:

    - ¿Qué coño haces Marc? –Susurré con la mirada clavada en mi compañero de asiento. Al otro lado, Ángel y Jordi reían a carcajadas.

    - Me moría de ganas de volverla a tocar...

    - Nos pueden ver... –respondí con brusquedad.

    - Necesito hablar contigo... te he estado llamando...

    - ¿No me digas? No había notado nada... –dije con sorna-. Bien, hablaremos, pero no ahora... una montaña rusa no me pareceee...

    No pude terminar la frase, el primero de los descensos con los que la atracción te sorprende al terminar la ascensión, se abrió bajo nuestros pies. Una suave bajada... sólo un aviso. Luego el segundo descenso... y luego nada... sólo gritos, sólo descargas de adrenalina.

    Vale, el chico sólo quería tocarla y yo fui muy brusco con él, ¡pero ni que mi polla fuese Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO! Con tanta tocada de huevos, uno se pone malo... y luego la culpa siempre es de Juan.

    De nuevo con mis Acupuncture azules clavadas en el suelo, empecé a recuperar mi orientación... pero no precisamente la sexual, más bien la geográfica. Natalia me abrazó y me sorprendió con un tierno beso en los labios.

    - ¿Qué tal el viajecito?

    - Realmente una experiencia orgásmica... –especialmente por las caricias de Marc, claro. Por si cabe alguna duda esto último no se lo dije a Natalia.

    La siguiente parada en nuestro itinerario fue La Cantina en el área de México, había que reponer fuerzas. Degustar un plato de chile con carne mientras la música atronadora de un grupo de mariachis te acompaña en una especie de plaza mayor de un tópico pueblo mejicano, es uno de los detalles que hacen especial Port Aventura. Quizás su uso y abuso de tópicos mejicanos como el zorro, las rancheras o los mariachis, no se correspondan con la imagen real de México. Quizás la comida, que sin ser mala no dista mucho de los platos mejicanos de la franquicia de fast-food Cantina Mariachi, no te transporte gastronómicamente hablando al México real, pero el encanto de esta área temática radica precisamente en eso... en lo que tiene de caricatura o de cuento.

    De México a Far West. A pesar de alguna cara de cansancio y de las interminables quejas de Paul (y es que a quién se le ocurre ir a un parque temático con botas de piel), nos faltaba mucho por recorrer aún. Al llegar a Stampida, otra de las atracciones destacadas del parque que cuenta con el privilegio de ser la montaña rusa de madera de doble vía más rápida del mundo, me disculpé del resto del grupo para ir al baño. Mentiría si dijese que no esperaba que sucediese lo que sucedió después.

    Entré en lavabo que hay justo después del área de juegos de Far West y me puse a lavarme las manos para hacer tiempo. No me equivoqué... pocos minutos después entró Marc. El lavabo esta vacío en aquel momento.

    - ¿Ahora me vas a escuchar? –Dijo Marc con un tono de súplica.

    - Tú dirás... –dije fingiendo poco interés.

    - Te he estado llamando estos días y supongo que te habrás cagado en mí más de un millón de veces... –asentí con la cabeza-. Pero es que necesitaba llamarte, aunque no me atreviese a hablarte... estoy hecho un lío.

    - Supongo que todo esto tiene que ver con nuestra noche con Damián en Deltebre...

    - Eso es... Damián y tú sois las dos únicas personas que conocen mi secreto... pero con él no puedo contar, desde aquel día no hemos vuelto a hablar. ¿Sabes lo que se siente cuando tu mejor amigo te deja tirado justo en el momento que afrontas uno de los problemas más importantes de tu vida?

    - Imagino... –dije yo haciéndome cargo de su situación, algo parecido había vivido.

    - ¿Y sabes lo que se siente cuando la normalidad en tu vida se esfuma y da lugar a mil sentimientos opuestos que te golpean en la cabeza y te oprimen el pecho sin dejarte respirar?

    - ¿Tú que crees? –Era obvio que Marc se imaginaba que yo había pasado por una situación similar.

    - Bien... pues conjuga esos dos sentimientos y sabrás como me siento ahora. Por eso necesitaba hablar contigo, eres la única persona con la que puedo hablar de esto... –los ojos de Marc empezaron a humedecerse. Le abracé.

    - Ey... –murmuré-. No te pongas triste Marc. Yo no soy quien para darte consejos sobre lo que te está sucediendo, porque ni siquiera soy capaz de afrontar mis propias preocupaciones, lo que sí puedo decirte es que con el tiempo los problemas que hoy te parecen insalvables, se acaban resolviendo, o al menos dejan de parecerte tan importantes.

    - Sí, ya... es lo de siempre... el tiempo lo cura todo. Quizás necesitaré tiempo, pero lo que necesito ahora es apoyo...

    - Cuenta conmigo Marc –dije sin vacilar.

    - Eso lo dices ahora... pero cuando se acabe este día, te olvidarás otra vez de mí...

    - Yo no me he olvidado nunca de ti, ni pienso hacerlo. Tienes mi número de teléfono y si me das el tuyo –le dije guiñándole el ojo- te aseguro que mantendremos el contacto. Puedes contar conmigo tío... –volví a abrazarle.

    Fue en ese momento cuando un chico del personal de limpieza del parque entró en los lavabos, llevaba una garrafa de jabón para las manos. Tuve el tiempo justo para separarme de Marc. Y entonces improvisé. Supuse que para quedar más natural debía hacer lo que suele hacerse en un baño público, ¿y qué se hace en un baño público? Pues mear, claro. Me dirigí a uno de los urinarios que estaban sujetos de la pared, me bajé el cierre de los pantalones y me saqué la polla. El abrazo con Marc había despertado a mi juguetona amiga, así que no iba a ser fácil proceder en esas circunstancias.

    En eso estaba cuando vi que Marc seguía mi ejemplo y se situaba justo a mi lado. Repitió el proceso, se sacó la polla... ¡qué polla, que recuerdos! Y se dispuso a mear. Yo giré la cabeza hacia el lado opuesto, tratando de evitar que mi polla se pusiese más dura aún, y empecé con lo que había ido a hacer.

    Me la estaba sacudiendo después de terminar, cuando escuchamos a nuestras espaldas que el chico de la limpieza salía del lavabo. Solos de nuevo y aún con la polla fuera. La reacción de Marc no por deseada fue menos inesperada. Se agachó y cogiéndome la polla con una mano, se la metió de golpe en la boca. No me corrí porque hice un esfuerzo titánico por evitarlo. Para estar pasando un momento de confusión, lo cierto es que el chico se lanzó sobre mi polla con una facilidad sorprendente... sería el hambre acumulada.

    - Aquí no, nos pueden ver tío... –dije casi sin voz. No es fácil pedirle a alguien que te está comiendo la polla y los huevos con absoluta desesperación, que se detenga para buscar un sitio mejor.

