Una práctica placentera que intentamos con fallido éxito Oliverio y yo fue el recíprocamente pasar la lengua por nuestros anos.
Fue mi adorado amigo heterosexual Javier Cervantes Quevedo quien tenía, dicho sea de paso unos siete hijos más o menos recuerdo la cifra, todos con caras falcónidas. Xavier solía pasar con mucho nimio cuidado su delicada lengua por mi ano con insistencia de un terciopelo, él, Javier, fue quien me descorrió el velo de ese anal placer tan delicado y tan placentero. ¡Gracias mil Javier! No sé de él hace ya años. Esto lo rememoro pues Olivas y yo intentamos sin éxito esta deliciosísima práctica tan sana y tan gratificante para el cerebro. No logramos hacer ni mucho ni poco pues ya con el VIH en la ciudad, pues ya no era posible consumar esas prácticas sin la ayuda de plásticos aislantes y, el plástico en cuestión se nos pegaba y acabámos con unas mixturas y problemas con ese plástico infernales que, al final, el plástico estaba inutilizable y, teníamos que soslayar esa deliciosísima práctica de pasar las lenguas por nuestros anos. ¡Lamentable! Meterle el dedo al menos dentro de su recto nos daba muchísimo placer a Oliverio y a mí.
A mí siempre me ha dado mucho placer meter mis dedos en los rectos de los hombres, no así de las mujeres, no, no en las mujeres. Pero en los hombres sí que me fascina ese placer. No sé yo qué o cuál es mi placer pero me fascina, me fascina tanto como cuando eyaculan aunque sea dentro de mi mano, claro que si es en el rostro eso es maravillosísimo. Un sociólogo de Ottawa dice que eso es torturar a la pareja, ese hombre es un conservador y, conservador para mí significa deshonesto y siniestro-funesto facineroso. Sería como si yo afirmare que el tener hijos es fruto del pecar, eso es medio aturdido afirmarlo.
Me gusta meter mi dedo, léase mis dedos, pero acto seguido me fascina, amigos y amigas, acto seguido adoro meter la polla dentro de el ano. Ese calor y cosquilleo inefable es insustituible, es inefable ese placer, eso me da el éxtasis, el placer total y absoluto. Y más si eyaculo dentro de la persona. Adoro ver mi pene como entra y como sale de entre las nalgas redondas, blancas y mejor si son velludas que, los hombres velludos me excitan sobremanera siempre. Al momento de eyacular es imprescindible que haga toda la presión para que esté dentro del hombre mi polla con su grande bálano. En ese momento me fascino oyendo el jadeo de los hombres anhelantes que dicen ya "¡sí, sí, así!" ya de los que dicen "¡más, más, más!", ya quienes dicen "¡no, no, no!". Eso es el placer.