CuernavacaGay

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Historias cachondas.  :: 
La mejor mamada
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    Era una calurosa tarde de mayo, el sol bañaba el agua de la alberca y el agua cálida bañaba esos cuerpos llenos de vitalidad y de hermosura juvenil. Había más gente dentro del agua, pero mi mirada se centraba en ese grupo de jóvenes deportistas que habían llegado al hotel por la mañana.
    Mi trabajo como recepcionista me impedía alejarme del lobby del hotel, pero desde ahí podía deleitarme observando a los bañistas que en entallados bikinis disimulaban sus grandes atributos ocultos bajo la delgada tela, dejando imaginar al antojo tan deseables miembros.
    Ya por la noche pensé que mi buena suerte había cambiado, tener que ocuparme en actividades laborales extra a causa de tres recamareras que se reportaron enfermas faltando al trabajo. Ni modo qué hacer.
    Resignado, ya muy de madrugada, a eso de las tres a.m. me tocó recibir a los turistas que regresaban de las discotecas del puerto, todos agotados de tanta diversión y casi cayéndose de ebrios.
    Primero llegó un matrimonio joven, hablaban quedo, pero discutían, pidieron sus llaves y se retiraron alterados y reclamándose el uno al otro los deslices, los guiños de ojo y el coqueteo cuando estaban en el antro. A mí me provocan gracia esas desavenencias del matrimonio, algo con lo personalmente que no tenía que lidiar. Minutos después llegaron dos hombres maduros caminando torpemente, venían comentando a cerca de las bailarinas nudistas y de lo deliciosas que se veían cubiertas de espuma, pero quejándose del rechazo que les hicieron, se jactaban: ¡putas baratas! ¿por qué le temen a dos ebrios? ¿qué nuestro dinero no vale? ¡zorras!. Igualmente pidieron sus llaves y se retiraron tambaleando a su habitación.
    Al fin llagaron los últimos de la madrugada, los jóvenes entraron con su caminar desgarbado y torpe, algunos casi cayéndose, eran apoyados por los que no estaban tal alcoholizados, inundando la recepción con un fuerte aroma a tabaco, alcohol, perfume y sudor. Aún así, sus rostros desencajados y sus portes no trasformaban su belleza, seguían luciendo atractivos e incluso varios de ellos traían sus finas camisas desfajadas y semiabiertas dejando ver sus esculturales pectorales. Los que más me llamaron la atención eran esos chicos qué mostraban una gruesa capa de vellosidad en sus pechos, haciéndolos lucir tremendamente varoniles.
    Uno de ellos se acercó a mí, articulando con dificultad las palabras y tocándome al hombro, me dijo: hermano, dame las llaves de mis compas, yo se las reparto.
    Le di las llaves al joven respondiendo de igual manera su gesto, le dije aquí tienes amigo, que descansen y a la vez le toqué el brazo con unos golpecillos que al final trasformé en una caricias disimuladas excitándome al sentir sus musculosos brazos. Me dije: ¡estos vienen tan beodos¡ que ni diferencian lo que es un contacto de saludo o de cachondeo. En fín... se apartaron los jóvenes, entraron al elevador y dejaron en la recepción su aroma de machos y algo mejor aún, el chavo que me pidió las llaves dejó su cartera y su telefono en el mostrador.
    Esperé una hora y nadie bajó a reclamar lo olvidado, subí a buscar al chico para regresarle sus pertenencias, toqué varias puertas y nadie abrió, tras de ellas se oían solo fuertes ronquidos. Todos estaban en un sueño muy profundo. Seguí insistiendo en otras habitaciones hasta que en una me abrió un chavo que solo asomó su cabeza. Le dije: esto es de tu amigo, ¿puedes entregarselo?, el chavo me contestó – estoy ya desnudo, ¿Por qué no vas tu? Mi amigo está en esta habitación de a lado, tócale fuerte porque es el que tiene el sueño más pesado. Bueno, gracias, que descanses – le contesté. Y fui a la habitación de a lado.
    Comencé a tocar fuerte, pero los ronquidos se escuchaban cada vez más alto. Cuando hice el último intento la puerta se abrió por si sola, los jóvenes no la habían cerrado bien.
    Abrí la puerta y solo se veía penumbra, pero cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad pude distinguir que en la king size estaban tres bellos jóvenes durmiendo, la cama individual de a lado habían decidido no ocuparla.
    De todas formas no me moví de la entrada, desde ahí volví a tocar aunque la puerta estaba abierta y yo ahí parado comencé a decir: ¡jóvenes!, ¡disculpen! Pero les traigo algunas pertenencias que olvidaron abajo, ¡jóvenes! (los jóvenes seguían durmiendo como troncos), no respondían. Iba a retirarme, pero el verlos ahí, vulnerables, sentí que la sangre me comenzaba a hervir, comencé a tener muy malos pensamientos, entonces me acerqué lentamente y mi corazón comenzó a latir a mil. La adrenalina se activó ante el inminente peligro, el peligro de unas travesurillas que estaba decidido a cometer.
