Ya estaba cansado, ¡no se qué pasaba! una vez ella me dejó plantado en el parque y justamente ese día en que la iba a cortar creo que también me plantó. Pero el destino me tenía preparada una sorpresa.
Estaba yo sentado en esa banca, una de tantas del zócalo, frente a la pizzería, ya estaba oscureciendo y cada vez me desesperaba más la espera. La gente se estaba retirando y yo sólo, pensando y repensando la forma en cómo cortar a mi chava.
De pronto mientras miraba al piso como perdido en mis pensamientos una voz viril me sobresaltó “hola, ¿qué tal?, disculpa amigo, ¿dónde está por aquí una cancha de fútbol rápido?”. Yo sobresaltado aún y confundido ante una pregunta tan extraña contesté al chavo que estaba frente a mí, con su vestimenta juvenil, de impactante porte, muy guapo para mi gusto “que yo sepa por aquí no hay, tal vez en alguna colonia ¿qué lugar más preciso te dijeron para buscarla?” y seguía pensando ahora en mi interlocutor “que chavo tan mono, seguramente no es de aquí, ¿pero qué estoy sintiendo? ¡ah caray¡, ¿a poco me está gustando? ¡pero si tengo novia!” con voz queda dejé escapar un… “tenía”.
Lo miré un instante fijamente y lo recorrí con la mirada mientras él veía hacia otra dirección como buscando a alguien más a quien preguntarle.
Le sugerí “¿quieres hacer deporte? Conozco un centro deportivo, hay gimnasio, alberca y canchas de frontón, a esta hora no creo que encuentres una cancha de fut abierta, pero si gustas puedo llevarte a donde te comenté”.
El chavo se quedó pensativo un rato y me dijo “¡sales!, ¿pero no te desvío de tu camino? ¿no va a llegar nadie por ti?” – Apresurado le contesté “no, acabo de despedirme de mi novia, solo estaba descansando un rato, sígueme” y los dos nos fuimos caminando en dirección al centro deportivo. Durante el camino solo intercambiamos información, de la típica que se comenta cuando alguien se está conociendo.
Llegamos al centro deportivo, pagamos nuestras entradas, alquilamos dos shorts, y nos dirigimos al área de vestidores y regaderas para remojarnos. Estábamos solos, mientras él se desnudaba para cambiarse no pude evitar echarle una mirada, vi que sus pecho era velludo contrastando con el aspecto juvenil y terso de su rostro casi adolescente, su cuerpo era robusto pero torneado, sus piernas blancas y cubiertas de vello grueso me calentaron, se veía tan hombre, lo sentía inalcanzable aún teniéndolo enfrente. Durante el trayecto el me había platicado de su novia y sus aventuras típicas de un garañón y yo igualmente no me había querido quedar atrás, le había hablado de mis antiguas novias, hasta parecía una competencia de haber quién había tenido más viejas.
El chavillo parecía no mayor de 19 años, pero su cuerpo ya estaba bien desarrollado. Al momento en que se bajó el calzón para ponerse el short me sorprendí al ver el gran tamaño de su miembro aún estando flácido, sobresaliendo de entre la vellosidad oscura. Mi corazón empezó a palpitar apresuradamente, pero simulé estar tranquilo. Que buen actor resulté aparentando serenidad cuando por dentro mis hormonas se empezaban a revolver y a sacudirme, que gran esfuerzo hice para disimular mi erección.
También me cambié y el chavo aparentemente ni me miró y sin embargo me dijo “oye, wey, que delgadito estas y aunque tu lavaderito apenas se nota, se te ve chingón” y me lo dijo con su voz ronca y la actitud de macho, como de camarada.
“bueno wey, vamos a nadar” le dije y salimos de los vestidores, la alberca estaba separada de las demás áreas por una media barda y estaba sola para ambos.
Los dos nos echamos un clavado y empezamos a nadar, nos estábamos divirtiendo y charlando a la vez, de pronto, me dio un puñetazo seco en el hombro y me dijo “oye carnal, por lo visto aquí vamos a estar solos, que te parece si nos quitamos el short para estar más a gusto, a mi esta chingadera me queda grande”. Me quedé como pasmado, pero la idea me sedujo, “va wey, pero los dejamos aquí a lado por si se acerca alguien” y que nos encueramos, propuso él una competencia de nado de orilla a orilla, él resultó más ágil, llegó a un extremo y venía de regreso mientras yo apenas iba, pero de pronto como nadabamos de muertito, chocamos y comenzamos con las carcajadas, de pronto sentí un pequeño dolor en mi pierna y le dije “¡ay wey!, como ni calenté creo que me está dando un calambre” y él al ver mi cara de serio me dijo, “no te muevas, yo te llevo a la orilla”, se puso detrás de mí y rodeo mi pecho con su fuerte brazo y así me llevó a la orilla, pero por posición en que me trasladó el roce fue inevitable, sentí en el transcurso como su miembro se acomodaba entre mis nalgas y sentí como le iba creciendo y yo tuve una reacción similar, ya estando en la orilla ambos teníamos la verga bien parada.
