Ojo por Ojo - Álvaro Cueva
Homosexuales, locas y casadas
-"¿Le digo por qué le gusta tanto a los homosexuales
mexicanos saber quién es homosexual y quién no?"-
La noticia no es nueva: El Vaticano está luchando
abiertamente contra las uniones homosexuales. ¿Y qué
está haciendo la comunidad gay mexicana? Nada.
Desde hace varias semanas que un documento preparado
por la Congregación para la Doctrina de la Fe y
aprobado por Juan Pablo II anda circulando por las
mesas de redacción de todo el mundo.
Se llama “Consideraciones acerca de los proyectos de
reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales” y leerlo es como regresar a los tiempos
de la Santa Inquisición.
Dice que las mujeres que comparten su vida con otras
mujeres y que los hombres que decidieron tejer lazos
de amor con otros están desviados y pide que las leyes
no los reconozcan, que no los favorezcan y que no los
protejan.
O sea, que si se enferman, que se mueran, que no
voten, que no los dejen subirse a los camiones, que no
les permitan entrar a las escuelas, que les cierren
las puertas de los restaurantes, que les nieguen la
posibilidad de trabajar. No existen, no cuentan. Son
un error.
Es un texto indigno de tantos siglos de evolución
política y social que a estas alturas del partido
todavía se sostiene únicamente en argumentos de
moralidad, procreación y depravación.
¡Y tan linda que parecía la Iglesia católica! ¿Pues no
que Juan Pablo II era bien buena onda, todo lindo,
dulce y tierno? No, ¿verdad?
Ya se me había olvidado que gracias a él, millones de
personas siguen negándose a usar condón y por tanto,
caen infectados de sida con una facilidad pavorosa.
En “Consideraciones acerca de los proyectos de
reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales” es perverso que un hombre quiera a otro
pero no que existan sacerdotes que violen niños y que
luego los obliguen a guardar silencio.
Es un atentado contra el proyecto de Dios que una
mujer se niegue a tener hijos (ojo, esto no tiene nada
que ver con la orientación sexual de nadie) pero no si
son monjas.
Y claro, los hijos de parejas homosexuales están
condenados a crecer traumatizados pero no los de
parejas heterosexuales que son golpeados, abandonados,
vendidos, prostituidos y vejados.
Lo único que faltó en ese documento fue pedir que
torturaran y quemaran en lugares públicos a las
personas que alguna vez en su vida se han atrevido a
amar a alguien del mismo sexo.
Es aberrante desde cualquier ángulo que se mire, un
insulto no sólo para los homosexuales y lesbianas sino
para toda la humanidad, una invitación a que los
gobiernos protesten, un escándalo inconcebible después
de las Cruzadas, la Conquista, la Inquisición, la
Reforma, el nazismo, la Guerra civil española y de
tantas y tantas matanzas provocadas, auspiciadas o
acompañadas por el Vaticano.
Lo que publicó la Congregación para la Doctrina de la
Fe es el colmo.
Después de ese escrito, el Papa puede pedir que
encierren a los negros, que apedreen a las mujeres
estériles, que torturen a los indios, que persigan a
los judíos y hasta que le den más dinero si se le da
la gana.
Yo supuse que después de semejante acto de terrorismo
ideológico la comunidad gay mexicana iba a levantarse
en armas.
“Consideraciones acerca de los proyectos de
reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales” les niega no sólo el derecho de tener
una relación de pareja y adoptar niños, les niega
todo.
Así que me puse a investigar en portales de internet,
en comunidades virtuales, en listas de correo y hasta
fui de invitado al programa de radio con cámaras
Triple G, especializado en diversidad sexual.
¿Sabe usted cuáles eran las grandes preocupaciones de
los homosexuales y lesbianas de México después de lo
que sacó el Vaticano?