    Marc se levantó liberando mi polla y apretándome contra el urinario me besó con furia. Demasiado fuego... sólo había una forma de apagar aquel incendio. Arrastré a Marc hasta uno de los compartimientos cerrados del lavabo y nos metimos en él. A partir de entonces no hubo tregua. Marc se arrodilló de nuevo, me bajó los pantalones de un tirón y volvió a meterse mi polla en la boca. Esta vez mi culo también fue objeto de sus atenciones y sus dedos empezaron a dilatarlo. Su boca bajó y subió a lo largo del tronco de mi verga sin parar. Las únicas pausas que hacia Marc eran para dedicarse a lamer mis huevos y a jugar a metérselos en su boca. Pero mi compañero de juegos rizó el rizo cuando deslizándose entre mis piernas, su boca quedó a la altura de mi culo. Ufff... sin palabras.

    Estaba a punto de correrme sin tocarme la polla cuando tiré de Marc hacia arriba. Volvimos a besarnos, esta vez sabiendo que su lengua había recorrido cada milímetro de mi polla y mi culo. Le quité la camiseta y empecé a lamerle los pezones, el pecho, los brazos, el abdomen, el ombligo... abrí el cierre de su pantalón y se lo bajé. Su polla totalmente erecta quedó ante mí bajo unos boxers blancos. Donde descansaba su capullo se apreciaba una evidente marca de líquido preseminal. De ahí a empezar a comerle la polla, un paso.

    Cuando su rabo quedó perfectamente lubricado por mis cuidados, le di la vuelta. Escupí en su agujero y empecé a jugar con uno de mis dedos. Marc se reclinó sobre el retrete y abrió inevitablemente sus piernas y sus nalgas, una imagen difícil de superar. Seguí jugando con mis dedos en su culo hasta que sus súplicas no se hicieron esperar...

    - Métemela... –Masculló Marc, recé para que no hubiese nadie más en el baño.

    ¿Y qué debes hacer cuando un adolescente de 17 años que está buenísimo te pide, mientras está frente a ti con el culo abierto, que le metas la polla? Pues metérsela. Saqué un condón de mi cartera, me lo puse y empecé a clavársela. Así de sencillo. Aunque en la práctica, la penetración costó un poco más. No es fácil meterse una polla como la mía y quedarse tan ancho... y nunca mejor dicho.

    Me lo follé como hacia tiempo que no me follaba a un tío, bueno, ni a una tía. Nuestros gemidos eran audibles en aquel silencioso lavabo, pero poco nos importó entonces. No oíamos ni sentíamos nada más allá de aquella penetración tan placentera. Su culito era una auténtica fuente de placer.

    Unos minutos después, Marc empezó a correrse en la tapa del retrete. Yo hice lo propio en su interior, eso sí, debidamente protegido. Me retiré de encima de Marc que aún jadeaba, y empecé a quitarme el preservativo...

    - Espera... –dijo mientras completaba la operación con sus hábiles manos.

    Cuando me hubo retirado el condón, se lo llevó a la boca. No negaré que me sorprendió su gesto, aunque si no fuese porque me acababa de correr, seguramente mi polla se hubiese puesto dura.

    - Quería probarla... –añadió con una pícara sonrisa cuando mi esperma había desaparecido en su garganta. Un chico realmente... ¿viciosillo?

    - Va... ahora salgamos de aquí... –dije mientras me acomodaba la ropa.

    - Espera –Susurró Marc. La puerta del baño se acababa de abrir. Oímos pasos. Después una cremallera y acto seguido el inconfundible sonido de alguien meando. Marc y yo permanecimos inmóviles.

    El ruido de un grifo que se abre, y luego de nuevo unos pasos. Posiblemente nuestro visitante había salido ya del servicio. Esperamos unos segundos más y salimos del retrete. Primero Marc y detrás de él salí yo. Craso error. Habíamos tentado demasiado a la suerte... en ese mismo instante entró alguien en el lavabo. Demasiado tarde para esconderse de nuevo, Ángel ya nos había visto salir juntos del compartimiento.

    - Perdón, me dejé el móvil al lavarme las manos –murmuró Ángel atónito.

    - Esto no es lo que parece... –susurró Marc. Ángel nos miró con cara de “¿y qué es lo que parece?”

    - No, no... si hay muchas chicas que van de dos en dos al lavabo... ¿por qué no pueden ir dos chicos juntos? Además, ¿no hacéis los hetero eso de comprar el tamaño de vuestra polla? –Ángel parecía un tanto cabreado.

    - Juan me estaba ayudando a...

    - Oye chaval... –le dijo Ángel a Marc-. Que no os he pedido explicaciones, que vosotros sabréis lo que hacéis. Pero en tu caso Juan... me jode que hayas tenido tan pocos cojones para ser sincero conmigo... -Ángel se dio la vuelta y salió del baño.

    Yo fui el siguiente en salir. Para no levantar sospechas Marc diría que acababa de salir del baño y yo esperaría en la tienda que había junto a los servicios.

    El plan esta vez no falló. Marc se reunió con el resto del grupo a la salida de la Stampida y sugirió que fuesen a buscarme a la tienda de regalos. Y fíjate tú por donde, allí estaba yo dudando entre comprar un peluche de la Pantera Rosa o uno de Woody para Natalia.

    Eran casi las ocho de la noche cuando salimos de la última atracción que visitamos, Gran Canyon Rapids... un entretenido paseo en un donut gigantesco por una reproducción en cartón-piedra del Gran Cañón de Colorado, a escala, eso sí. Por el sistema de megafonía del parque se anunciaba su inminente cierre, era hora de volver a casa. Ángel no volvió a dirigirme la palabra el resto del día y Marc se adosó a Natalia al tiempo que la alejaba de mí. Eso sí es matar dos pájaros de un tiro.

    Cuando llegamos al coche de mi hermano, Natalia y Marc se sentaron detrás, Carlos me pidió que condujera porque él estaba demasiado cansado hasta para eso.

    - Hay que ver lo que cansa patearse todo Por Aventura... aunque ha merecido la pena la caminata, ¿no? –Dijo Carlos intentando romper el silencio.

    - Mucho –respondió Natalia con una sonrisa mientras se acomodaba en el asiento trasero del Alfa como si quisiese fundirse en él.

    - Un día para no olvidar... –añadí.

    - Si ya lo dice su eslogan: “Universal Mediterránea, una experiencia fuera de lo común” –murmuró mi hermano.

    - Totalmente de acuerdo –respondí. Carlos no se imaginaba hasta que punto era cierto ese eslogan.




    Continuará...

     
  •  


    CAPÍTULO 58: ¿ME TOMAS EL PELO?.