    Los chicos habían dejado sus ropas en el piso, regadas por todas partes, comencé a levantar, algunas camisas primero y quise robarme ese aroma que horas antes había percibido en la recepción, comencé a respirar el perfume de cada camisa, a mi nariz llegaba esa mezcla; sudor, alcohol, a hombre. Después me fui con los pantalones y busqué inmediatamente las braguetas y comencé a oler, como perro que olfatea el sexo, ya estaba muy excitado, con mi miembro bien erecto, estaba sin querer cumpliendo una sucia fantasía. Finalmente vi los calcetines dentro de los zapatos y los saqué, tomé varios calcetines y uno a uno quise conocer un aroma que antes no había experimentado, pero me resulto agradable, olían a piel fina y un dulce aroma a sudor limpio. Esto no se me había ocurrido jamás pero me resultó extrañamente placentero. El olor del píe y calcetín de un hombre no tiene demérito.
    ¿Pero estaba dispuesto a conformarme con la esencia únicamente? ¡No!, estos hombres estaban totalmente dormidos, era una oportunidad que no debía dejar escapar, así es que con cautela me acerqué a la cama y con mucho cuidado comencé a tocar al chico de la orilla, primero acaricie lentamente su pierna bien torneada y fuerte, sentía sus vellos raspar mi mano, acaricie sus fuertes chamorros, sus rodillas, piernas e iba ascendiendo, quería llegar ya a la mejor parte: su imponente miembro que ya estaba estimulado por las caricias.
    El chico tenía puesto un boxer, lo jalé a un lado la prenda y no tuve dificultad en descubrir su palo, lo tomé entre mis manos y me di cuenta que era enorme, quise probarlo y comencé a chupar, mi corazón seguía latiendo a prisa, me subí a la cama y seguí mamando, mientras lo hacía quise tocar la verga del chico de en medio y metí la mano bajo su boxer y comencé a masajearle los huevos, cuando lo estimulé comencé a masturbarlo. Estaba ya mamando una sabrosa verga y a la vez sintiendo otra igualmente enorme entre mi mano. Los ronquidos no cesaban, pero ahora también se escuchaban algunos gemidos.
    Ya no tenía límites, quería el mayor placer o mejor dicho quería proporcionar el mayor placer. Entonces me pasé en medio de la cama y así pude agasajarme con los tres chicos. Le mamaba la verga (que era la mejor) al chavo de en medio y a los dos de a lado los masturbaba. Los tres comenzaron a gemir y a sudar, comencé también a beber un poco de sus sudores, les lamí los testículos que eran enormes y velludos y también comencé a alternar las mamadas a cada uno de ellos que aún en sus sueños comenzaron a contorsionarse por el placer que les daba, y el chico de en medio, por instinto llego a retener mi cabeza en su verga. Después de varios minutos de intenso placer, de pronto, mientras mamaba al chico de en medio; se vino, pero fue tarde para la retirada, recibí la abundante descarga en mi boca e incluso estuve a punto de toser, pero me contuve y no me quedó mas remedio que saborear la deliciosa leche de suave textura e inmejorable sabor. Al
    Apenas terminaba de tragar el semen de mi hombre, no noté que también había sobreestimulado a los dos chicos de a lado y de pronto uno de ellos lanzó su descarga que cayó sobre su pecho y como no tenía que dejar evidencias de mis obscenidades comencé a lamer la traslucida leche que contrastaba con los oscuros vellos de mi víctima.
    Inmediatamente me fui con el tercer chico de a lado, que tenía ya su verga imponente demasiado dura, a punto de correrse, quise recibir la descarga en mi boca, pero fue más veloz, no me dio tiempo llegar pero aun así eyaculó en mi rostro y otro tanto semen salpicó mi camisa negra.
    Quedé exhausto pero muy satisfecho y mis hombres dormían más tranquilos y hasta habían dejado de roncar, solo balbuceaban entre sueños ¡estas deliciosa! ¡oh, si nena! ¡qué linda chica!.
    Salí cautelosamente de la habitación, dejando en el buró sus pertenencias. Me retiré a la recepción aún saboreando la mejor leche de tan singular sabor, la mejor leche que he probado en mi vida y ellos… jamás sabrán quien les dio la mejor mamada de su vida.
     
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    :? ammmm chida ee la historia algo inreal pero muy descriptiva e exitante
     
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    oye deberias ser escritor cuando comence a leerla no pude parar hasta terminarla
     
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