Ocurre cada mil años... el ciclo espiral del destino se repite, con características alteradas por los vectores del espacio tiempo. Así fue esa mañana, en la que de madrugada, yo despierto, esperaba el toque de campanas. No suelo levantarme muy temprano pero en efecto ese día todo empezó.
En el año 2000, para ser exactos el día de mi cumpleaños, en el mes de junio, me encontraba despierto, por la ansiedad de estar en ese lugar, cierto, sería la primera vez que visitaba lo que se traduciría en vida como el infierno mismo, lleno de todos sus anecdóticos procesos de relatoría.
El viaje comenzó al ir a la escuela, salir, y sentir el frío rocío de la mañana; aun estaba oscuro, y caminando, tratando de adivinar donde poner los pies, distraído no vi que un coche sin luces contra mi fuese a estampar.o quizas yo emprendí una carrera contra el auto y él, impavido sintió en su cofre todo el dolor de un par de piernas que lo destrozaban...
Un dolor extraño, y un grito ahogado en mil silencios de nadies que nunca pasaron por ahí. dolor a gasolina mal quemada, calor, dolor, y frío.
Abandonado quedé en el húmedo suelo de una calle a medio pavimentar, inmóvil, laxo, lleno de dolores y con la boca a un sabor salado.
Recordando el significado de la vida, o quizás la congoja de no llegar temprano, o peor aun, que los profesores tomaran mi proceso de vida, como un pretexto para no entregar una supuesta tarea, que efectivamente si había realizado.
El auto en cuestión, volvió a rugir su motor, y.. sus ruedas rechinando contra el piso mojado, huyeron del espacio y tiempo citado, para colocarse en otro espacio y tiempo fugaz.
Si, aunque yo pensaba que nadie lo había visto, si fui visto, y tratando de distinguir, pues los lentes habían emprendido la fuga, vi a aquel, que nunca mas volvere a ver, pues cerrando los ojos, quede sumido en un delicioso sueño, del que desperté varias horas después.
Desnudo, en una fría y dura cama, apenas cubierto por una sabana, aturdido, dolorido, y con las piernas inmóviles y los brazos enyesados, miraba sin mirar, y trataba de recordar, lo que ya había pasado. Cual regalo de cumpleaños se me había ofrecido.
Un profundo dolor me agobiaba, dolor del alma, y dolor físico, que en un mano a mano alternaban en mi sufrimiento, a ver cual me hería más.
Llegar a un hospital en calidad de desconocido da sus ventajas, pues aun pudiendo hablar preferí quedar en silencio, pensando el porque de las cosas, y en si porque a pesar de la casualidad de cada mil años, por que tuve que ser yo el protagonista de mi propia vida. eso me ha enseñado a no inventarme credenciales flasas con nombres inexistentes y peor aun con personalidades diferentes.
Tener familia tiene también sus meritos, apoyo , aliento, y sobre todo reproches estilo, de por que no te pusiste los lentes, o porque no te vas por donde hay luz, o unas mas exóticas como, fue un castigo de Dios por ser ateo... o aquella que mas me ha llenado de satisfacción, que dice te hubieras quedado en la cama. En fin, el camino al infierno esta empedrado de buenas intenciones.
Drama uno: querer orinar defecar o sudar en privado, pero.... atado a una sonda, orinar no me producía molestias, pero el defecar, en publico asistido por miles de voluntariosos familiares, me llenan de espanto y al final los desairo, pues tanto esfuerzo para hacerlo , y dos furtivos pedos y un gamborimbo estreñido, no llenan la cuota de kilos o quizás toneladas de Mierda. ( recordar: borrar este párrafo pues quizás pueda herir susceptibilidades de los leedores, puede que haya familiares que se hayan decepcionado).
Atado por un brazo a una manguerita plástica, asesina, que hiriendome más y que cual clepsidra moderna gota a gota me inocula de un liquido que evita que me den de beber, comer, y estar así, segundo tras segundo, o peor aun, gota cada cuatro o cinco segundos, lleno de liquidos ambarinos, grosellas, transparentes, que me hacen pensar que soy raspado, lleno de moretones y huesos rotos, aderezado con el jarabe dulce que emulando el delicioso antojo hago conmigo. Sigo teniendo frío.
Al fin, la hora de la comida, a pesar de mi estado, tengo apetito... decepción, si, dieta liquida, quiera Dios me de diarrea.
Soportar un radio a lo lejos que ladra, música noña, del pueblo y para el pueblo... me hace pensar que bien me lo merezco, es un castigo opcional, que aunque quiera cerrar los oídos como si cerrara los ojos, pero no puedo. El frío me invade de nuevo.
Dolor, mas dolor, creo que ahí me hice adicto a los analgésicos, o quizás me hice adicto al dolor.. cuestión de enfoques.
Infierno:
Ser dado de alta por mejoría, o quizás por que se necesita la cama, o quizás porque se han cansado de mi y me arrojan cual dispositivo de latex ya usado.
Retorno a casa, todos me dan cuidados, los primeros días, y después poco a poco, me invade la soledad, solo un televisor con un control remoto sin pilas me hacen recordar como leer los labios para saber que están diciendo. Me duermo, me da gueva levantarme, y... ( observación: si sigues con tus relatos escatológicos vas a ahuyentar a los lectores, y pueda que los decepciones, recuerda, borrar párrafo).
Soledad, de 7 a 2, sin nada que hacer, me da por escribir, pero como escribir si tengo las manos abolladas, solo trato de memorizar los párrafos, que al final de cuentas, y a lo lejano del tiempo se han olvidado. Pero el dolor sigue ahí, el frío y la soledad.
(Continuará)