Primera - NON SANCTUS EXCOMULGATIOS
Un rayo de luz despejó las manchas en mis palabras y me sentí horrible: agusanado, paría maldito, sacrílego. Deprimido, corrí a ocultarme en la barda, entre las escasas plantas, mientras la concurrencia elitista me lanzaba piedras entre burlas y carcajadas.
Narciso se levantó y dijo: El que esté libre de homosexualidad, que arroje la primera piedra. Entonces recapacitaron y fui aceptado. Comí, junto con mis hermanos, la carne de los pecadores asados en el infierno envueltos en redondas masas calientes como la gracia divina.
Luego permanecí en el suelo, mirando hacia el cielo en espera del perdón divino. Sin embargo, Dios en su inmensa ira lanzó lluvia helada, por lo que tuve que refugiarme en la casa de mis buenos amigos. Como era de esperarse, la convertí en una morada insana. Mis alas de murciélago salieron a medida que la parsimonia relajaba los ánimos de los otrora comensales y solté carcajadas sádicas cuya finalidad no era otra más que destrozar el claro mensaje de la paz. En mi demoníaca esencia, deseé al hombre de mi prójimo, juré el nombre de Dios en vano (¡OH, Dios! ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!) Maté la confianza de los mártires, los vendí con un beso.
Me arrojaron vino consagrado, lo sentí como lumbre en toda la piel. Mareado, con los ojos ciegos de ira, fui desterrado del paraíso, me encerré en un cascaron gris y regresé a mi cueva, de la cual no he salido desde entonces.