    Giré con brusquedad el volante del Mercedes y me crucé en mitad del parking cerrándole el paso al Mégane de Ángel. Lunes por la mañana después de un excitante domingo en Port Aventura en que mi compañero de trabajo y buen amigo había presenciado como salía de un lavabo acompañado del amigo de mi novia.

    Sin detener el motor del coche miré fijamente a Ángel, su cara lo decía todo. Me quité las gafas de sol de Gucci y bajé del coche.

    - ¿¡Estás gilipollas o qué!? –Gritó Ángel saliendo del Mégane-. ¿Quieres destrozarme el coche?

    - ¡No! Sólo quiero hablar contigo, por favor Ángel... deja que me explique. Te llamé más de veinte veces ayer por la noche, te he vuelto a llamar esta mañana. Quiero darte una explicación... –supliqué.

    - No tienes nada que explicarme... –respondió Ángel con orgullo.

    - Pero quiero hacerlo... –sonreí, Ángel me devolvió la sonrisa.

    - Bien, aparca ese cacharro y vamos a tomar un café.

    Entramos en la cafetería que acaban de abrir junto al lobby del edificio. Mi padre estaba tomándose un café acompañado de varios de los socios fundadores, entre ellos Roberto. Pasamos junto a su lado y saludamos. Roberto me dedicó una amplia sonrisa... ¿le habría dicho algo Ángel acerca de lo sucedido en Port Aventura?

    - Está bien, tú dirás...

    - Lo que viste ayer en Port Aventura sólo fue un malentendido... –me había estado preparando aquella conversación desde que Ángel nos sorprendió en los lavabos, y lo único que había conseguido es soltar aquella estúpida frase. No sabía exactamente a donde quería llegar con aquella conversación, pero tenía muy claro que necesitaba tenerla.

    - ¿Para eso querías hablar conmigo, Juan? ¿Me tomas el pelo?

    - No, no... no es eso lo que quería decir... es evidente que Marc y yo no nos habíamos metido en aquel váter para hablar del tiempo... pero...

    - ¿Pero qué? ¿Tú eres hetero pero dejas que te la chupen otros tíos por vicio? –La ironía de Ángel casi me hería.

    - No sé que decir... –dije yo bloqueado.

    - Bien, ahora el abogado más irresistible de “Lafarge i Assoiciats” se queda sin palabras... realmente sorprendente Juan –Ángel hizo una breve pausa y acto seguido prosiguió rebajando la dureza de sus palabras.- No pretendo juzgarte, eres muy libre de montártelo con un tío mientras tienes a tu novia dando vueltas en una montaña rusa... lo que realmente me ha jodido Juan, es que no hayas tenido la suficiente confianza conmigo para hablarme del tema.

    - Tú más que nadie puedes entenderme... no es fácil, Ángel –dije yo con cierta rabia.

    - Todo en esta vida cuesta, pero no por ello estamos justificados a hacer las cosas mal...

    - ¿Y quién dice que hago las cosas mal? ¿Tú? No sabía que tenías la capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que está mal en las acciones de los demás.

    - No me parece justo que mientras yo me sinceraba contigo, tú siguieses jugando a hacerte el hetero moderno...

    - Vale, quizás la he cagado no hablándote del tema. Pero todo esto es muy nuevo para mí. No me resulta fácil contarle a alguien que me follo a todos los tíos gays que se me cruzan por el camino mientras sigo manteniendo una relación con una diecisietañera estrecha que si fuese capaz de abrir un poco más los ojos vería con claridad que su novio cada vez pasa más de ella... –mi rabia empezaba a descontrolarse.

    - Vaya... te follas a todo el que se te pone por delante –Ángel parecía molesto-. O sea que esto no tiene nada de nuevo para ti... ¿y a qué jugabas conmigo Juan, a tomarle el pelo a tu amigo gay? O mejor aún ¿a quién le tomas el pelo Juan? ¿A ti mismo?

    - Tenía mejor concepto de ti Ángel... que no haya hablado contigo de mis dudas sobre mi orientación sexual, no significa que me haya reído de ti y que no cuente contigo, significa que no había encontrado el momento aún.

    - No dejas de justificarte, Juan. Es mucho más fácil seguir follándote a todos los tíos que se pongan en tu camino mientras conservas a tu novia para dar una “buena” imagen ante la sociedad. Igual que no has encontrado el momento para hablar conmigo, seguramente nunca encontrarás el momento para ser sincero contigo mismo y afrontar tu sexualidad. Es mucho más fácil vivir justificándose... excusándose... mintiéndose ¿verdad Juan? –Ángel pareció disparar aquellas palabras al centro de mi maltratada conciencia.

    - Que coño sabrás tú de aceptar cambios en tu sexualidad si desde que saliste de la cuna te mueres por comerte una polla... que coño sabes tú de lo que quiero yo, si quiero follarme a un tío o quiero tirarme a una tía... a ti lo que te pasa es que te jode que estés fuera de la lista... que no hayas logrado acostarte conmigo...

    Juro que no sentí como ciertas ninguna de las palabras que dije, juro que no las volvería a repetir hoy, pero aquella mañana las vomité ante la mirada perpleja de Ángel. Mi compañero había sido demasiado duro conmigo... me había dicho demasiadas verdades. Yo me limité a defenderme como un gato acorralado.

    - Me he equivocado contigo, Juan –Ángel se levantó de la mesa y dejando un billete de 10 euros sobre la mesa, desapareció.

    La había cagado con Ángel por no ser sincero con él, pero la respuesta de mi amigo fue desmedida, exagerada... se había tomado todo aquello como un asunto demasiado personal. Pero las cosas no iban a quedar así.

    Subí hasta el cuarto piso y crucé como un rayo el amplio hall de la planta camino del despacho que me habían asignado el viernes. Pasé por delante de la mesa de Valeria y tras soltar un escueto “hola” me encerré en mi despacho.

    - Buenos días Señor Lafarge, disculpe que le moleste –dijo Valeria tras llamar a la puerta y entrar en el despacho-. Le traigo la lista de llamadas y la correspondencia...

    - Gracias Valeria, pero no me llames Señor Lafarge que me pone malo. Parece que no recuerdes que nos vimos ayer en Port Aventura...

    - Lo siento, es que estamos en el trabajo, y usted es mi jefe...

    - Yo soy un pringado Valeria, nada de jefe. Un jefe es el que se lo ha currado, el que puede permitirse el lujo de tener personas a su cargo... yo soy un pringado al que su padre la ha puesto un despacho y una secretaria cuando no lleva ni un mes con la pasantía...

    - Estoy convencida que el Señor Lafarge lo ha hecho porque confía en usted y cree que lo merece...

    - Bien, es evidente que confía en mí... pero me queda mucho por demostrarle. Pero bueno, no hablemos de eso ahora, mejor cuéntame que tal te lo pasaste ayer.

    - Muy bien, fue un día estupendo, su hermano es un chico encantador...

    - Valeria... ¡de tú! –insistí.

