1980
El lugar donde el humo de los cigarrillos forma nubes, donde en su interior enloquecían siluetas invisibles de abrigo faltante. Donde el efecto del alcohol y del éxtasis hacía de sus huéspedes el equilibrio ente lo sexual y lo arrítmico en una noche exhausta. Donde el éxodo de fardos entre las piernas y andróginos en deliciosa comida para viejos pensiles ahogados por el tiempo se rebozaban. Y de aquella bitácora que a cada minuto se llenaba de nombres ficticios y de absurdos bizarros, Y al paso del corto tiempo el calidoscopio de la pista imágenes de calistenia refleja, y las risas de aquellos siete pecados resonaban en el interior de esa flor abierta por el roce de la piel de la música. Donde el rico talle de aquellos hombres bellos enloquecidos de amor acariciaban con su ritmo candente el tarso de su amante donde ignorar se convierte en un hábito normal, donde las poses de diosas frustradas lamentan su peregrinación. Así es ese lugar donde la tartamudez del reloj formaba amantes de lujo y sombras muertas que aún así lucen estrellas. Y el letargo de algunas crisálidas que siempre en espera por convertirse el celibato rodeaban la pista. El tiempo corría como agua cristalina como ríos repletos de piedras preciosas, como aquellos jamelgos de barro y fina decoración enloqueciendo a hermafroditas y uno que otro mozalbete con licor en sus venas. Luces multicolores donde el rojo iluminaba el purgatorio lugar perfecto para los intrépidos donde su cebo atraparía a las musas otoñales Pergaminos donde plasmados están las huellas de muchas infidelidades, besos, caricias y rubores. Hogar de Satán que se acerca a ellos y los invita a subir, es el príncipe del mal que los invade de su olor y sabor, es la lirica de los soñadores sin amor. Y al ritmo de la música la sumisión de aquellos amantes donde su soledad es su santuario y sujeción. Nubes de tonalidades diferentes, cuerpos despojados de credos y religiones absurdas todas ellas envueltas en la blancura virginal de las musas otoñales.