CuernavacaGay

CARTA A SEBASTIAN (Londres, 1813)

Convénceme, hazme creer.
de nuevo y otra vez también,
una, dos y hasta tres veces
te lo pediré...

Que con tus labios palpando mi piel entre la esperanza de juntos ver siempre el siguiente amanecer.

(Te necesito)

Como en un sueño deambulo, parece que de súbito todo se va a desvanecer... que terminará lo que conozco y despertaré en un lugar que ya olvidé, desconocido ahora por mis breves años dormido.

(¿Donde te has ido?)

Veo una imagen en el espejo,
¡no puedo recordar cuando fuí joven!
...y no creo poder hacerlo cuando sea viejo,
pues solo te recuerdo y te recuerdo...

Mis entrañas hierven,
recorre mis venas la flama derretida,
la llama encendida, el ardor caliente:
el fuego del deseo por verte.

Rojo y rugiente está mi corazón incrustado en sangre, salpicado de pasión para tenerte;
una sonrisa y soy tuyo...
una mirada y existo fuerte y completamente,
pues ya no soy solo yo,
sino contigo juntamente uno.

Regresa, sí, pronto,
concede el anhelo de mi alma,
y siéntate conmigo a la mesa,
degustemos el añejo vino de la cava.

Celebremos embriagados de vernos
el pacto amoroso, por conocernos tan profundo.

Que dibujen mis dedos tu rostro gallardo
y tu carne vibrante, por un largo tiempo
estrechémonos los cuerpos,
ya tibios ya sudorosos, aumentemos el candor
en tanto la vela alta arroja una sola sombra
a la pared, nuestro testigo mudo.

(Una sombra... un solo espíritu)

Chispa de mi vida, mi amo y mi señor,
habla que tu esclavo escucha,
quiero una vez mas rendirme a tu voz;
consorte mío, hagamos el amor
con ternura y con lentitud vuelve a entregarme
tu más íntima posesión;
cantemos con quejidos en el ritual de los alientos
exaltados, la confirmación de nuestra unión.

(Regresa cuanto antes)

¿Qué lumbrera me calienta,
cuál me alumbra en la penumbra,
qué constelación me orienta?

(No tardes)

Sé que ellos han notado tu hermosura,
que habrán intentado traspasar
mi dominio que es tu carne,
mas como tú y yo somos uno,
en tu autodominio confío, amado mío.

¡Mira! no retengas de mí mas de lo necesario tus dones;
no esconda el tiempo y no esconda la distancia tus virtudes de mi ojo atento a ti.

Ven con rapidez a saciarme de tu paciencia y de tu comprensión,
¿no soy yo tu apoyo y amigo de tus inquietudes y de sus parientes?
Démonos reposo, estemos juntos viéndonos con deleite desnudos,
el alma transparente.

-El invitado al banquete en su honor no llegó, y sí la noticia de su muerte...-

¿Qué es esto que se me ha informado, que ha taladrado mis oídos,
sobre lo que te ha acontecido?

Ya no eres por ti mismo, ya no estas, te has ido,
ya no me quieres... ya no me querrás...
Pues descendiste solo al olvido, al hoyo del abismo
infinito de la eternidad...

¡Ay,amado mío! tu recuerdo tiene embotados mis sentidos!

¿Por mi parte qué haré?
¿A quién culparé, dará informe y podrá darme las razones de tu fin
irrazonable?

(¿Quién revelará el enigma?)

La gratitud y la deuda hacia ti me asfixian, me ahogan.
¿Qué haré con todo esto que me diste?
Con la herencia abundante de buenas memorias?
Moneda excelente grabada con sabias sentencias...

(¿Quién hay además de vos, digno para el tesoro compartir?)

¡Amado amigo, esposo mío, amante empedernido!
¡Si puedieras responderme!

Se me nubla la visión del paraíso que habitamos
por el dolor en mis huesos...
se me va la sed con las lágrimas saladas del adiós en mis labios temblorosos...
huye el apetito de mi ombligo, se me corta la respiración...
todavía silente y calmo por mis gritos reprimidos de locura y de reclamos.

(¡Oh, mi quebranto, estoy partido en dos!)

Recuerdo tus palabras y tu consejo mismo me consuela;
recordar tu abrazo vivifica
el ánimo que se eleva,
en la plegaria sentida
y la canción que te la lleva.

Recorreré con mi sombra a cuestas las calles por las que discurríamos;
mandaré preparar la alcoba y tus alimentos preferidos;
terminaré el libro que solías sostener antes de fundirnos en la urgencia
de nuestros cuerpos hambrientos de cariño.

Fingiré por un tiempo que te espero,
que volverás para encender el fuego
de la chimenea en el invierno.

(¡Te extraño tanto, tanto!)

Precioso... ¿donde estás?
¡Ni con mi propia muerte
te puedo alcanzar!

Descansa de todo afán, pequeño mío;
duerme dulcemente sin soñar...
plácido y tranquilo...
en absoluta paz.

Goza ahora también tu muerte, porción que nos está reservada
a todos inevitablemente.

Daré a tu sobrino, el bello, como le llamabas,
el cofre con encajaduras doradas; a tu madre destinaré
el diario de tus días sobre la tierra generosa.

En su mano entregaré a tu padre
el piano y los instrumentos con que me arruyabas,
para despertarme con caricias tiernas y húmedas.

(¿Es que acaso hay uno parecido a ti?)

Como un regalo, un milagro, un suceso grande y extraordinario
fuiste cada día, cada suspiro arrancado por tu cuerpo, el templo que me dedicabas al cuidarlo y que yo adoraba con jadeos quebrando tu cerviz.

Amigo... te he perdido...
ya no me sonreirás...
ya no me mirarán tus ojos el alma...

No despertaré a tu lado,
ni bañaré tu ser con devoción solícita;
tu perfume quedará sellado,
esperando cada aniversario.

Será el aroma de la melancolía, el aceite perfumado, sí,
para la unción de un vínculo de amor como el que nos tuvimos
cuando fuimos uno.

Me quedo con las cartas de tu mocedad, empapadas de emoción,
impregnadas de tu personalidad avasallante.

En ellas residen tus votos, en las primicias nupciales de nuestra
amistad temprana.

¡Es abrumador!¡Estoy tan enfadado por las causas inconcebibles de tu suerte!

Pero he de honrarte, querido recuerdo de un hombre fiel y simpático y apacible en su profesión difícil. Desde hoy haré de mi corazón tu habitación.

La serenidad ya viene amante mío, pediré por aguante en estos días de calamidad para los tuyos.

(Inconclusa)