Por fín, te dejo.
Te he despojado de nombre al cambiar de
costumbre, de la costumbre de estar solo
con el recuerdo escurriendo de mi
memoria blanca, pero impura, como aquella
carta en la que te juré amor pasajero, la
recuerdas? la recuerdas tanto como nuestra
cita a las seis de la tarde a la mitad del café
bohemio y del antro de música viva, los
recuerdas? En mí abundan los recuerdos
como la maleza que le roba al pavimento
su grisáceo aburrimiento. Cambié de costumbre,
de la costumbre de amarte, de practicarte el
amor relleno de bendiciones apócrifas, a oscuras,
cuando no soy visto por nadie. Ya no vivirás
en mis sueños profundos, no nos encontraremos
en aquella casa humeda, con olor a nostalgia,
ya no nos envolveremos en sábanas que existieron
tan sólo para mí y para tí, ya no habrá más paseos
sobre el regazo de morfeo, ya no andaremos
enamorados pidiéndonos perdón entre el mercado
y la barranca de amanalco, ya no será ésta oscuridad
que nos invade tuya, ya no será mía. Ahora viviremos
envueltos en nuestras propias sombras, te borré,
ya no eres mi recuerdo, arranqué tu nombre de mis venas,
tu mirada pequeña y curiosa no aparecerá jamás en las
paredes de mi cuarto, no me hará tu fantasma el amor
en las noches de invierno, ya no serás mío, ya no seré
el eterno virgen tuyo.
Así, ya no te llamarás Zeus, ahora serás una mentira,
un transeúnte al quien le robé la imágen hace muchos
años, de quien escuché el nombre y guardé como al
mejor de mis deseos...
Hoy he vuelto al presente, y estoy solo, soledad ha muerto,
yacen sus restos en el jardín al cual todos pisotean al andar
al trabajo, hoy nací vestido de sombras, cobijado por gotas
de lluvia sucia, envuelto de ciudad y semáforos, de avenidas
que serpentean rumbo a montañas caducas, hoy he vuelto
del sueño que me mantuvo joven, hoy envejecí diez años,
mi tez perdió el brillo, mi sonrisa la inocencia, soy yo mismo.
Hoy escupo al suelo, no al cielo, dejo atrás ángeles y demonios
que me guiaban a tu encuentro, los he metido en jaulas para
alimentarlos como a curiosidades, ya no estoy más enfermo.
Vuelvo entonces a recorrer las calles como antes de tí, de quien
desprendí el nombre para revolcarme en un tormento.
Mañana lloverás por doquier, conocidos y extraños me contarán
que te han visto, que quizá quieres verme. Pero a partir de mañana,
amante desconocido, mi nombre no surtirá efecto alguno.
De pronto, he dejado de llamarme.