“No faltes a nuestra fiesta del sábado. Todos vamos a
ir en bóxer”, “absténganse mayores de 30 años, gordos
y obvias”, “no amanerados”, “si no eres oso, no
entras”, “me chocan las locas”, “quiero con Rodrigo de
Big brother”.
“No te pierdas esta página con hombres calientes”,
“pobres europeos. Se la deben estar pasando muy mal
con tanto calor”, “busco amigos para sexo y algo más”,
“soy moreno claro, no moreno”, “¿ya viste la tercera
temporada de Queer as folk? Está chida”.
En la cúspide del horror, hay comunidades que se
presentan como cultas, de izquierda y preocupadas por
la realidad social.
Para ellas, los temas no eran sus derechos humanos y
civiles sino el mejor lugar para ir de vacaciones en
este verano y la temporada de danza contemporánea de
la Ciudad de México. ¿Cómo ve?
Han sido más los analistas heterosexuales que se han
metido en problemas por defender a la comunidad gay en
este conflicto que los mismos homosexuales y lesbianas
de nuestro país.
No se puede generalizar, pero después de aventarse un
clavado a las ideas que circulan en el mundo gay de
México a la única conclusión que se puede llegar es
que los principales enemigos de los homosexuales
mexicanos son los homosexuales mexicanos.
Son muy buenos para elegir el disfraz más colorido y
extravagante para el desfile de todos los años, para
darse de besos en la calle sólo en bola, y para irse a
posar para la foto del 14 de febrero pero no para
luchar por sus derechos.
Lo más que se puede ver sobre lo que publicó el
Vaticano son encuestitas de ocasión que no trascienden
frente a los antros, los clubes de sexo y los anuncios
clasificados.
No tiene nada de malo ser frívolo, saberse divertir ni
buscar el placer, pero la mayor parte de las
comunicaciones que cualquiera puede leer en las
páginas gay mexicanas son tan excluyentes o más que el
texto aprobado por Juan Pablo II.
Son fascistas, son clasistas, racistas, unas
desprecian a los amanerados, otras a los muy machos,
las de allá a las lesbianas, las de acá a los
ancianos, a unos por gordos, a otros por estar
enfermos, por haber cambiado de sexo y hasta por
preferir la música norteña.
¿Le digo por qué le gusta tanto a los homosexuales
mexicanos saber quién es homosexual y quién no? No
para encontrar modelos de identificación, para
facilitar la comunicación, pedir ayuda, darla o
establecer vínculos.
No, es por poder, para convertir al objeto de su
curiosidad en un ente vulnerable, descubierto, y así
poder humillarlo, atacarlo, en una especie de acto de
canibalismo sin fin.
La comunidad gay mexicana es un infierno de
agresividad, desplantes y promiscuidad.
Claro, hay gente muy valiosa, abierta, cerebros
privilegiados y células muy participativas, pero
desgraciadamente todo eso se pierde entre tanta
frivolidad, tanto vicio y tanta patología.
Ningún gobierno en sus cinco sentidos permitiría que
un grupo así educara a un niño, ya no se diga que lo
adoptara.
Y esto es lo malo de esta historia, que la comunidad
gay mexicana, con su comportamiento y con la negación
a discutir el tema, ya no se diga a pelearlo, parece
estar dándole las gracias a la Congregación para la
Doctrina de la Fe.
Ojalá fuera porque a nuestros homosexuales y lesbianas
les valiera el rollo del cielo y el infierno de tan
protegidos que están por las leyes.
Pero la verdad es que en México siguen muriendo
hombres y mujeres nada más por su orientación sexual,
olvídese de las uniones legalizadas, del seguro social
y las adopciones.
Ya va siendo tiempo de que la comunidad gay mexicana
se defina, se olvide de prejuicios y se defienda.
Están pasando cosas muy graves que atentan silenciosa
y directamente contra ella.
“Consideraciones acerca de los proyectos de
reconocimiento legal de las uniones entre personas
homosexuales” es sólo una muestra.
¿Se imagina lo que pudiera venir después?
¡Atrévase a opinar!
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