    - Perdón... –dijo ella algo ruborizada-. Tu hermano es fantástico...

    - Lo sé... nos viene de familia –bromeé.

    - No lo dudo –respondió guiñándome un ojo.

    - ¿Habéis hablado de volver a veros?

    - Pues tenemos una cita para cenar juntos esta misma noche... –respondió con una sonrisa.

    - Que bien... –mi sonrisa no pudo ser más forzada. ¿Una cena esta noche? ¿Tan rápido?-. Gracias por la correspondencia Valeria, te llamo si necesito algo.

    - De acuerdo... Juan.

    Cuando Valeria salió del despacho, mi teléfono móvil empezó a sonar, era mi madre.

    - Hola Rosa...

    - Hola hijo, ya veo que si no te llamo yo, no sé nada de ti.

    - He estado muy ocupado, lo siento –dije yo avergonzado.

    - No te preocupes... sólo soy tu madre, que más dará que no nos veamos...

    - Rosa... Rosa... que no eres nada buena para hacer sentirse culpables a los demás... jejeje –bromeé.

    - ¡Ay! Que hijo más insensible tengo...

    - ¿Qué tal va todo?

    - Bien, muy bien... en el trabajo las cosas siguen como siempre, y con Eduard estoy francamente a gusto... me siento una mujer nueva.

    - Vaya, me alegro...

    - Pero no te negaré que me duele que mis dos hijos se hayan alejado tanto de mí desde que viven por su cuenta. Podríais venir a cenar al menos alguna noche de estas...

    - No es mala idea... –dije meditando-. ¿Qué tal esta noche?

    - Bueno, esta noche... pues podría estar bien. Eduard no trabaja hasta muy tarde hoy, o sea que podríamos cenar juntos. ¿Crees que Carlos podrá?

    - Estoy seguro que Carlos no tiene nada mejor que hacer que ir a ver a su madre... ya verás, llámale e invítale a cenar, no podrá negarse... –dije convencido de que Carlos no le sabría decir que no a Rosa.

    - Perfecto pues, ahora mismo le llamo. Si te parece quedamos a las nueve en casa...

    - Allí estaremos Rosa.

    Si alguien leyese la secuencia de los hechos podría pensar que yo había hecho que Rosa nos invitase a cenar para que Carlos y Valeria no pudiesen verse esa noche... pero nada más lejos de la realidad. Digamos que en la vida las casualidades existen. Además, ¿qué mejor que una buena cena en familiar? Valeria podía esperar, al menos hasta que yo la conociese un poco mejor... uno siempre debe procurar lo mejor para los suyos.

    Durante toda la mañana Ángel me estuvo evitando de una forma tan evidente que hasta Roberto captó el mal rollo. Fue a la hora del almuerzo, cuando yo estaba comiendo en el bar del bufete, cuando Roberto se acercó a mí.

    - ¿Puedo sentarme contigo?

    - Adelante... –dije yo.

    - Es que Ángel se ha ido a Sabadell a visitar a un cliente.

    - Ya...

    - ¿Te importa que fume? –Preguntó Roberto mientras sacaba una de esas diabólicas porciones de cáncer envasadas en cajetillas de cartón.

    - No, son tus pulmones...

    - ¿Tú no fumas verdad?

    - No, no fumo.

    - ¿Nunca?

    - Sólo cuando iba al instituto. Muchos nos dejamos llevar en esa edad por la sofisticación o la madurez que aporta encenderse un cigarrillo ante nuestros amigos... fumar para parecer mayor, fumar para parecer interesante... que gracia.

    - ¿Gracia? –Interrogó Roberto.

    - Sí, gracia... aceptar socialmente el tabaco como un elemento de sofisticación a estas alturas es algo que sólo puede suceder en este país. Fumar es un acto de irresponsabilidad y de falta de respeto por tu salud y por la de los que están a tu lado...

    - Jejejeje... eres todo un activista anti-tabaco... –dijo Roberto sin apagar su cigarrillo despreciando en cierto modo mis afirmaciones que debió tachar de muy idealistas.

    - Veremos quien ríe el último... –respondí guiñándole un ojo.

    - Bueno, mejor cambiamos de tema. ¿Sabes por qué estaba Ángel tan extraño esta mañana?

    - ¿No te ha contado él nada?

    - ¿Debería?

    - No, supongo que no... sólo hemos tenido una pequeña discusión –respondí.

    - Ángel es un buen chico, pero se toma algunas cosas de forma personal, se deja llevar por sentimientos muy viscerales. Supongo que el tiempo atemperará su carácter, aunque quizás eso es lo que más me gusta de él... que el mundo le siga removiendo el estómago y le haga sentirse vivo...

    - Ángel es un chico muy especial –añadí-. Estoy seguro que terminaremos por entendernos, es sólo cuestión de tiempo y de... sinceridad.

    - Estoy seguro de ello –dijo Roberto dedicándome una perfecta sonrisa.

    Tras terminar de comer preparé la defensa de un caso que estaba llevando como abogado de oficio. Cuando estuvo listo decidí tomarme el resto de la tarde libre y pasármela en el gimnasio. Cuando conducía hacia el Club Deportivo, Carlos me llamó al móvil para confirmarme que iríamos a cenar a casa de Rosa, mi hermano no parecía muy entusiasmado con aquel plan. Me hubiese encantado ver la cara de Valeria.

    Llegué a mi casa sobre las nueve. Vacié la ropa sudada y la toalla en el cuarto de la lavadora y dejé la bolsa en mi habitación. Carlos debía estar en casa, aunque no le había visto al entrar.

    - ¿Carlos? –Grité ante la puerta de su habitación.

    - Estoy en el baño... –respondió.

    - Date prisa tío que nos deben estar esperando para cenar...

    - Ya va... –dijo Carlos casi en un susurro.

    Me acerqué a la puerta del baño y escuché. No se oía nada... bueno, sí se oía algo, se oía la respiración agitada de Carlos.

    - ¿Carlos?

    Oí que se levantaba de golpe, y escuché como abría el grifo del lavabo. Acto seguido se abrió la puerta bruscamente y el rostro enfadado de Carlos apareció frente a mí.

    - Joder, que prisas... –dijo él con una mueca de enfado.

    - ¿Todo bien ahí dentro? -Dije en tono de burla.

    - Me estaba afeitando... contestó Carlos fingiendo normalidad.

    Le miré detenidamente la cara... Carlitos lucía una irresistible barba de tres días al estilo de los mejores anuncios de Hugo Boss. Obviamente no se estaba afeitando. La siguiente parada en mi recorrido visual fue su bragueta.

    - ¿Me tomas el pelo? –Dije con una sonrisa.

    - No... –respondió Carlos devolviéndome la sonrisa.

    - Ah... pues no sabía que te rasuraras el bello púbico... –Carlos miró hacia su entrepierna, el bulto prominente que provocaba una erección fruto de una paja interrumpida le delataba.

