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Una historia
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    Ya la cama nos quedaba muy chica, ese contacto de mi piel suave con mis sabanas de seda me confundían, no se si era ese calor materialista, o eran simplemente las manos de Carlos que suavemente deslizaba de mí esa pequeña prenda, que cubren mis mas temores y ocultos ardientes deseos. Suavemente y eternamente su calor me trasmitía, y él poderoso agachado sobre mi, de mi etiqueta se desprendia.
     
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    La fonética de Carlos se había detenido, era mi gozo sentir su boca sobre mi pené eréctil, Ya éramos dos cuerpos desnudos, la ropa solo era un recuerdo el calor sobreexplotaba en esas cuatros paredes, donde dichosos nosotros la fonética del lenguaje cambiamos por mímica oral.
     
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    Una guerra medieval se realizaba sobre aquellas sabanas de seda blanca, las torres de los castillos se cimbraban al movimiento perenne de los cuerpos desnudos de ambos, y aquellas flechas enemigas se fundía en una sola flecha de placer sustento.
     
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    Suavemente las caricias alcanzaban un matiz de placer fuerte, como aquellos amaneceres donde las mariposas sus alas abrían iniciaban un vuelo libre, fue así como Carlos lentamente mis alas de mis extremidades inferiores con su boca exploraba en busca de aquella joya negra que muchos exploradores buscan. Y pocos alcanzan a besar, aquel beso permitido que me hace gemir y pedir más, más y más que este amanecer no termine.
     
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    Existen juegos donde los dedos de la mano participan, este juego siempre me ha gustado la exploración de unos de mis sexos. Carlos poseía dedos grandes así tomando la iniciativa me introducía aquellas armas blancas con guate de carne, suavemente y aritméticamente círculos formaba para poder explorar y obtener aquella joya.
     
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    Mi cuerpo había caído en una trampa, la perdición de los cinco sentidos de Carlos y míos habían echo efecto sobre aquel sentimiento extraño y placentero donde por fin se conjugaban sonidos y movimientos, por fin la flecha dorada en el punto había dado. Yo sentía como lentamente era herido, pero no herido de muerte sino de gozo, un gozo como aquellos que mi vida jamás había experimentado. El sexo retaba aquellas crónicas por fin EL AMOR sentía. La pasión que sentíamos ambos era el mejor momento, los sueños y caricias por fin se volvían realidades, aquellas realidades de dos cuerpos ardientes y sedientos de place que estremecían la piel desnuda de dos hombres de sangre roja ardiente.
    Las posturas del sexo me provocaban gemidos que se confundían con la caída de las gotas de la lluvia, era aquel sudor que se provocaba al choque de aquella pelvis que introducía su flecha dorada. Y Carlos poseyéndome, como el cazador a su presa.
     
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    De chico como buen estudiante, había practicado infinidad de poesías y escritos siempre con la gran ayuda del abecedario, esas letras que nos sirven para escribir sentimientos, deseos y diferentes vocablos. Ahora la ciencia del español y la gramática se congujaban para estar, Yo aquí postrado en mi cama y practicando las mas ricas posiciones en el acto del amor. Una de mis posiciones favoritas y en la que Carlos es experto es la del Jinete donde él boca arriba y Yo sentado sobre él me iba introduciendo su fina espalda cubierta de piel sintetica.
    Era tal rico el placer que Carlos cambio a la posición de la “V” donde La única diferencia está en que el Carlos de rodillas sobre la camase encuentra. Yo era penetrado con las piernas abiertas y subidas unos 90 grados mientras que Carlos me sujetaba las piernas manteniéndolas estáticas mientras me penetraba. En esta postura la penetración es muy profunda y el placer intenso, quedando todo el movimiento de los amantes en manos de Carlos.
     
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    No me había dado cuenta del tiempo trascurrido, el amanecer se había transformado en noche, como darme cuenta que las manecillas del reloj en la pared seguían su trascurso y su agitado andar si Yo me encontraba en el Olimpo de los dioses tendido sobre aquella cama con el gesto en mi cara de placer, alegría y dicha. Carlos es el mejor amante me sabia manejar, llevar. controlar, usaba las mejores tácticas de seducción, esos movimientos circulares que elaboraba con tan suspicaz compás dentro de mi, hacia que gritara de placer. Un placer extremadamente trasgresor, a mis principios a mis formas de ver el sexo solo quería que el tiempo no parara y sus músculos poder tocar, ver, saborear. Yo mismo me hacia el amor al tocar con mis glúteos aquellas sabanas blancas de seda
    Que solo al tocarlas me producía un grito desesperado. Sentía la espada de Carlos dentro de mi. Era tanto el placer que nuestras espadas no podrían seguir aguantado esta energía de expulsar aquel liquido blanco , fue así que Carlos expulso con bastante energía sobre mi cuerpo un chorro de agua bendita, mientras tanto yo me masturbaba sigiloso para poder termina junto con el.
     