Nos dimos cuenta de la situación y los dos tratamos de disculparnos, quedamos de acuerdo que era natural que una verga al roce con cualquier cosa se erectara, él tenía la excusa perfecta, pero mi verga que no rozó nada, eso si no tenía excusa, solamente me sonrojé y él al verme así puso su mano sobre mi hombro y me dijo con su voz cálida “no te sonrojes wey, yo comprendo, ¡anda!... sigamos con un juego más divertido, ¿qué te parece a las luchitas wey?” y por sorpresa que vuelve a abrazarme fuertemente, esta vez de frente, como queriendo estrujarme entre sus brazos y me dijo con su risa traviesa “¡a que no te zafas wey! Yo entre nervioso y divertido intentaba zafarme nuestras vergas se estaban rozando, se frotaban y volvían a erectarse, en mi intento por liberarme no conseguí hacerlo, muy al contrario quedé nuevamente de espaldas y él me retenía cada vez con mas fuerzas entre sus brazos, me faltaba el aliento y no por el apretón, sino por esa sensación tan chida que jamás había experimentado. Volví a sentir su verga entre mis nalgas y esta vez en lugar de intentar zafarme, me le estaba acomodando disimuladamente. Y me dijo “discúlpame amigo, esta vez aunque se me está parando el chile, no te suelto, y yo con una intrepidez lo reté, le dije “si me vas a soltar wey, verás como te voy a dejar débil pendejo” y seguimos forcejeando y riendo. Su verga se iba acomodando cada vez más, él la guiaba ya conscientemente hacia mi ano. El agua estaba funcionando como lubricante natural, de pronto sentí un dolor tremendo en el culo y exclame en un grito que ahogué para no llamar la atención ¡aaaahhh, aaaahhh, aaaay! Finalmente sólo se oyó como un susurro. Con voz entrecortada por el placer le decía, “no wey, ¿que estas haciendo? ¡suéltame wey, no mames!” pero en realidad en mi pensamiento decía “si wey, cójeme, te quiero sentir dentro de mi, dame más, me gusta!” y efectivamente, así lo interpretaba mi oponente pues cada vez me estaba penetrando hasta lo mas profundo, finalmente sucumbí a sus encantos, me excitaba ver sus fuertes brazos rodeando mi pecho y yo aferrándome a la escalerilla de la alberca para no hundirnos. Me estaba cogiendo de una forma deliciosa y también comenzó a morder delicadamente mi oreja y a lamerla con su lengua, su dulce aliento me llegaba combinado con jadeos por el placer que le estaba dando y se me erizaba la piel.
Comenzó a decirme cosas dulces al oído “¿te gusta amor? ¿me deseas? ¿verdad que eres mi novio y que a partir de hoy me vas a amar?” y yo con el corazón a punto de estallar por el placer sexual y el poder de sus palabras me limitaba a contestar “si querido, te amo” y le hice una petición “bésame amor, bésame mientras me coges” y empezó a cogerme con más cadencia y yo volteando mi rostro para ser besado, en verdad estaba sintiendo chingón al besar por primera vez a un hombre. Ya no me tenía aferrado con tanta fuerza, ahora sus manos estaban acariciando mi torso y mis glúteos y yo me contoneaba al ritmo de sus manos mientras seguía aferrado a las escalerillas. Después su mano derecha la dirigió hacia mi verga y me la agarró frotándola suavemente, al sentirla bien parada la empuño y me dijo “qué rica verga amorcito, grande y gruesa”, me hablaba al oído con su voz áspera, quedita y cachonda. Comenzó a chaquetearmela y a la vez sentía su palo cada vez mas duro dentro de mi hoyo, nuestras vergas se estaban moviendo al mismo compás y teniendo una misma sensación, estábamos conectados, nuestros rostros tenían un rictus de placer. Mi amante comenzó a gemir, a embestirme fuertemente y yo le pedía “métemela toda amor, toda, toda, ¡aahhh¡, ¡más mi vida¡” y comenzó a entrecortársele la respiración y tras convulsionarse de placer sentí de pronto cómo llenaba mi agujero con su cálido liquido y a la vez también yo me estaba corriendo, enturbiando con mi abundante semen esa espacio de agua en la alberca.
Los dos concluimos, me di la vuelta quedando frente a él y pactamos guardar discreción con un prolongado beso.
A partir de entonces decidió quedarse en la ciudad, consiguió un empleo y rentó un pequeño departamento. Ambos tenemos nuestras respectivas novias que son muy lindas. A él lo tengo como mi mejor amigo y a veces mi novia y yo lo vamos a ver jugar el fútbol rápido los sábados, y los domingos lo visito a su departamento para ver los partidos en la tele y después nos ponemos jugar a las luchitas. No somos niños, pero nos gusta practicar juegos de hombres.
FIN
Nota: y no salgan con sus preguntitas ¿y dónde queda la pizzería? ¿y dónde queda el centro deportivo? ¿y dónde queda la cancha de fut rápido? Todo es un relato ficticio.
