Jamás podré olvidar aquel monumento de glúteos, son semejantes a los de los ángeles. Primer dia del mes, es jueves, un jueves como cualquiera otro de entre semana, gris y un poco aburrido, con resignación entro a mi despacho y frente a mi escritorio el calendario. Ni que hacer, alegar o discutir, el tiempo sigue su curso y nadie puede evitarlo. Otro mes que se fue pero viene otro, ¿qué sorpresas vendrán en este nuevo mes? ... No lo sé, solo cambio la página y comienza la primera agradable sorpresa de golpe. Este año escogí como motivo de decoración de mi oficina un calendario con seres alados de las diferentes mitologías y culturas, esos seres a los que llamamos vulgarmente: “Ängeles”, en efecto, este me es una pintura de un autor no tan popular pero de la escuela renacentista, estupendas imágenes para septiembre: Un par de “angelitos” juguetones, son nada menos que Venus y Vulcano cuando niños, el pintor nos regala en su obra a uno de ellos de espalda y de inmediato vienen los torrentes del recuerdo. Yo he visto una espalda igual.
Sí, ya lo recuerdo, es nada menos que la espalda de aquel joven ejecutivo que conocí el pasado sábado en los Baños San Carlos. Es increíble, es la reencarnación de aquel Vulcano.
Cómo todos los sábados me presenté a muy temprana hora para recibir mi Baño de Vapor, además de relajante me sirve para reconstituirme después de una loca noche de viernes, lo que se me hizo por lo demás extraño fue ver que el famoso y antes concurrido lugar estuviera tan vacío y todo silencio. Al entrar a la sección de regaderas solo estaba un joven haciendo un poco de ejercicio con pesas y por única prenda llevaba la famosa sabanita que te proporcionan al entrar. Como es mi costumbre y de la gente educada saludé pero el joven me contestó con singular cortesía, lo cual de inmediato correspondí.
Estando totalmente solo el salón de vapor me despojé de la susodicha sabanita y dispuse a pasar un buen rato de relax a mis anchas lo cual es algo inusitado porque nunca falta aquel que descontarla la salida del saludable vapor. Completamente desnudo y boca arriba me quedé dormido por minutos hasta que de pronto sentí el peso de una mirada, sin sentir Josué había ingresado al mismo salón y sin hacer el mínimo ruido se sentó a la par mio y no se por cuanto tiempo clavó su mirada en mi desnudez, quizás entre sueños sentí esa curiosa mirada pero lo real es que en mi una incipiente erección me acusaba y me ruboricé por aquel espectáculo que yo daba lo cual me obligó a incorporarme y a sentarme más o menos como para ocultar el miembro que para ese momento ya estaba creciendo. De la mejor manera posible le pedí su permiso para salir y ducharme con agua fría e intentar controlar mi volcán que comenzaba a dar avisos de estar lleno de vigor, aproveché para traerme mi shapoo para el cuerpo y dar un vistazo a las instalaciones las cuales para nuestra fortuna permanecía vacías pese a ser sábado.
Ya de regreso al interior del salón y con el problema de la erección medianamente resuelto me encuentro con la agradable sorpresa que Josué estaba tendido en la banca de enfrente pero boca abajo y la sabanita muy apenitas por encima, dejé pasar unos minutos y vencido por una corriente eléctrica que venia no se que tan de dentro mío al ver aquella escultura no pude más y me acerqué sugiriéndole que sería buena idea si le daba un masaje con shampoo y con mucha fineza Josué dijo que sí. Comencé mi labor, era mi primera vez, mi debut y estreno como masajista nuca antes lo había hecho, estoy seguro que nunca lo olvidaré. Lo primero fue expandir el shampoo por aquella atlética espalda, sentir los músculos firmes de los hombros y lentamente bajar hasta los más hermosos glúteos que en mi vida haya visto, artificialmente me entretanía lo más lento posible sobre aquellos deliciosos glúteos que no hay palabras que alcancen a describir dada su belleza y armoniosa anatomía. Ay, si Miguel Angel lo hubiese visto seguramente sería su modelo favorito, pero que bueno que no estaba aquí Buonarroti egoístamente pensé, este biscocho es para mi solito. Josué y yo gozamos ese momento mágico pues yo sentía su placer y era música escuchar los gemidos que de vez en vez dejaba escapar, finalmente pasé a sus hombros quedando yo sentado frente a su cabeza y él, con la mayor naturalidad del mundo tomo entre sus manos mi viril miembro que si antes estaba en posición de alerta con esa tierna caricia y un firme apretón terminó de dar lo que da en toda su longitud, ya amenazaban los efluvios con venirse después de unas suaves pero suculentas sacudidas con tan sabrosas manos, cuando de forma espontanea y sin saber como ya estábamos desafiando el peligro en un trance sin igual, el a gatas en la orilla de la banca y yo de pie tratando de corresponderle, frotando y un poco insinuando lo que sería un viaje al interior de aquel cuerpo o dos cuerpos que se funden en un foyón que sólo se ve en las fantasias, pero la fantasía fue superada cuando se puso sin más no poder de pie porque su pecho no había recibido aún la dosis de shamppo y al frotar ese pecho su espalda se comprimía con mi pecho y solo la cabeza se volvía y con la lengua me decía algo, y mi mano pasó del pecho al bajo vientre y me encontré aquél falo que gustoso se dejó seducir y yo con mi respiración entre cortada en su nuca me esforcé por no ser prosaico y molestarle pero ni uno ni otro soportamos más y lo que fue antes amenaza ahora era cumplido éxito, soltamos al viento las ilusiones y nos venimos juntos. Yo dentro de aquel abismo infinito de placeres ocultos que solo los iluminados conocen y Josué se corrió parte en mi mano parte en la blanca pared, pero lo cálido del blanquecino líquido apenas rivalizaba con el cálido entorno del salón de vapor. Gracias, fue lo único que pudo decir jadeante y muy suave pero firmemente nos fuimos separando, gracias, atiné a contestarle. Regresé a mi sitio y caí desplomado, por su parte Josué entretemblado se fue a duchar, habían quedado restos de shampoo en su escultural cuerpo y otras marcas que convenía que el agua limpiara. Después de minutos regresó con la sabanita bien ceñida pero un rostro de felicidad que nunca ningún pintor de ángeles podrá representar, ningún artista podrá perpetuar en un lienzo.
Seguramente el tiempo que no perdona ya había transcurrido, pues comenzaron poco a poco a llegar los parroquianos, los frecuentes y los ocasionales, hasta un curioso trasvesti anduvo por allí. Ya con el sol en el zenit nos retirábamos, Josué en el vestidor de abajo se arregló primero que yo, ay, otro golpe a mi corazón, ¡qué hermosura de hombre enfundado en aquellos Jenss y aquella Playerita tipo Polo que sutilmente develaba sus pectorales!, su fragancia para después de afeitar tan varonil, apenas me dio tiempo de subir a mi vestidor privado para entregarle mi tarjeta de presentación. Hoy veo el calendario, el tiempo no perdona, los días transcurren pero la esperanza no se altera, aguardo su llamada telefónica para que esta historia de ángeles no termine.