    - Será mejor que nos vayamos... –respondió mientras cogía su chaqueta del perchero de la entrada.




    Continuará...

     
  •  

    CAPÍTULO 59: BUENOS Y MALOS RECUERDOS.


    - ¿Has estado jugando con la PlayStation? –Pregunté.

    - No... ¿por qué lo preguntas? –Respondió Carlos sin apartar la vista de la carretera.

    - Porque conduces como si estuvieses jugando al Gran Turismo 3 ¿sucede algo?

    Los escasos metros de asfalto que separaban un semáforo de otro en pleno Eixample de Barcelona eran devorados en pocos segundos por el Alfa de Carlos. Su pié parecía estar soldado al acelerador. Pero si la aceleración ya te ponía el vello de punta, ver como los retrovisores del 147 pasaban rozando los otros coches, te hacía sentir auténtico pánico.

    - Llegamos tarde... –respondió mi hermano entre dientes.

    - Me apuesto algo a que no conduces como Michael Schumacher sólo porque lleguemos tarde...

    - ¡Joder! –Gritó Carlos golpeando el volante-. Esta noche ya había hecho mis planes, pero la invitación de Rosa los ha jodido por completo.

    - No sabía que tuvieses planes... –mentí yo-. Pero podrías haberle dicho a Rosa que no podías ir a cenar a su casa hoy.

    - No, no podía decirle eso a Rosa...

    - ¿No puedes decirle a tu madre que no?

    - No quiero, Rosa se ha portado siempre muy bien con nosotros y ahora que empieza a reordenar su vida no podemos olvidarnos de ella. Sigue necesitando nuestro apoyo.

    - Bien, y si realmente crees en lo que estás diciendo ¿por qué te jode tanto haber anulado tus otros planes? ¿Tan importantes eran? –Quería oír de boca de mi hermano lo importante que era verse con Valeria...

    - Tenía una cita importante...

    - ¿Con quién? –Interrogué sin vacilar.

    - Con Valeria... –respondió. Por fin Carlos había pronunciado aquel nombre.

    - Vaya... veo que te cayó muy bien... –dije sin demasiadas ganas.

    - Valeria es una chica fantástica... –una sonrisa se dibujó en la cara de Carlos cambiando completamente su semblante.

    - Bien, no sé... tengo mis reservas, aunque ahora que es mi secretaria seguro que vamos a conocernos mucho mejor... –dije yo con una sonrisa maliciosa.

    - ¡Ey! Valeria me interesa... –me advirtió Carlos casi retándome.

    - Tranquilo... ya sabes que yo tengo otras prioridades...

    - ¿Prioridades como Natalia “la estrecha”?

    - Un chico listo mi hermanito... –le dije mientras apretaba su barbilla con la mano en un gesto al más puro estilo abuela sobona.

    - Tu cabeza igual tiene ciertas prioridades, pero tu polla siempre apunta a cualquier cosa que se mueva, o sea que vigílala la de cerca... jejeje.

    - Quizás necesitaré ayuda ¿quieres vigilarla tú? –Bromeé mientras me sujetaba el paquete.

    - Tu acércate a Valeria y verás como no se te vuelve a levantar en la vida... –dijo Carlos guiñándome el ojito derecho.

    Lo cierto es que en los últimos días mi hermano y yo habíamos adquirido el hábito de picarnos o provocarnos con comentarios con bastante carga sexual. Antes del 31-J estos comentarios no hubiesen tenido demasiada relevancia, pero después de aquella noche... no sabía muy bien a donde nos llevaría esa actitud.

    Como era de esperar, llegamos tarde. Rosa y Eduard nos estaban esperando para cenar. Mario, el hijo de Eduard, se había quedado a cenar en casa de un amigo. Nos sentamos los cuatro a la mesa, el pan con tomate nos estaba esperando.

    - ¿Qué tal va todo en vuestra nueva casa? –Preguntó Rosa para romper el hielo.

    - Bien, muy bien... es un piso muy espacioso y luminoso, a ver cuando os pasáis un día a verlo –respondió Carlos.

    - ¿Y qué tal con el hijo de Bárbara? –Rosa y Ricardo eran viejos amigos de los padres de Sergio.

    - Sergio ya no vive con nosotros...

    - ¿Se ha ido ya? –Pregunté con una emoción difícil de contener.

    - Sí, hoy se ha llevado la mayor parte de sus cosas a su nuevo piso.

    - Joder, es una de las mejores noticias que podías darme –dije con una sonrisa de oreja a oreja.

    - ¿Tan mal han ido las cosas entre vosotros? –Interrogó Rosa.

    - Muy mal, peor de lo que jamás había podido imaginar. Sergio tiene graves problemas de convivencia... –añadió Carlos en su tono políticamente correcto.

    - Vaya... con lo buen chico que parece. ¿Y ahora que haréis?

    - Bueno, eso está en manos de Juan... –Carlos me lanzó una de sus miradas de “te dije que no ibas a ser capaz”-. Él se comprometió a buscarnos un nuevo compañero de piso.

    - Cierto... –respondí con una sonrisa-. Pero no he tenido demasiado tiempo, además, no se me ocurren candidatos. No conozco a nadie que ahora mismo quiera independizarse...

    - Si queréis puedo preguntar en la redacción del periódico, allí suelen volverse locos por encontrar un piso de alquiler en Barcelona... –dijo Eduard.

    - Podría ser una buena idea... –respondió Carlos.

    - No sé... preferiría encontrar a alguien de confianza... –repliqué.

    - Tienes una semana más... hasta que Sergio se haya llevado todas sus cosas, si para entonces no has encontrado a alguien, elegiré yo... –dijo Carlitos con una sonrisa pícara.

    - Jejejeje... –sonreí.

    - Pues ahora que hablamos de casas... –continuó Rosa-. Yo estaba pensando en...

    - ¿En qué? –Interrogué.

    - Pues Eduard y yo habíamos pensado en... en que podríamos mudarnos a Barcelona. Así estaríamos más cerca del trabajo...

    - ¿Y la casa? –Preguntó Carlos temiéndose lo peor.

    - Pues Eduard alquilaría su casa de Castelldefels y yo... pues yo... –Rosa estaba apunto de decirlo- yo vendería esta casa...

    - ¿¿Venderla?? – Exclamé perplejo.

    - Sí, vender esta casa y comprarme un piso en Barcelona...

    - Obviamente compartiríamos gastos –añadió Eduard al ver nuestras caras.

    - No quiero parecer desagradable, pero ¿estáis seguros de esto? Quiero decir, ¿no es muy precipitado? –Dijo mi hermano midiendo el tono de sus palabras.