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    Era Carlos un guerrero Griego, su fina armadura de pliegues y sabrosos movimientos controlaba aquellos musculos de su mano al tocar su finisima espada y poder controlar sus impulsos hacia que su semen saliera de su fina estructura muscular donde el torrente sanguineo en una espada larga y gruesa habia convertido. Hacia su finisnima tarea de eyacular sobre mi.
     
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    Ay que hay mejor despues de un rico sexo, los besos y los cuerpos de ambos gladiadores formando uno solo, fuea si que ese Día termino en noche y yo
    empapado de sudor, confundiendose con el rico semen de carlos y sobre la cama un rico beso

    Fue así que la experiencia con Carlos mia ctual amante,a migo la vivo cada vez que las manecillas del reloj retroceden cada vez.
     
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    Me levante una mañana de verano, recuerdo haberme dicho con voz frágil que este seria otro verano más pero en realidad estaba equivocado, aún no sabia lo que esa mañana me tenia reservado. Después de una semana de trabajo agobiante decidir tomar en serio en fin de semana. Fue así que tome mi morral hecho de un pantalón de mezclilla a mi espalda. La ruta era el pueblo de Tepoztlan, aquel pueblito pintoresco donde aún existe la rebeldía de la gente a que desaparezcan sus raíces y su cultura. Tierra humedad con sabor a chocolate, Tierra de mis antepasados. Caminando por sus calles empedradas recorría aquellas
    Arquitecturas elevadas y decadentes que me mostraba al caminar. Detuve mi paso en una tienda me impresionaron aquellas postales que mostraban las diferentes caras del Pueblo. Admirando las postales, no sospechaba que unos ojos azules como gemas me miraban a mi insistentes.
     
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    Ya el calor era insoportable, fue así que decidí seguir mis pasos cuando había dejado de observar las postales me di cuenta que un chico también las observaba, el color de su piel dorada, vestido con un short y sombrero lo hacia ver muy interesante. Me acerque a el, con el pretexto de preguntarle una dirección, pero al darme cuenta que era un gringo no quedo más que invitarlo a seguir el camino conmigo. Su nombre era Oscar 23 años había venido de vacaciones al pueblo de Tepoztlan con un grupo de americanos solo que su grupo se disperso y él se había perdido. El camino era largo que tuvimos que tomar una ruta rápida llegamos a una especie de barda blanca, cuando de repente, Oscar me arrojo sobre al pared de la barda con su mano izquierda abrió mis piernas, su boca estaba a punto de besar mis labios rojos carmesí naturales.
     
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    Mi corazón se agitaba más rápido que nunca, esa cercanía de ese cuerpo dorado junto al mío, aceleraba las palpitaciones de mi sistema nervioso haciendo imposible ese beso. Fue algo natural simplemente respondía a lo que los ojos y esas manos de oscar me describían, como desnudándome por completo de mis pecados y temores. Acerque su cuerpo junto al mío cubriéndole con un abrazo ardiente su espalda él respondió a ese estimulo colocando su mano derecha sobre mi cuerpo erizado los pezones de aquellos botones de rosas sedientos de agua.
    Todo cambio en cosas de segundos, aquel desconocido tomaba el control de mis sentimientos y de mi cuerpo, si había huellas de otro amor él estaba borrándolas logrando olvídame y entrando a su mundo. Un mundo demasiado excitante, prohibido, el infierno del placer empezaba cuando lentamente Oscar deslizo de mi cuerpo aquella tela anaranjada que cubría parte de mi. Me sentía como aquella presa cuando es cazada por su depredador no para comérselo, sino para el cortejo sexual. Yo me encontraba en éxtasis cuando sus caricias empezaron a incendiarme
    Lentamente y sofocando al grado que mi pené erecto se asomaba a punto de ser comido.
     
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    Que cahondón, je je je
     
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    La abstinencia que me abría propuesto en un tiempo, caducó cuando aquella
    vasija redonda conteniendo el líquido viscoso y opalino mojaba la lengua de oscar
    permitiéndose adorar aquel ídolo que colgaba de mi. Me elevaba más alto cada vez que la energía almacenada en mi cuerpo empujaba mis músculos y los movimientos de mi diafragma me descubría macho, macizo, pecador, insistente, malabarista, mago, desnudo, malcriado y deseado. La boca de Oscar, ferviente gallardo b obtendría su recompensa mi pene en su máximo esplendor.
     

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