Escrito en el 96, inspirado por Paquito Reza:
Escucho una melodía romántica y antigua, y tengo un deseo inmenso de estar solo contigo; sólo contigo. Los dos vestidos de seda en un rincón cerca de un mar tranquilo, o en medio de un bosque; tu me ofreces una rosa roja y o la devoro gustoso. Y tu ríes. Con las espinas corto mis labios y tu con cierta preocupación bebes mi sangre para que no se escurra por mi barbilla.
Me tomas por la cintura y yo me sujeto de tus hombros frágiles y te pregunto: ¿Qué hora es? Y respondes: Todas horas. Y te agradezco. Reparo en tu peinado perfecto, llenos tus cabellos de brillos azules. Veo tus atormentados ojos implorar ternura, y tus largas y negras pestañas adornándolos. Y veo el brillo en tus ojos y no me canso de verlos. Son hermosos. Entonces me abrazas fuerte, lo más fuerte que puedes, pero en sí no es mucho. Enseguida recargo mis brazos en tus hombros a la vez que pongo mis manos en tus sienes y veo tus labios y me detengo. Es que los estoy contemplando. Tus labios rosas, brillosos. Y en un instante se ondulan hacia arriba, y una de tus mejillas se adorna con un pequeño hoyo. Veo entonces tus dientes, parecen perlas. Me detengo para disfrutarte un rato de lejos. Luego me tomas del cabello y me besas y siento tu curiosa lengua husmeando en mi boca. Bailamos, bailamos alrededor de nuestra mesita. Nos separamos y nos sentamos para tomar una copa de vino espumoso. ¿No es raro? Entonces atrapando mis pensamientos respondes. ¡Tanto! La vela se apaga a consecuencia del aire. Nos levantamos y nos unimos en un abrazo. Callamos. Me tomas de nuevo por la cintura y me doblo hacia atrás y finjo morir. Me das vueltas y vueltas mientras mi bufanda roja de seda danza junto con nosotros y mi camisa cae estrepitosamente hacia mi cara. Me levanto para acomodarla y la arrebatas de mí y la quema. Entonces me deshago de la demás ropa y mi cuerpo desnudo tiembla de frío. Nos sentamos bajo la mesa y nos acurrucamos, me abrazas completamente. Pasas tu filosa barba por mi cuello y me recargo en tí. La música no cesa. Sigue. Me dices que tienes sed, pero la mesa cae arrastrando la botella y se esparce por el suelo. Entonces muerdes mi cuello y bebes mi sangre. Tomo un cuchillo y me corto por todas partes para que sigas bebiéndola. Y lo haces. Muero y lloras. Te veo; te veo desde otro lado y veo como haces el amor con mi cuerpo helado. Te susurro al oído: ¿Necrofilia? Y dices: ¿Te lo han prohibido tus padres? Callo. Y vuelo con tu imagen por un desierto inmenso, volamos juntos. Descendemos en un hermoso oasis y hacemos el amor. Te beso y te beso. Pides sentirme dentro de tí y te cumplo. Luego veo que me amarras y me golpeas con diferentes látigos. Y entonces soy tu esclavo. Al final me das un beso y dices: Es sólo amor. Sólo amor. Me regalas una rosa y me sumerjo en tus ojos. Y en tus labios luego.
Después despierto y mi cara está llena de lágrimas y tu no estás. Porque nunca haz estado.