    - No vamos a casarnos... simplemente quiero mudarme a Barcelona, y si estoy bien con Eduard es normal que pensemos en compartir casa. Si las cosas no salen como esperábamos, siempre estamos a tiempo de echar marcha atrás... –respondió Rosa lanzando una mirada cómplice a su... su... ¿cómo se le llama a ese hombre que se tira a tu madre y le propone ir a vivir juntos y que no es tu padre? ¿Novio? ¿Amante? No, no... mucho mejor, como en los programas de la tele: compañero sentimental.

    - Bien, es vuestra decisión... –dijo Carlos.

    Después de cenar, mientras los demás recogían la mesa, subí a la buhardilla para recuperar unos apuntes de la carrera que podían serme útiles para preparar un informe para el Departamento de Penal. Encendí las luces y caminé hasta el fondo de la habitación, donde el techo descendía casi hasta el nivel del suelo. Allí descansaba una especie de baúl de madera en el que Carlos y yo habíamos ido guardando los apuntes de la carrera. Un baúl que si no recuerdo mal, fue un regalo de nuestra abuela Mercè cuando vendió la torre que tenía en Cambrils junto a la playa.

    Acaricié la tapa de aquel imponente baúl. Algún día me arrepentiré de no haber pasado más tiempo con mi abuela. Sentí haber desperdiciado toda una vida cuando murió mi abuela paterna y prometí no caer de nuevo en aquel error. Pero me ha vuelto a suceder. Hace unos siete años que no veo a mi abuela Mercè. Debería ir a hacerle una vista a Tarragona.

    Abrí la pesada tapa y empecé a revisar los archivadores de cartón: Derecho Civil I (1999), Derecho Penal II (2000)... pero debajo de los archivadores de Carlos había una especie de caja metálica, una de esas latas con las que se embalan las botellas de cava. Movido por la curiosidad, aparté los archivadores y tiré de la caja. No recordaba haberla visto antes.

    Destapé con suavidad la tapa. Estaba llena de papeles... bien, no eran exactamente papeles. En el interior de aquella caja se mezclaban sin demasiado criterio fotos, etiquetas, postales, programas de obras de teatro, entradas de cine, cartas...

    - ¿Encuentras esos apuntes? -Dijo Carlos a mi espalda. No puede evitar dar un salto al sentirme descubierto.

    - No, no... es que he encontrado una caja...

    - ¿Una caja?

    - Sí... –respondí tendiéndole la lata.

    - ¡Joder! Es mi caja de los recuerdos... la estuve buscando para llevármela al piso, pero no miré aquí, pensaba que sólo había apuntes en este baúl.

    - ¿Tienes una caja de recuerdos? –Pregunté yo sorprendido.

    - Sí... ¿tú no guardas ningún recuerdo?

    - Pues no sé... no suelo guardar... mmmmm ¿entradas del cine? –Dije mientras cogía una entrada de la caja.

    - ¡Ey! Mírala bien... –dijo Carlos tendiéndome de nuevo la entrada.

    - 21 de diciembre de 1989... greso l utu ro... ¿greso l utu ro II? –Interrogué tratando de descifrar aquellos caracteres casi borrados.

    - ¡Regreso al Futuro II! Joder que niño más corto de vista... jejeje. Son las entradas de la primera peli que viste en el cine...

    - ¡Alaaaaaa! No lo recordaba... ¿me llevaste a ver Regreso al futuro II? –Pregunté con una sonrisa.

    - Sí... el día del estreno además... jejeje, aún recuerdo tu cara de flipado al ver que los coches volaban.

    - Jejeje... que pena no guardar recuerdos de aquellos años... ¡Ohhhhhh! Una entrada de la Expo’92 de Sevilla... jejeje, ves eso sí lo recuerdo... ¡aún me duelen los pies de tanto andar!

    - Es curioso que en plena fiebre Barcelona’92 a Ricardo y a Rosa les diese por irse de vacaciones a Sevilla... ¡ay, qué tiempos! Por aquellos años aún se entendían... –el gesto de Carlos cambió de repente.

    - Ya ves, ahora ni se hablan... –dije yo.

    - ¿Y esta cinta?

    - No sé... tú sabrás, es tu caja de los recuerdos... jejeje –bromeé.

    - Espera... –dijo Carlos mientras se incorporaba y ponía la cinta en el equipo de música.

    Casi recuperadas de un olvido necesario, las endulzadas palabras de la canción “Pisando fuerte” de Alejandro Sanz inundaron completamente aquella buhardilla.

    - Todos tenemos un pasado... jejeje –añadí.

    - ¡Ey! Esto tiene una explicación...

    - Claro, claro... jejeje.

    - ¡En serio tío! –Replicó Carlos-. Esta cinta me la grabaron para la fiesta que dieron Victoria y Jorge cuando se mudaron a la urbanización el verano del 93, aquella noche fue brutal. Gracias a esta canción tuve algo más que palabras con nuestra primita Lara... –dijo Carlos con una sonrisa.

    - ¿Con Lara? ¿¿En casa de tus tíos?? –Pregunté sin poder creer que mi hermano hubiese aprovechado una fiesta familiar para tirarse a mi prima.

    - ¡Ey! Que no fue nada serio... pero joder, yo tenía 17 años, mi novia me acababa de dejar por uno de mis compañeros del equipo de waterpolo... ¡tenía necesidades importantes que cubrir!

    - Jejejeje... claro y Lara era la que tenías más a mano... que cabrón eres Carlos.

    - Jejejeje... nos viene de familia.

    - ¿Te la follaste?

    - No, no... no quiso... decía que era virgen. Sólo me comió la polla en la habitación de sus padres... jejeje.

    - Jajajajaja... Lara comiéndote la polla en el piso de arriba, y yo haciendo el gilipollas y jugando a cualquier chorrada con mis amigos del cole... hay que joderse. Por lo menos la experiencia debió estar bien ¿no?

    - Ufff... no sé si la debe seguir mamando igual, pero por aquel entonces Lara no comía pollas, las devoraba. Toda una experta.

    - Debe ser cuestión de práctica... –de pronto volvió a mi cabeza la sesión de sexo oral del 31-J.

    - Ya ves... sólo de pensar en el tema me pongo... –dijo Carlos mientras se acariciaba fugazmente la entrepierna.

    - Estamos en una situación similar... -dije yo repitiendo su gesto.

    - Ya veo... pues si quieres... podríamos... –Carlos se quedó en silencio.

    - ¿Qué?

    - No, nada, nada... será mejor que dejemos la caja en paz, sólo me trae malos recuerdos. ¿De qué sirvió una noche tan especial como aquella si tres años después se mató Jorge? La vida es una puta mierda...

    - Mejor quedarse con los buenos recuerdos ¿no?

    - Ojalá pudiésemos... pero el pasado de cada uno está lleno de buenos y malos recuerdos. No se pueden separar. Aunque hay que saber relativizarlos, relativizar su importancia... fíjate, la mayor parte de mis recuerdos caben en esta caja... los buenos y los malos.

