Posted: 24.02.2004, 19:43
Aparentamos ser fuertes para mantener nuestra fragilidad a punto de resquebrajarse, intacta. Nos mantenemos vírgenes tan sólo para entregarnos a nuestras más perversas fantasías.
Recriminamos el engaño, sin embargo nos entregamos al libertinaje sin saber siquiera nuestros nombres.
Nos damos baños de pureza en una copa de vino llena de palabras incoherentes, mensajes contrarios a nuestras acciones. Buscamos el amor incorrupto entre los restos sucios de encuentros banales, queremos sacar de las cenizas la hoja más blanca de nuestras vidas.
Señalamos con el índice a quien no le es fiel a su ser amado, pero justificamos nuestra vida bajo el patrocinio de un vejestorio lleno de virtudes económicas.
Queremos un cambio. Mejorar la apariencia de nuestros encuentros para aumentar el número de posibles encuentros sexuales. El cambio que buscamos es el de nuestras propias trampas para que no caigan las mismas víctimas.
¡Ámame, por favor! Aunque no me hagas tuyo, aunque me engañes (estando yo presente).
Es esa razón oculta la que nos alenta a consumir uno y otro cuerpo sin que nos satisfagan, sin llenarnos, esa misma razón que acrecenta el vacío que traemos dentro; mezcla de culpa, tristeza y dejadez. Qué importa si me besa, da lo mismo si posee o no mi cuerno. No siento, no siento; tan sólo me derrumbo hacia la soledad (ausencia de mí mismo) que me destruye.
¿Adónde voy?
Queremos defender nuestra honra aislándonos de nosotros mismos, nos iluminamos con luces defectuosas para mostrarnos en el aparador de la vela perpetua, magdalenas descalzas (santos flagelados).
Estoy limpio. No hay mancha en mi piel (de leopardo).
Me he regenerado.
¿En el fondo de tu inmundicia? ¿Revolcándote en el engaño que ha engendrado tu esclava? La obligas a purgar tus culpas viviendo al lado de un hombre que se desmorona minuto a minuto tras un suspiro cadencioso, tras una negación constante a verse en un espejo y descubrirse solo, desnudo.
Y, en nuestro ateísmo, nos revolcamos en los pecados originales cual copias fieles de nuestro infierno cotidiano (moral mundana, sociedad podrida que se espanta de nuestro mal olor).
Yo mismo soy una Jezabel que sigue los pasos de Lilith (excomulgada maldita), y se acerca a Magdalena antes de arrepentimiento (Señor, me arrepiento por amar a mi arrepentimiento. ¿Podrías tú acaso brindarme mejor placer que el sentirme un pecador culpable que pregona su ateísmo recargado en tu pecho?)
Nos revolcamos en una danza acrónica, deforme, mirándonos con amor; con ese amor que se profesan los desconocidos que se atraen, pero defienden su status (¿Puto fácil? ¿Puto difícil?) Con miradas frías y apretando los labios para que nos vean temblando.
¿Pasión? ¡Para nada! Te toco, te observo, respiro tu aliento, degusto tus labios, toco tu pecho, tu abdomen, tu cintura ¡Ah, tu cintura!; pero no te quiero. No te deseo, puedo olvidarme de ti fácilmente.
¿Me sigue viendo? ¿Le importo? ¡Qué más da! Juego con mi copa, un sorbo sensual. ¿Sigue viéndome? No, ya no ¡qué importa! Tomaré a éste de repuesto. Y lo besaré. No me importa, no me importa. ¿Me voy con éste? Estoy molesto. ¿Por qué? Lo beso, busco su sexo y lo degusto. Que se entere que soy cosa seria. No me importa, no me importa. Pero creo que lo amo, ¡es lo que yo quiero, lo que necesito! ¿Será el amor de mi vida? (amor a primera vista o la ocasión perfecta para sacudirme la soledad, para evadirme, alucinar, sentirme cenicienta— Necesito un beso de él para despertar de este embrujo).
Hemos aprendido a amar en cinco minutos (¿O a odiarnos toda la vida?), a ser alegre, positivo (¿ o a vivir en la negación de nuestro propio ser?), a ser nosotros mismos, sin tapujos ni barreras, yendo hacia donde nos da la gana (¿o a ser como aquellos que nos reprimen quieren que seamos? Somos sus juguetes, sus esclavos. Somos como quieren que seamos para identificarnos, para lanzarnos piedras, para excluirnos).
Somos la madre Lucrecia de Calcuta, Teresa Borgia (santa, apestosa, vendedora de historias y penurias, exquisitos banquetes, malditas brujas que copulan con quien sea mientras sanamos enfermos desprotegidos).
Mostramos en el desamparo absoluto nuestras pequeñeces, estamos desnudos ante una sociedad conservadora, nos sentimos diminutos, impropios, amenazados. Extintos. Sin embargo, desnudamos nuestras almas y nos sentimos grandes, adecuados, fuertes, amenazantes.
RESUCITADOS.