vuelvo a la casa donde quemé las cartas
que nunca te envié, el suelo sigue
mojado, yace todavía el agua negra
que evaporó la fogata santificadora
de recuerdos. Sombras se sumergen
a la orilla de la cama flácida, surgen
suspiros fantasmas, luces fatuas que
reviven velas frente a espejos, el clóset
en el que me escondía para llamarte
por teléfono y escucharte decir: hola,
¿cómo estás?..., y luego un
silencio de un minuto eterno. Mi voz
dormida tras preguntar por tí, mi voz
muerta al escuchar tu silencio.
abro los ojos para no ver nada, busco
el velo nocturno para limpiar de mi
memoria tu rostro, pienso en alguien
más, en otro fugitivo que se pierde
en el pasado como las cuentas de
madera de la pulcera que robé de su
brazo (tampoco a ellas las tengo), luego
despierto atento y planeo el siguiente
sueño, me sumerjo consciente en otra
fantasía tan sólo para regresar a la misma
casa, cada vez que me quedo dormido.