    - Pues ya puedes ir buscándote otra caja... aún te quedan muchos por guardar.

    - Jejejeje... vaya dos... –dijo Carlos mientras me abrazaba-. No hay quien nos gane a sentimentales...

    - Pues volvamos a la realidad nen, mañana nos toca trabajar o sea que ya va siendo hora de irnos.

    - Pues sí, vámonos. La caja de momento se queda aquí, espero tener tiempo para volver a esta casa antes de que Rosa tome una decisión.

    - Ojalá no tome una decisión... –dije yo recorriendo con la mirada aquella buhardilla que tantos recuerdos me traía.





    Continuará...
     
  •  

    CAPÍTULO 60: TELL ME I'M THE ONLY ONE.


    “Esta noche quiero salir de marcha” me había dicho Carlos mientras se terminaba el desayuno. Personalmente la idea de salir de fiesta un viernes por la noche después de una semana literalmente horrible, me resultaba bastante atractiva. Lo único que necesitaba era energía suficiente para sobrevivir a aquella maratoniana jornada de viernes y llegar con las baterías a media carga a la esperada noche.

    Mientras comíamos en un restaurante en la Diagonal, le propuse a Ángel que se uniese a nuestra expedición nocturna. Mis disculpas de primera hora de la mañana junto a aquella invitación irrechazable, fueron la combinación perfecta para que las tensiones entre mi amigo y yo se redujeran. Obviamente Ángel aceptó. Carlos se encargaría de invitar al resto.

    Por la tarde, de vuelta al despacho, una extraña amnesia temporal, provocada seguramente por la elevada temperatura de los macarrones del almuerzo, hizo que me olvidase de advertirle a Valeria de nuestra salida nocturna... ¡qué pena! ¿No? Lo más relevante de la cuestión es que Valeria ni siquiera me caía mal, pero prefería que estuviese fuera de juego aquella noche. Mi humor de perros trabajado con intensidad durante toda la semana así lo aconsejaba.

    Antes de ir a casa para cenar y arreglarme, me pasé por el gimnasio. Eran cerca de las ocho y la actividad en la sala de máquinas era agobiante, nos debíamos haber puesto de acuerdo todos para ir a la misma hora. Así que decidí saltarme o bien por gusto, o bien por obligación algunos ejercicios de la rutina. Si ves a una abuela setentona con los ojos vidriosos por el esfuerzo mientras la máquina de aductores y abductores la domina y le hace perder la dignidad, es casi mejor saltarte el ejercicio y dedicarte a algo más productivo. A pesar de todo, aún me sobró tiempo para hacer unas cuantas piscinas bajo la atenta mirada de un cachas de piel morena, unos treinta años y prominentes entradas, que debió ver en mí la solución a las necesidades que se intuían bajo un bañador de competición Turbo.

    Dedicándole una de mis mejores sonrisas me fui como la sopa, que por donde pasa calienta. Quizás otro día con más calma el “chico Turbo” y yo podríamos compartir algo más que palabras. Este mini juego de seducción terminó por abrirme los ojos ante una realidad que ya se adivinaba frente a mí. Cada vez que veía un hombre que me resultaba atractivo no podía evitar mirarle, a veces con descaro, y si las miradas eran correspondidas el contacto se había establecido. Así de fácil. Ya no había ninguna duda, estaba demasiado cerca del pecado como para ignorarlo ahora.

    Nos reunimos con el resto del grupo en la entrada de uno de los locales de moda de Barcelona, el Danzatoria. Ruth llegó de la mano de Jesús vestida con un espectacular vestido verde lima de Cavalli, como ella misma se encargaría más tarde de dejarnos claro. A Natalia y a su ahora inseparable Marc les recogimos Carlos y yo. Toni llegó con la Gallina Caponata. Él iba vestido con unos tejanos de Miró Jeans y una camiseta de Custo que no podían sentarle mejor, y su inseparable novio recurrió una vez más a la sección de moda de algún programa de Antena 3 para combinar un pantalón bombacho negro con una camiseta sin mangas de Marithé et François Girbaud.

    Ángel hizo su aparición de la mano de... ¡Valeria! La confidencialidad en las conversaciones no era un ejercicio que practicase mi amigo, porque de lo contrario Valeria “la oportuna” no estaría allí en ese momento. El grupo se completó con la aparición estelar de alguien al que hacia meses que no veía y que había prometido no volver a ver en los días que me quedasen por vivir: Javier. El hermano de Ruth reapareció en mi vida como si de una película americana de adolescentes se tratase. Pasó por delante de mí a cámara lenta, saludó a su hermana, nos miró al resto con un gesto de prepotencia y superioridad, y se alejó baliando hacia el centro de la pista.

    - Debía haberte dicho que Javier iba a venir... –me susurró Ruth al oído.

    - No importa –mentí-. No creo que Javier se atreva a nada conmigo ni ésta, ni otra noche. Tu hermano siempre busca nuevos retos... –mientras pronunciaba estas palabras, Paul se unía a Javier en el centro de la pista. Toni me miró y suspiró.

    Antes de que pudiese preguntarle a Carlos en qué parte de la sala quería aparcarse, Valeria le acercó sus carnosos labios al oído y entablaron una animada conversación. No sé exactamente que le decía Valeria “la calienta... motores” a mi hermano, pero estoy seguro que no estaban hablando del peligro del estallido de la temida burbuja inmobiliaria. “Like a prayer” de Madonna se encargó de sellar la privacidad de aquella conversación.

    Intentando huir de aquella realidad paralela al mundo real que se había creado esa noche, decidí soldarme a Natalia y bailar con ella toda la noche. Nos besamos, nos acariciamos mutuamente, incluso Natalia disfrutó del roce de mi cuerpo, de una parte muy dura de mi cuerpo... y no me refiero a los tríceps. Quizás aquella noche podía haber sexo.

    En eso estábamos cuando vi pasar junto a nosotros a Paul, caminaba como un rayo en dirección a la salida del local. Pocos segundos después Toni le siguió. Miré confundido a Natalia, pero ella ni siquiera les había visto salir. Ruth y Jesús bailaban a nuestro lado, y a mi querido amigo se le ocurrió la brillante idea de cambiar de pareja. Con Ruth frente a mí contoneándose con más erotismo que Salma Hayeck en “Abierto hasta el amanecer”, la noche del trío con Toni volvió a mi cabeza. Ruth era estratégicamente más baja que yo. Desde ese punto de vista, mirar su escote producía la misma excitación y el mismo vértigo que asomarse al último piso de la Torre Mapfre.

    - ¿Qué les pasa? –Le pregunté al oído a Ruth al ver a Toni entrar de nuevo con muy mala cara.

    - Ni idea, ¿dónde está Paul?

    - Fuera supongo, al menos le he visto salir –respondí.

    - Alguien debería ir a buscarle, quizás han discutido... –con su mirada Ruth dejó muy claro que ella no iba a moverse. No sé exactamente porqué, pero le pedí a Natalia que me esperase allí y salí en la busca de Paul. Esa no fue la única salida precipitada que hice aquella noche.

    No tuve que buscar demasiado, Paul estaba cerca de la puerta del local, apoyado en el coche de Toni con un objeto blanco en la mano.

    - ¿Estás bien? –Paul se sobresaltó, no me esperaba.

    - No...

    - ¿Problemas con Toni?

    - ¿Tú que crees?

    - Si tenemos en cuenta que lo que tienes entre las manos es un retrovisor de su coche... diría que sí.

    - Eso es.

    - Sea lo que sea seguro que tiene arreglo, hablando todos llegamos a entendernos -dije yo en un ataque de tópicos para el consuelo.

    - He pillado al muy cabrón –prosiguió Paul con un tono mucho más formal y centrado que de costumbre- besándose con el hermano de tu amiga en los lavabos...

    - Joder –sólo atiné a decir eso.

    - Estaba celoso porque he estado bailando con él, y no se le ha ocurrido nada mejor que morrearse también con él para devolverme el favor.

    - Quizás el beso ha sido cosa de Javier, me consta que es un calientapollas.

    - ¿Te consta? –Interrogó sorprendido.

    - Sí, Ruth ha hecho algún comentario sobre eso... –me justifiqué.

    - Joder, no sé que hacer...

    Y en aquel momento yo debía aconsejarle. El Juan bueno repetía en mi interior que debía consolarle y animarle a seguir con Toni, a decirle que Javier le había obligado a besarse con él, que Toni le quería sólo a él, que debía estar muy arrepentido. Pero el Juan malo me decía que hiciese justo lo contrario. Que le dijese cosas como que Javier y Toni ya habían estado liados durante nuestro viaje a Salou, que Toni no le respetaba, que no podía rebajarse y perder la dignidad de esa forma, etc. De mis palabras dependía bastante que Toni y Paul rompiesen y así poder disfrutar de mi amigo en los momentos de necesidad.

    Pero finalmente la razón se impuso a la polla y el Juan bueno venció. No logré convencer a Paul, que decidió quedarse fuera mientras yo volvía a entrar, pero al menos logré serenarle, en el fondo no parecía un mal tío, sólo un poco corto de luces. Seguro que se estaba tiñendo el pelo cuando Dios repartió los cerebros.

    Cuando volví a entrar, Natalia estaba bailando con Marc en una actitud que, de no conocer la predilección de Marc por los rabos, me habría puesto muy nervioso. Les ignoré directamente, quizás Natalia pensaba que podría ponerme celoso si la veía abrazadita a su mejor amigo... ¿celoso yo de Marc con lo agradecido que le estaba?

    - ¡Eyyy Juan! ¿Me traes otro? –Gritó Natalia cuando pasé por su lado. Mi novia tenía un vaso vacío en la mano.

    - ¿Qué estás bebiendo?

    - Vodka con lima –dijo ella con una sonrisa histérica de la que se deducía que no era el primero de la noche.

    Dudé en traérselo o no, Natalia tenía 17 años y no era cuestión de facilitarle su acceso al alcohol y provocarle una adicción a los combinados, pero una lucecita se encendió dentro de mí. Caminé a hasta la barra y le pedí otro vodka con lima. Si Natalia quería desinhibirse un poco ¿quién era yo para impedírselo?

    Cuando le traje su copa, estaba bailando en medio del grupo de amigos. Mi hermano me miró con seriedad desaprobando mi gesto.

    - Es menor, no deberías dejarle beber más... –me dijo al oído.

    - Sólo quiere divertirse –respondí con una mirada cómplice. Carlitos debía estar pensando que intentaba emborracharla para tirármela al final de la noche, que idea más... absurda. Les dejé bailando y me fui a los servicios.

    Entré y me coloqué en el último de los urinarios, el más lejano a la puerta. En eso estaba cuando la puerta se abrió. Miré con disimulo al chico que acababa de entrar. Unos 30 años, moreno, cuerpo definido, vestido con una camisa inconfundiblemente Custo y unos pantalones posiblemente de la misma marca.

    - Hola.

    - Hola... –respondí sin mirarle, tenía una cosa entre manos lo suficientemente importante como para no poder desviar mi atención.

    No es que me considere un especialista en detectar a tíos que buscan rollo, creo que aún tengo poco rodaje para eso, pero su gesto le delató. En vez de situarse en el urinario más alejado del que me encontraba yo, se sitúo justo a mi lado. No pude evitar lanzarle una mirada. Sus ojos clavados en mí y una amplia sonrisa dejaron claras sus intenciones. Le devolví la sonrisa.

    - La música es fantástica ¿no? –Solté con torpeza, ni si quiera sé por qué lo hice... bueno, sí lo sé.

    - Fantástica -respondió mientras se separaba del urinario y sus ojos descendían por mi cansada anatomía y se posaban en mi polla semierecta.

    - Aunque no es lo mejor de la noche... –añadí con mis ojos puestos en una nada despreciable polla circuncidada, ya en plena erección. Mi compañero de lavabo se la estaba acariciando.

    Prometedora situación... pero no pudimos rematar el trabajo, la puerta se abrió de nuevo. Mi amigo se asustó y cortó con el juego. Se retiró, se lavó las manos y salió por donde había entrado. Cuando quise darme cuenta de quien había entrado, alguien me agarró la polla.

    - ¡Joder Marc! Parece que me sigues cada vez que voy a mear...

    - He visto que el tío que se ha ido y tú os la estabais mirando –me dijo sin soltarme la polla-. ¿Os he cortado el rollo?

    - Marc, suéltame la polla... –rogué.

    - ¿Te hubiese gustado que te la comiese? ¿Follártelo? –Sus caricias se habían convertido en una paja.

    - ¡Marc basta! –Grité. Marc me soltó y tras guardarme la polla como pude, me lavé las manos en silencio y salí del servicio.

    Volví caminando hasta donde estaba el resto del grupo, sin dejar de pensar en lo que acaba de suceder. Una sensación de abatimiento se apoderó de mí. Me dio literalmente un bajón. Pensé en Marc tocándome la polla en el lavabo mientras mi novia se emborrachaba en la pista de baile. Pensé en el calientapollas de Javier revoloteando cerca de mí. Pensé en... en Carlos morreándose con Valeria frente a mis narices. Bueno, eso no tuve que pensarlo, lo vi en ese mismo instante con mis propios ojos.

    “Tell it to my heart, tell me I'm the only one…”

    Escuchar “Tell it to my heart” de Taylor Dayne fue el golpe de efecto que rompió mi equilibrio emocional aquella noche.





    Continuará...
     

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